Matilde Reyes - E.G.

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Autoficha
Me llamo Matilde Reyes Vázquez. Nací hace 47 años en la República Dominicana, pero vivo en Es Canutells desde hace tres. Soy ingeniera agrónoma y tecnóloga química, aunque no me han homologado el título en España. Estoy casada con un catalán. Me gusta leer, viajar y pintar, especialmente paisajes de mi isla. También escucho mucha música. En casa elijo discos tranquilos, de Serrat o Patxi Andión, por ejemplo, pero en mi lugar de trabajo, el kiosco del puerto de Maó, pongo salsa, porque me anima.

¿Cómo se llega desde la República Dominicana hasta aquí?
Por amor. Conocí a mi marido, un catalán de Mataró que está encandilado con Menorca y su tranquilidad, y nos vinimos a vivir a esta isla.

¿Piensa a menudo en su país?
Mi corazón está repartido entre mi país y Menorca, aunque siempre seré dominicana. Esta isla me gusta mucho, aunque a veces se me quede algo pequeña, porque la mía es más grande. Pero cuando vuelvo a allí, echo de menos la tranquilidad de aquí. De todas formas, tengo las cosas que necesito y que me hacen sentir bien. No se puede vivir de la añoranza y contra la realidad; tienes que integrarte.

¿Echa de menos dedicarse a aquello para lo que se formó?
No añoro dedicarme al campo, porque le fui perdiendo el gusto con tantas innovaciones tecnológicas. Pero sí echo de menos dedicarme a la química, que me gusta mucho. De hecho, fundé una empresa de productos cosméticos y de belleza, que ahora está cerrada, aunque mantengo las marcas comerciales.

¿Le gusta trabajar en el kiosco?
Sí, porque soy mi propia jefa y no tengo un horario definido. Abro todos los días de la semana, el descanso lo tengo cuando llego a mi casa. Y en verano me puedo pasar 12 horas trabajando, porque llevo el kiosco yo sola. El horario varía mucho: A veces, cuando ya he cerrado y viene alguien a pedirme por favor alguna cosa y me pone esos ojitos, yo no le puedo decir que no.

Supongo que trabajar en este lugar tiene sus particularidades...
Claro, como estoy delante del puerto, por aquí pasan bastantes turistas, no sólo los de los cruceros, sino también los de los barcos turísticos. Es enriquecedor, porque conoces gente de todas las nacionalidades. Vienen mucho a preguntar por los taxis y cajeros. Hago de oficina turística y remito a cada cual adonde le corresponde. Pero creo que las autoridades deberían cuidar más el parque Rotxina: no lo limpian lo suficiente y la gente utiliza mi papelera, porque en la calle no hay.

¿Qué compran mayoritariamente sus clientes, por nacionalidades?
Los mejores son los españoles, que se dejan llevar mucho por las portadas de las revistas y por las promociones de los diarios, aunque en general cada uno es fiel a su periódico. Los británicos también son buenos clientes, compran tabloides como el Daily Telegraph y The Sun. Los alemanes compran mucho el Bild, y los italianos se decantan por la prensa deportiva. Yo sigo teniendo ventas. Creo que hay crisis, pero se magnifica mucho.

Su establecimiento cierra en invierno. ¿Qué hace entonces?
No paro, este invierno viajé por Italia. Pero, sobre todo, aprovecho para formarme, porque el conocimiento no pesa y aquí se dan muchas facilidades para realizar cursos. Los he hecho de catalán, de gobernanta de hotel, de técnico administrativo...