cotelo. El director de "La última cima", un documental que llega al alma - Javier

TW
0

Juan Manuel Cotelo se autodefine como un contador de historias, pero sólo de las que merezcan ser contadas. Lo que más le gusta es escribir, dice que si pudiera se pasaría el día escribiendo, y actuar, porque le divierte, como el público ha podido comprobar en las numerosas series en las que ha participado. Asegura que dirigir no le gusta, pero su mayor éxito hasta ahora le ha venido por "La última cima", la historia de un sacerdote, Pablo Domínguez, a quien todo el mundo quería, admiraba y necesitaba. Juan Manuel Cotelo, invitado por el Grupo Editorial Menorca, estuvo presente en el preestreno en Menorca de su documental en el Ocimax el jueves, donde pudo comprobar nuevamente el éxito de su película.

¿Qué tenía Pablo Domínguez que dejó una huella tan profunda en todos los que le conocieron?
Tenía, en primer lugar, alegría. Nos pasa a todos cuando conoces a alguien alegre, es como un imán; en cambio si conoces a alguien cenizo, te provoca un rechazo. Pablo, como característica, en un primer trato era una persona muy alegre e incluso divertido. Después era una persona que concebía su vida como un servicio permanente hacia cualquiera como delegación de Dios, porque él se sentía como un intermediario de Dios, como sacerdote que era. No distinguía el amor a Dios y el amor a las personas, para él era lo mismo. Un amor a Dios que no pasa por las personas es falso porque Dios se ha hecho hombre. Un amor a los hombres sin Dios tiene una limitación muy grande, que es cuando el sacrificio es tan grande que necesitas apoyarte en algo más que la persona, a veces el trato con las personas es tan difícil que lo haces por una causa superior o no puedes, ¿Por qué perdonar a alguien que te ha hecho daño? Y es más ¿Por qué quererle y por qué servirle? Si no es por un Dios que lo ha hecho antes contigo, es muy difícil sostenerlo.
La muerte temprana de Pablo en la montaña, ¿lo ha santificado de alguna forma?
No. Ha servido esta muerte tan tonta, porque fue un accidente absurdo en un monte como el Moncayo que no tiene nada de dificultades, ha servido para algo que en vida él no hubiera consentido jamás, que es ser el protagonista. Era un hombre tan humilde que se hubiera rebelado, no era protagonista para nada en su vida, dicen los que le conocían que era muy torpe utilizando la palabra "yo". Yo mismo he descubierto desde que he hecho esta película cuántas veces al día digo la palabra "yo" y estoy alucinado, no utilizar esta palabra es difícil, y más cuando es alguien que tenía argumentos para utilizarla. Ha tenido que morirse Pablo para que su ejemplo tan discreto pueda llegar a más personas y pienso que para él esto también habrá sido un regalo de Dios.

Después de realizar este documental, ¿ve a los sacerdotes con otros ojos?
Sí. Antes era crítico con los sacerdotes, como lo era con cualquier otra persona. Ahora me doy cuenta de que durante muchos años he estado subido a una peana, que es mi propia postura, mi propia presencia, mi modo de ver la vida desde donde juzgaba a las personas, te eriges como juez de todo el mundo, aunque sea con buenas intenciones. En el caso de sacerdotes, esto está más acentuado. Los propios cristianos de a pie tenemos la costumbre de juzgar a los sacerdotes y les decimos cómo tendrían que ser y les exigimos virtudes que no nos exigimos a nosotros mismos. Yo ahora procuro ver detrás de los sacerdotes un Dios humilde que actúa a través de las personas, por motivos que ignoro. Dios colabora con las personas y no hace selección de personal, no busca a los mejores, busca a todos y obra a través de ellos.

¿De qué manera le ha cambiando la vida toda esta historia y la gran trascendencia que está teniendo?
Es un poco pronto para decirlo, todo ha ocurrido en poco tiempo. Pero hoy diría que deseo, para empezar, vivir con más agradecimiento. En mi vida he tenido circunstancias fortuitas que han afectado muy positivamente a mi vida, a veces pienso que me casé con mi mujer por accidente, porque cogí un teléfono que no tenía por qué coger. Me hice director de cine por casualidad también, se cruzó en mi vida una historia, escribí un guión e hice una película. Y ¿por qué he hecho "La última cima"? Porque tuve la suerte, le hubiese podido pasar a cualquier otro, de conocer a este hombre doce días antes de su muerte y de haber grabado la conferencia que no me apetecía nada escuchar, había viajado hasta Madrid expresamente y lo único que quería era volverme, lo hice porque un amigo mío, que es un pesado, insistió muchísimo. Desde entonces cada mañana pienso ¿cuál es la sorpresa de hoy? Y no lo sé, me dejo sorprender porque creo que Dios está detrás de todas las cosas, incluso las más vulgares te pueden afectar a la vida. Es un pedazo de milagro estar vivo. He aprendido también que tienes que distanciarte y entonces todo encaja, incluso el dolor. Formamos parte de un proyecto más grande, que escapa a nuestro control, y es que aquí no se muere nadie, ésta es la sensación que tengo, no estamos hechos para la muerte, entonces la idea de vida eterna... todas las piezas encajan al final. El resultado al final más palpable es la paz, yo ya no tengo miedo.

¿Se identifica en alguna cosa con Pablo?
En muchas. Hay muchas casualidades que incluso me sorprenden. Pablo nació tres días antes que yo en el mismo barrio. Era montañero, es mi pasión desde niño. Y creo que tenía una visión de cómo había de comunicar la noticia del evangelio que comparto al cien por cien, comunicarse de forma sencilla y con alegría. Nadie comunica mejor que aquel que cree lo que quiere comunicar a los demás, "fray ejemplo" es el mejor predicador, y pasa con cualquier cosa, se contagia lo que uno ama. Estoy seguro de que hubiera sido amigo de Pablo de haberlo conocido antes, buenos amigos.

Usted ha dicho que quiere ser un santo. ¿Qué significa ser santo hoy en día?
Un santo es una persona que ama a quien se le ponga delante. Ésta sería la definición, la que da el Evangelio, "que os améis los unos a los otros como yo os he amado". Y esto es complicado. Y de ahí se deriva todo lo demás, el amor a Dios que es tu sostén para todo. Amar a los que ya se aman no tiene mérito, es fácil. Lo difícil es amar al vecino que te fastidia, al jefe que te lo pone complicado, al compañero que te traiciona... Si repasas desde que tienes memoria te das cuenta del mal que has hecho, te salen muchos cadáveres, a veces por un simple comentario que has hecho a alguien, haces un chiste, te ríen la gracia, tú tan contento y el otro con una patada en el estómago. Has perdido la ocasión de amar a esta persona que lo que esperaba es que te callaras. Ese ideal es el que me apetece, el que me provoca, me interesa cuanto he amado hoy, es el único currículo importante. Es cuestión de detalles pequeños y está al alcance de cualquiera cultivarlos. Yo sé que voy a hacer el mal, lo que intento es rectificar antes, no aspiro a hacerlo todo bien, me conozco y sé que lo único que puedo hacer es pedir perdón y rectificar cuanto antes. La perfección no es de quien no hace nada mal, sino del que lucha por hacer las cosas bien, y esto se puede aspirar.