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"Escandaloso", "mucho más salvaje que el año pasado" o "espantoso". Así definen los comerciantes y restauradores del Moll de Ponent del puerto de Maó el botellón que reúne casi cada noche de verano a decenas de jóvenes en las inmediaciones de la Estación Marítima. El número creciente de participantes -cifrado por algunos de los empresarios consultados en unos 2.000- preocupa y mucho en los negocios de la zona y no sólo por las consecuencias económicas sino también por la pésima imagen que da la ciudad y Menorca.

"¿Tú te imaginas que llegases al Aeropuerto de Menorca y te encontrases con un botellón? Pues esto es lo mismo, el puerto es la segunda puerta de entrada a la Isla y nadie parece querer darse cuenta de lo que se están encontrando casi cada día centenares de pasajeros", comenta Manuel Lora, a quien han contado que el capitán de uno de los buques que atraca en la Estación Marítima se negó a desembarcar a los pasajeros hasta que el aparcamiento estuviese en condiciones.

Unos metros más adelante, a la puerta de uno de los restaurantes, la anécdota cobra peso. "Cuando nosotros nos fuimos a la 1.30, ya había bastante gente. Nos costó sacar el coche porque la gente pone sillas y mesas de camping, y al parecer a las 3 estaba a tope", explica un camarero, que se queja de algunos cristales rotos y la suciedad que los servicios de limpieza no consiguen hacer desaparecer, al igual que la responsable de una tienda de artesanía que hay al final de la zona de pubs. "De vandalismo, no me puedo quejar y cuando abro suele estar bastante recogido, aunque ves algún cristal y papeleras llenas", explica.

Los perjuicios son más evidentes para los pubs que resisten en esta parte del puerto. "No podemos asegurar que toda esa gente estaría aquí si no hiciesen botellón, pero sí que no se da una buena imagen", sugiere una camarera del Akelarre. Uno de sus compañeros tras insistir en que "este año el botellón es mucho más bestia que el pasado", añade que "no paran de entrar jóvenes, algunos no sé si tienen incluso edad para beber, piden vasos, hielo o ir a lavabo. ¿Qué pasa, que hay un vacío legal y no se puede hacer nada para evitar esto?, se pregunta.

Sa Proa se convierte en el local más perjudicado

"Si este fuera el puerto por el que me paseaba de niña con mis padres, no me quedaría callada", me asegura una camarera gallega que trabaja en Sa Proa, el establecimiento más perjudicado de entre los perjudicados por el botellón de la Estación Marítima. "Nosotros no somos responsables de nada, sólo estamos aquí. No les vendemos ni hielo, ni vasos, ni bebidas. Tenemos que estar pendientes de que no nos desmantelen la terraza, por la que pagamos más que nadie porque es de Autoridad Portuaria, y encima les tenemos que dejar ir al baño porque si no lo hacen todo por fuera y se queda hecho una porquería". Detrás de la triste letanía de quejas de Sa Proa no hay una postura intransigente, como tampoco la hay entre otros empresarios.

"Yo entiendo que la situación no es buena y que los jóvenes quieran divertirse pero este no es el sitio", afirma la camarera casi calcando las palabras de Lora, y apuntando como posible solución la habilitación de una zona para hacer botellón porque "luchar contra algo así es imposible". A tanto no han llegado, pero, un año más, la Asociación de Artesanos, Comerciantes y Restauradores del Puerto de Maó ya se han dirigido a Autoridad Portuaria y a la Administración del Estado para denunciar la situación.