Obstáculo. Cuando el conductor percibe el badén, reduce la velocidad y supera el paso sobreelevado a 10 kilómetros por hora para reducir la sacudida - Gemma Andreu

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Los chóferes de Autocares Torres que cubren la línea regular a Cala en Blanes conocen de primera mano los inconvenientes que causan los pasos sobreelevados a lo largo de la ruta. Ayer nos embarcamos con uno de los autobuses para comprobar 'in situ' los perjuicios que los reductores de velocidad causan y que desde hace años denuncia ASTRAME.

El conductor esta vez es Pere García Pons, chófer en la compañía con 15 años de experiencia. Salimos a las 16 horas de la Plaça des Pins, en dirección a Cala en Blanes, en un autobús repleto aún de turistas. El primer paso sobreelevado lo encontramos en el tramo urbano frente al bar Bananas. "Este no es de los peores", nos comenta el conductor. A lo largo de la carretera de Cala en Blanes no hay ninguno. La carrera de obstáculos empieza en el segundo badén, frente a la Torre de s'Aigo, dentro de la urbanización. El chófer encuentra otro a tan sólo 50 metros. En la avenida principal hay otros tres instalados. Uno de los peores llega cuando el autobús circula en Los Delfines. "Este es uno de los dañinos, al badén se añade la existencia de un socavón", señala el conductor, mientras supera el obstáculo con el vehículo parado para evitar una fuerte sacudida.

Llevamos 7 pasos sobreelevados superados y aún quedan por llegar. Frente al Top Marquets el conductor supera el siguiente y otro en la avenida Calas Piques. Los dos últimos, antes de salir de la urbanización, son los peores, según comenta. En una ruta normal, el chófer vuelve a encontrarse de regreso a Ciutadella con el badén frente al bar Bananas, antes de llegar a la parada. Pero estos días, debido al cierre del vial frente al centro sociosanitario de Santa Rita, la ruta tiene que dar un rodeo por el polígono, dónde el conductor encuentra un reductor de velocidad de caucho negro y amarillo frente al Lidl. "Estas bandas son las más perjudiciales, porque causan una sacudida más brusca", dice, mientras las cabezas de los pasajeros siguen el movimiento del desnivel. La última banda está frente al cementerio antiguo. Una vez superada, el conductor puede conducir tranquilo de regreso a la parada de la Plaça des Pins.

Tras tres cuartos de hora de recorrido, el chófer ha superado 13 pasos sobreelevados. Durante el turno, repetirá la ruta entre 5 y 6 veces, y los sobresaltos en cada badén. "Normalmente circulamos dentro de casco urbano y urbanizaciones entre 30 y 40 kilómetros por hora. Cuando llegamos a un badén, casi tenemos que pasar con el autobús parado y superamos el obstáculo a 10 o 15 kilómetros por hora. Si mantuviéramos la velocidad recomendada, las cabezas de los pasajeros tocarían el techo", señala. Para los autobuses que realizan este trayecto 34 veces al día, superar los badenes implica un desgaste de los frenos y de los amortiguadores. "Los autobuses tienen averías en la suspensión que no es normal que tengan", dice.

Para los chóferes, esta ruta cubierta de forma continuada, también se convierte en un suplicio. "Los problemas de cervicales y lumbares los notamos más de la cuenta, incluso un chófer ha tenido que ser desviado a otra ruta por problemas en la espalda".

Aunque el conductor señala que los pasajeros no suelen quejarse por los saltos que obligan a hacer los badenes, reconoce que "debe ser incómodo para los viajeros". Pere Garcia, desde su experiencia, comenta que el problema de los pasos sobreelevados hechos de asfalto es que "las rampas están mal hechas y son más gruesos de lo necesario". El sector lleva años reclamando que se rectifiquen las bandas que no están homologadas. Dicen que en los puntos de la red viaria donde se ha actuado desaparecen las molestias.