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El vino se ha convertido poco a poco en uno de esos productos típicos de Menorca que gustan a los turistas para llevarse a su tierra y tener como recuerdo de la Isla. Sabedores de esta situación, el año pasado los viticultores de Menorca, juntamente con el Consell, idearon un envase especial para hacer más cómodo el transporte de este souvenir en los aviones. La iniciativa, no obstante, topó con las compañías aéreas y las tasas sobre el equipaje, y dio al traste con la idea, a no ser que un turista, además de la botella de vino, quisiera pagar 50 euros más por embarcar el envase, que era considerado como una segunda maleta.

El experimento fallido ha ocasionado una disminución de ventas en algunas bodegas, según explica el presidente de la Asociación de Productores de Vinos de Menorca, Lluís Casals. Y eso, a pesar de que los propios viticultores han optado por la imaginación y el ingenio ante la adversidad. Así, varios productores han aplicado la norma de que si los turistas no se pueden llevar el vino, ellos mismos se lo mandan a casa. Por ello, han contratado los servicios de una empresa de transporte que envía las compras de vino menorquín directamente a la casa del turista, siempre y cuando la compra tenga un determinado volumen, generalmente seis botellas.

La iniciativa, admiten los productores, les resta rentabilidad, pero al menos así, aseguran, reducen la bajada de las ventas, puesto que si no ofrecieran esta facilidad, concluyen, serían menos los turistas que comprarían vino de Menorca para llevárselo a su tierra. Lo más sorprendente de esta iniciativa es que para enviar las cajas de vino a los turistas, se utilizan los envases especiales que se diseñaron y fabricaron para que los caldos pudieran ser transportados en los aviones. Así, aseguran, no se pierde del todo la inversión.

No todo, sin embargo, han sido obstáculos para que los turistas se lleven a su casa vino menorquín. Algún touroperador, informan desde las bodegas Binifadet, no cobra por la segunda maleta, y así permite que se embarquen botellas de vino, sin que necesariamente tengan que ser más que seis, como sí pasa con los envíos que deben hacer directamente las bodegas.

De esta manera, los turistas que llegan a través de estos agentes turísticos no se ven en la disyuntiva de tener que comprar como mínimo seis botellas de vino si quieren llevarse una muestra del producto insular hasta su tierra.

El descenso en las ventas en las bodegas producirá en algunos casos un aumento de las reservas de vino, lo que puede acabar causando que algunos caldos se echen a perder, especialmente los blancos y rosados, que no aguantan tanto tiempo en calidad como pueden hacerlo los tintos.