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Me llamo Saturnino Martínez Martínez, aunque todos me llaman Mateu; nací y vivo en Maó y tengo 62 años. Tal como hacía mi padre, elaboro helados, polos, barquillos y caramelos. Los martes, que es cuando tengo tiempo libre, me gusta leer, ver fútbol, ir a pescar y al campo.

¿Usted ya tuvo claro que seguiría con el negocio familiar o le hubiera gustado dedicarse a otra cosa?
Mis hermanos y yo hemos visto a mi padre elaborar los helados y demás productos desde pequeños, pero lo cierto es que cuando era joven no me quería dedicar al negocio familiar porque es muy sacrificado y hay que echar muchas horas. Aun así, nosotros ayudábamos a mis padres, y recuerdo que íbamos por las calles de Maó a repartir el helado en un carrito. Era muy duro porque las calles estaban sin asfaltar. Aún me acuerdo de que un helado valía 15 céntimos de los de entonces. Después, como me gustaba mucho la hostelería, llevé varios bares, pero al final he acabado elaborando los mismo productos que hacía mi padre.

Dice que trabaja muchas horas, ¿cómo es su día a día?
Me gusta mi trabajo porque es muy variado y entretenido a pesar de las horas que conlleva. Hay días que empiezo a las 7 de la mañana y termino a las 8 de la tarde. Según qué días, voy haciendo los barquillos, las gildas (caramelos), los polos, los helados y las manzanas de caramelo. Mi padre se levantaba a las 5 de la mañana para picar el hielo. El helado lo hacía con una manivela y una pala, por lo que la producción era limitada. Yo ya no lo hago así porque ahora todo se ha mecanizado mucho, pero las medidas y los ingredientes siguen siendo los mismos, lo que cambia es la manera de producirlos.

Desde hace un tiempo se está llevando una campaña para que los niños no consuman tantas golosinas, ¿cree que se ha disminuido el consumo?
Aquí vienen clientes de toda la vida, han pasado diferentes generaciones. Los niños se pueden llevar un euro en chucherías, pero los adultos se llevan bolsas enteras. Creo que el hábito sigue siendo el mismo. Hace 40 años, los pequeños venían con una peseta y podían comprar chicles, regalices, cacahuetes y poco más. Ahora, la oferta de golosinas es infinita, cada semana hay productos nuevos.

Pronto le tocará jubilarse, ¿qué planes tiene en mente?
Supongo que traspasaré o venderé el negocio y, si la persona interesada quiere, podré enseñarle a hacer helados, barquillos, caramelos y polos como los hago yo. Quiero dedicar mi tiempo a vivir, que son dos días. Podré leer, pescar, pasear y ver fútbol, cosas que me gustan.