Celebración. El obispo Omella participó en la bendición de las instalaciones y ofreció una charla - Gemma Andreu

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"En les societats pobres el que està en perill no és la qualitat de vida, és la vida mateixa". Así rezaba el cartel que ayer lucía al lado de marcos de fotos, bolsos, tejidos, cajas de decoración, revisteros o paragüeros, en la tienda de las nuevas dependencias de la delegación menorquina de la organización católica Manos Unidas situada en el sótano de la casa parroquial de Santa María.

Al centenar de voluntarios que día tras día ofrecen sus manos para colaborar con el tercer mundo, la frase les era familiar, pero para quienes visitaban las dependencias por primera vez, el enunciado daba a entender la esencia solidaria de quienes colaboran con los más necesitados.

El obispo de Menorca, Salvador Giménez Valls, y el obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño y consiliario nacional de Manos Unidas, Juan José Omella, bendijeron ayer las nuevas dependencias con una ceremonia religiosa cargada de mensajes y de sentimiento hacia los más humildes y de felicitaciones para quienes ofrecen su tiempo a cambio de solidaridad.

El obispo de Menorca dio gracias a Dios por el hecho de que el trabajo que se realiza en los talleres ayude a "nuestros hermanos, en muchas ocasiones desconocidos". Por su parte, el obispo riojano, Juan José Omella, felicitó al presidente de la delegación en Menorca, José Vilafranca, porque "sin director no hay orquesta", puntualizó Omella, y añadió que "sin orquesta tampoco hay director". A ello, Vilafranca aseveró que lo importante no es el director sino la partitura para que la música suene bien "y aquí está bien aprendida".

Omella quiso recordar el momento en que la presidenta nacional de Manos Unidas, acompañada por la africana Cecil, recibió el premio Príncipe de Asturias de la Concordia y puntualizó que "los pobres reciben mucho de nosotros pero nosotros también aprendemos de ellos puesto que recibimos dignidad, paz, humildad y solidaridad", destacó.

Los voluntarios opinaban sobre las nuevas instalaciones, observaban con atención sus trabajos, se reunían en torno a máquinas de coser, hilos y telas como si estuvieran en su propia casa y mostraban su amor por tan solidaria organización católica. "Esta tienda la construimos con nuestras manos, entre todos", señalaba una voluntaria y añadía emocionada que "Manos Unidas ha evolucionado enormemente en 50 años y ha culminado con el Príncipe de Asturias a la Concordia, me pareció que me lo entregaban a mí". Otra voluntaria aseguraba que al colaborar con Manos Unidas "te das cuenta que mientras aquí vivimos crisis, en el tercer mundo sufren la muerte, el hambre y la enfermedad".

Una vez celebrada la bendición de las dependencias, monseñores Juan José Omella y Salvador Giménez Valls mantuvieron una conversación con los voluntarios para intercambiar impresiones, sensaciones y formas de colaborar con Manos Unidas. Para finalizar el acto de inauguración, el obispo riojano ofreció una charla en la Casa de la Iglesia de Maó sobre "Presente y futuro de Manos Unidas, Príncipe de Asturias 2010 de la Concordia".