Román. La menorquina reconoce que le resultó duro dejar a su familia en Menorca - J.O.

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Las dificultades económicas obligaron a Antonia Román Mercadal (Ciutadella, 1953) a emigrar a Ferrol junto a su marido y sus dos hijos a principios de 1985. La suerte no les sonrió tampoco en Galicia, donde la reconversión industrial afectó a los astilleros y la situación se complicó de nuevo para la familia de la menorquina. Ante este panorama, Antonia y su marido optaron por tomar una decisión drástica e instalarse en Melbourne, a más de 10.000 kilómetros de distancia. Buscaban un futuro mejor y lo encontraron en Australia, donde residen desde hace 24 años. "Siempre pensamos que volveríamos a España pero nos adaptamos bien y aquí estamos todavía", explica Antonia.

¿Qué recuerdos guarda de su infancia en Menorca?
Recuerdo muchísimas cosas. En primer lugar, la tranquilidad de poder jugar en la calle sin ningún peligro pues en aquella época había muy pocos coches. Después de cenar, todos los vecinos nos sentábamos en la calle y hablábamos, era nuestra manera de entretenernos porque no teníamos televisores ni ordenadores. En verano íbamos a la Platja Gran e incluso a veces cenábamos allí mismo, en las rocas, berenjenas rellenas y coca con tomate. También me acuerdo mucho de mis amigas y de lo bien que lo pasábamos. Esperábamos con ansia las fiestas navideñas y la llegada de los Reyes Magos, aunque los regalos eran siempre sencillos.

Supongo que también vivían con intensidad las fiestas de Sant Joan...
Sí. Recuerdo mucho el Dia des Be. Mi padre era guardia urbano y todos los años acompañaba al "homo des be". Nosotros íbamos detrás todo el rato porque nos daban "dolces" y nos poníamos morados. Durante las fiestas, los caballos pasaban por delante de casa, los podíamos tocar desde la misma ventana.

Se casó muy joven, ¿no es así?
Sí. Tenía sólo 17 años cuando me casé con un gallego que vino a trabajar a la Isla. Mi marido trabajaba como maestro albañil pero las cosas no le fueron muy bien y decidimos marcharnos a Galicia con nuestros dos hijos.

¿Qué tal la experiencia?
Galicia es preciosa pero la verdad es que me costó mucho dejar a mis padres y hermanos en Menorca. Nos instalamos en Ferrol y estuvimos viviendo allí durante dos años. Nos tocó vivir el cambio de gobierno y la reconversión industrial. Los astilleros cerraron y fue muy triste ver cómo muchos se vieron obligados a pedir limosna en las calles. Por todo ello, tomamos la decisión de marchamos a Australia.

¿Por qué tan lejos?
Una hermana de mi marido vivía allí desde hacía diez años y nos dijo que había trabajo, así que decidimos probar suerte. Llegamos a Melbourne en agosto de 1986 con dos maletas y tuvimos que empezar de nuevo, siempre con la esperanza de que nuestros hijos tuvieran un futuro mejor.

¿Lo consiguieron?
Sí. Trabajamos mucho para salir adelante, pero los chicos pudieron estudiar una carrera. El mayor, Carlos, es ingeniero mecánico y recientemente se ha instalado con su familia en Dubai, donde le ofrecieron un trabajo como director de un colegio internacional. Mi hija pequeña, Susana, ejercía como profesora de sociología y psicología en un colegio de Educación Secundaria pero decidió dejarlo y montar un pequeño café. Trabaja mucho pero está muy contenta.

Volvamos a sus inicios en Australia ¿Les resultó complicado adaptarse a la nueva vida?
Sí, fue duro. Aún así, Australia me gustó desde un primer momento y también contamos con la ayuda de mi cuñada. Las primeras semanas nos ayudó mucho pero con el tiempo nos tuvimos que espabilar. Ni mi marido ni yo sabíamos ni una palabra de inglés y la verdad es que nos costó mucho aprender el idioma. Recuerdo que iba al supermercado y cuando la cajera me preguntaba "How are you today?" (¿Qué tal está hoy?) yo no entendía nada. Ella sólo quería ser amable y yo le señalaba la caja para que me dijera a cuánto ascendía la compra. La verdad es que me sentía totalmente inútil.

¿Se apuntó a algún curso?
Sí. En Australia hay muchas ayudas del Gobierno en este sentido. Poco a poco fui acostumbrando el oído y empecé a defenderme, aunque se me notaba mucho el acento. Por el contrario, mis hijos aprendieron inglés en sólo dos meses. Ellos venían con nosotros cuando íbamos al banco o al médico y hacían de traductores.

¿Cómo respondieron sus hijos a este cambio?
Bastante mejor de lo que yo esperaba. Carlos tenía 15 años cuando llegamos y se puede decir que aquí encontró su elemento. Comenzó a surfear y a ir de acampada e hizo amigos muy fácilmente. Susana tenía sólo 10 años y en tan sólo dos meses ya hablaba inglés a la perfección, sin ningún tipo de acento.

El clima también debió resultarles muy diferente...
Sí. En Melbourne puedes tener las cuatro estaciones del año en un mismo día. ¡Aquí nunca puedes guardar del todo la ropa de invierno o de verano!

¿Encontraron trabajo fácilmente?
Durante el primer año me dediqué a aprender el idioma pero después encontré trabajo en la fábrica St Albans Textile, una empresa familiar en la que me encontré muy a gusto desde el primer momento. Llevo 23 años trabajando allí y a día de hoy soy la encargada de la sección de empaquetado. Mi trabajo consiste en revisar los pedidos de los clientes y controlar que la mercancía esté empaquetada antes de que el camión venga a buscarla cada tarde. Mi marido trabajó por su cuenta durante mucho tiempo poniendo baldosas pero hace unos años encontró un trabajo en una fábrica de paneles de hormigón. La verdad es que el ya tendría que estar retirado pero dice que espera a que yo me jubile para dejar de trabajar.

¿En que zona de la ciudad viven?
Vivimos en un pueblo llamado Oakleig Sout, a 15 kilómetros de Melbourne. Estamos tan sólo a unos minutos del centro comercial más grande de Australia, "Chastone", donde hay más de 500 tiendas y unas 16 salas de cine.

¿Qué idioma hablan en casa?
Siempre hablamos en castellano pero cuando me enfado siempre me expreso mejor en menorquín. Nuestros hijos hablan castellano, menorquín y entienden perfectamente el gallego.

Diversos estudios internacionales han calificado Melbourne como una de las ciudades con mayor calidad del vida del mundo ¿Es así?
La verdad es que aquí se vive bastante bien. Nosotros tenemos la ventaja de no vivir en la ciudad pero es cierto que en Melbourne hay mucha vida. Recuerdo que cuando llegamos, hace 24 años, la ciudad estaba casi desierta los domingos y ahora hay gran número de terrazas, discotecas y salas de fiesta que abren durante el fin de semana. En Melbourne hay tantas cosas que ver que uno nunca se aburre. En invierno puedes ir a la nieve y en verano a la playa o a la montaña. Mi marido juega al golf cada semana con un grupo australiano y una vez al mes con un grupo de sudamericanos. Las mujeres también nos reunimos y cuando acaban de jugar hacemos una barbacoa y lo pasamos muy bien. Además, pertenecemos a un club de españoles.

¡¿Un club de españoles?!
Sí. Un cura español puso en marcha el grupo hace unos cuarenta años y, al morir, dejó el local en propiedad para todos los socios. Actualmente somos alrededor de 400 socios y organizamos muchas actividades. Los viernes jugamos a bingo y los sábados celebramos fiestas como las de Santiago, San Isidro o la Virgen de Covadonga. La gran mayoría de socios son asturianos y también hay muchos madrileños. ¡Todavía no he encontrado a ningún menorquín en Melbourne!

¿Han viajado por otras zonas de Australia?
Sí. ¡Australia es muy grande! Antes solíamos coger el coche e íbamos sin rumbo fijo. Viajábamos por el país durante una o dos semanas cada año. Uno de los viajes más largos que hicimos fue hasta Alice Springs, donde nuestro hijo trabajaba como profesor. Mi marido decidió que fuéramos en coche en vez de en avión, aunque teníamos que recorrer 2.500 kilómetros. Me acuerdo que, después de pasar Adelaide, a 723 kilómetros de Melbourne, las carreteras eran todas rectas y a nuestro alrededor sólo había grandes extensiones de tierra roja. ¡Parecía que estábamos en medio de la nada! Paramos a dormir en un lugar donde la mayoría de viviendas se encontraban bajo tierra para evitar el calor. Todavía nos falta por recorrer mucho territorio de Australia y espero que algún día podamos ver más.

¿Viajan a Menorca regularmente?
Por desgracia no. Este año vamos a pasar las fiesta navideñas en la Isla. ¡Ya no recuerdo como son unas Navidades con frío! El año pasado estuvimos en la Isla por las fiestas de Sant Joan y tenía previsto viajar a Menorca en octubre, cuando mi madre cumplió 90 años, pero me fue imposible por razones de trabajo.

¿Le gustaría volver a vivir en la Isla algún día?
Me gustaría volver a instalarme en Ciutadella algún día pero mis nietas me tiran mucho. Además, no se si me gustaría volver a empezar de cero otra vez. Me pregunto si nos acostumbraríamos a vivir en la Isla después de haber vivido en un lugar tan grande y con tantas opciones como Australia. No obstante, la vida da muchas vueltas y nunca se puede decir de esta agua no beberé. Sea como sea, yo me siento menorquina y lo seré hasta el final.

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