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De padre alemán y madre irlandesa, Florence Roters (Maó, 1974) se crió en Menorca hasta que, con tan sólo once años, se marchó a estudiar a un internado del norte de Londres. La menorquina volvió a España para cursar la carrera de Derecho en la Universidad de Navarra pero la posibilidad de realizar un periodo de prácticas en un bufete de abogados la llevó en 1996 hasta Munich, donde reside desde hace catorce años.
Roters trabajó posteriormente en la compañía Siemens y fue allí donde conoció a su marido, con el que tiene dos hijos. Precisamente las ganas de estar más cerca de Xavier y Samara animaron a la menorquina a la hora de poner en marcha su propio negocio de decoración floral, que le permite trabajar desde casa y compaginar la vida laboral y familiar.

¿Qué atrajo a sus padres hasta Menorca ?
La verdad es que cada uno llegó a Menorca por separado y se conocieron en la Isla. Por un lado, la familia de mi padre se trasladó a Menorca tras la Segunda Guerra Mundial huyendo de la desastrosa situación económica en la que estaba sumida Alemania. Mi padre, que había estudiado arquitectura en Munich, se instaló en Maó y junto con un amigo, José Obregón, montaron el Estudio Obregón, en la Costa Deyà. Por su parte, mi madre conoció la Isla a través de sus padres, que pasaron unas vacaciones en Menorca. Ella decidió pasar una temporada en la Isla y fue entonces cuando conoció a mi padre. Se casaron en 1972 y todavía hoy residen en Menorca.

¿Guarda buenos recuerdos de su infancia en la Isla?
Sí, sólo tengo buenos recuerdos de Menorca. Pasaba veranos enteros en Es Grau y me acuerdo de ir con mis padres en barca hasta la Illa d'en Colom. También recuerdo los paseos por la playa de Son Bou durante el invierno, cuando parecía que el viento te podía llegar a levantar. Yo estudiaba en La Salle Mahón y me acuerdo que un año nevó y mientras iba al colegio veía los coches deslizándose por la carretera. ¡Nadie estaba acostumbrado a la nieve! Menorca fue y sigue siendo un lugar de ensueño para pasar la infancia y me da pena que mis hijos no tengan la oportunidad de vivir en un sitio tan especial, con una energía y un ritmo de vida tranquilo, rodeados de mar y espacio. Por eso intentamos pasar el mayor tiempo posible durante los meses de verano en Menorca con los abuelos y el resto de la familia.

No obstante, con tan sólo once años se marchó...
Sí, me marché a Inglaterra en 1985. Mis padres decidieron que estudiara el Bachillerato en un internado de chicas en el norte de Londres al ver que el número de estudiantes por profesor en el instituto era muy elevado. Mi madre había estudiado en un internado y, además, conocía el sistema de educación del Reino Unido y las oportunidades que éste brinda tanto a nivel de estudio como de plazas universitarias y de actividades extraescolares. Creo que, de algún modo, temían que mi nivel de estudios sufriera como consecuencia de algunas "distracciones".

¿Cómo vivió esta experiencia?
La verdad es que al principio fue muy dura. Sólo tenía once años cuando llegué al internado, que estaba en medio del campo en el norte de Londres, en un lugar llamado Potter's Bar. Dormía en una habitación con otras diez niñas y durante las primeras tres semanas no nos dejaban llamar por teléfono a casa para que nos acostumbráramos a no tener presentes a nuestro padres. El primer año pasó lentamente y con bastantes lágrimas pero poco a poco me integré e hice muy buenas amistades, que todavía hoy mantengo. Además tuve la oportunidad de practicar mucho deporte, participé en los equipos de natación y lacrosse del condado, así como de sacar la nota para poder entrar en la Universidad de Navarra.

Así que volvió a España...
Sí. Volví a estudiar Derecho en Navarra y allí estuve cuatro años que me pasaron volando. Éramos la primera promoción que hacía la carrera en cuatro años (antes eran cinco), así que estaba muy concienciada y pasaba la mayoría de las tarde estudiando. No obstante, también salíamos de marcha algunos viernes y recuerdo que tenía que hacer grandes esfuerzos para no dormirme durante las clases que teníamos los sábados por la mañana. El último semestre fui de Erasmus a Pescara, en Italia. Nos lo pasamos genial allí y aprendí italiano, lo que más tarde me ha facilitado las cosas a nivel laboral.

¿Qué le llevó hasta Munich?
Durante los tres últimos años de la carrera pasé los veranos en Munich para aprender alemán. Al finalizar mis estudios estuve dudando entre hacer una segunda carrera relacionada con el mundo de la restauración o comenzar a trabajar. Finalmente, me decidí por realizar unas prácticas en un bufete de abogados de Munich. Así fue como en 1996 me instalé en Alemania.

¿Cómo fueron los comienzos en el país germano?
Por un lado interesantes porque todo era nuevo pero por otro lado fue un horror. Empezó a nevar una semana después de que llegara, que fue a principios de noviembre. Recuerdo que se me congeló la cerradura del coche y no había manera de abrirlo. ¡Hasta un par de meses después no logré ponerlo en marcha de nuevo! La verdad es que me costó adaptarme a la vida aquí y todavía hoy me cuesta. Es difícil aprender bien el alemán, los artículos y las declinaciones siguen siendo mi gran fallo. No obstante, si no fuera por el clima y por no tener el mar y la playa cerca, Alemania, y Munich en particular, es muy bonita, limpia y segura.

¿Continuó dedicándose a la abogacía tras el periodo de prácticas en aquel primer bufete?
No. En Alemania he trabajado un poco de todo porque no podía ejercer como abogada sin convalidar mis estudios. Después de realizar las prácticas en el bufete, entré a formar parte del equipo de ventas de una compañía productora de cerámica técnica Morgan Advanced Ceramics. En el año 2000 encontré un trabajo como "project manager" en Siemens y, con el tiempo, dirigí a un equipo de comerciales de Túnez. Fue durante mi época en Siemens cuando conocí a mi marido, Michael.

¿Él es alemán?
Sí, Michael es alemán pero vivió con sus padres en Senegal una parte de su juventud y estudió el Bachillerato en un internado en Francia. ¡Por eso hablamos francés en casa! El es ingeniero de telecomunicaciones y responsable de ventas de Siemens en la zona de Magreb. Yo estuve negociando para él un contrato para un proyecto en esa región. ¡Fue amor a primera vista! A pesar de todo pasó un año hasta que decidimos salir juntos, durante la celebración de la "Oktoberfest" que se celebra cada año en Munich.

¿Sigue trabajando en Siemens?
No. El año pasado decidí montar un negocio de floristería. Quería trabajar desde casa para poder compaginar mi vida profesional con el hecho de tener niños pequeños. Los clientes me llaman, me piden lo que necesitan y yo lo preparo en casa. Me encargo de la decoración floral de restaurantes, negocios, peluquerías, fiestas privadas, cumpleaños, bodas, bautizos, etcétera. Además, a veces participo en algún mercadillo artesanal.

¿Está funcionando bien?
Sí. La verdad es que el negocio funciona bien teniendo en cuenta las horas que invierto. Los niños son pequeños y aún me necesitan así que todas las tardes están reservadas para ellos. Eso supone que a veces tengo que trabajar por la noche o muy temprano por las mañanas, como cuando tengo que ir al mercado de flores que abre a las 5 de la madrugada. No es tan fácil como uno se imagina, hay veces que pienso que un trabajo de oficina estaría mejor pagado y tendría menos responsabilidades pero me gusta mucho tener libertad y poder ser creativa.

¿Viven en el mismo centro de la ciudad?
No. Vivimos en el sur de Munich, en una zona llamada Pullach. La verdad es que me gusta mucho la gran variedad de locales que hay en la ciudad, así como los grandes parques que puedes encontrar. Tengo que dar la razón al New York Times que proclamó a Munich en 2007 como una de las ciudades con mayor calidad de vida del mundo. No obstante, mi corazón siempre añorará Menorca.

¿Qué es lo que más echa en falta de la Isla?
El mar, las playas, la comida, las fiestas, las puestas de sol, los pastissets, la gente, el puerto, el viento... ¡Tantas cosas!

¿Viajan a menudo a Menorca?
Por el momento visitamos la Isla una o dos veces al año. En total, estamos allí entre siete y ocho semanas al año.

¿Le gustaría volver a instalarse en la Isla algún día?
Por mi volvería a Menorca hoy mismo pero siempre es una cuestión de trabajo y, por ahora, no hay solución.

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