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Aunque no me haya pasado a la horticultura ni me refiera a los valencianos, los de "ramellet", los de pera o los cherry, sé que se avecina el tiempo de los mejores tomates. En breve, nos repetirán por activa y por pasiva que Fulanito, Menganito y Zutanito son el mejor candidato para tal o cual cargo. Que digo yo que si todos son igual de buenos, pues que establezcan unos turnos para que todos toquen un poco de vara de mando y nos eviten el latazo y el gasto, que no será poco.

(A modo de ejemplo comentar que para la difusión de la campaña de fomento a la participación a las elecciones de los consells y el procesamiento y difusión de la información provisional de los resultados de las elecciones a estas instituciones y al Parlament, el Govern haya reservado un millón de euros, pendientes en este momento de encontrar quién se los lleve a cambio de prestar el correspondiente servicio. Vayan ustedes multiplicando por comunidades y ayuntamientos).

Lo digo- lo de evitarnos el latazo y el gasto- aunque sé que esto contraviene toda parafernalia electoral y que nadie nos quita la campaña que viene, viciada de inicio porque todos nos van a querer vender los mejores tomates y cualquiera sabe que, al igual que pasa en Valencia -donde todos los tomates buenísimos son del El Perelló hasta el punto que El Perelló tendría que ser casi tan grande como la región- no se le pueden vender los mejores tomates a todo el mundo.

Porque los mejores tomates se agotan como se agota, si alguna vez existió, una clase política con altura de miras por mucho que se multipliquen los mensajes de su regeneración para la que todavía no se ha encontrado el abono conveniente. Se agota porque se deja en barbecho más de la cuenta la tierra partidista y cuando se siembra no siempre se utilizan las mejores semillas ni se utilizan las técnicas más adecuadas a fin de obtener excelentes productos. Y así la cosecha sale como sale. Nadie pondría la mano en el fuego en defensa de que es la mejor que se puede obtener, a la vista de las imperfecciones que presentan algunos de sus ejemplares.


MARC PONS. El candidato socialista al Consell se postula después de alcanzar la presidencia de la institución tras la marcha de Joana Barceló a la conselleria de Trabajo del Govern en septiembre 2008. Hasta ese momento, Pons era vicepresidente primero y conseller de Ordenación de Territorio y Vivienda, una cara conocida habida cuenta lo sensible del área en un territorio declarado Reserva de Biosfera, cuya planificación -a través del controvertido y premiado PTI- ha motivado no pocos conflictos políticos y judiciales.

A Pons le ha tocado lidiar con la herencia de una predecesora hábil como pocas, con un socio de gobierno, como todos, incómodo según para qué cosas y con una crisis tremenda que ha acabado por desmontar el discurso económico que venía blandiendo la izquierda menorquina (damos por válido que existe una izquierda, una derecha y un centro), un tanto complaciente, quizás, a la vista del descalabro que ha sufrido la Isla.

A Pons, un hombre pausado y paciente, no se le ha visto demasiado suelto en esta coyuntura, ni tampoco en la defensa de su honorabilidad puesta en entredicho -afortunadamente nadie quiere para Menorca el espectáculo de otros lares- y hasta ahora con escasa fortuna habida cuenta la falta de consistencia de las acusaciones que se han vertido contra él.

Características personales aparte, por todo ello, el socialista no llega en su mejor momento a la cita. O lo que es lo mismo, el primer tomate de la cesta no es, a priori, sumamente apetecible, aunque la confianza que sus compañeros de mata han depositado en él y la experiencia en la institución insular pueden dotarle de un lustre que contribuya a disipar esta percepción.

Santiago tadeo. Tampoco parece muy apetecible el aspirante popular. Éste tomate, de momento, no anima a preparar un buen plato por mucho que sus compañeros de mata también hayan cerrado filas con él y estén dispuestos a ser los reyes de la cocina con el inestimable apoyo de miles de fieles pinches. Nada se le puede reprochar a Tadeo en lo que al Consell se refiere porque nada ha tenido que ver con él en los últimos tiempos.
Santi se colocó al frente de la lista ante la perplejidad de propios y extraños cuando quedaba lejos la contienda electoral y soplaban nuevos vientos desde Palma, con un Bauzá como nuevo presidente del partido proclamando que en sus filas había gente buena suficiente como para que no se simultaneasen cargos.

Con esta inopinada acción, Tadeo motivó la caída de un tomate afín del que, al menos, se podía valorar su capacidad para integrarse en la salsa consejeril. La razón por la que no hubo ni siquiera opción de que se plantease que Juana Francis Pons Vila encabezara la lista popular al Consell me la imagino pero no la comparto en la medida en que, a mi juicio, se enmarca en la ilógica electoral.

Como Marc, Juana Francis puede hablar de la política insular de primera mano pues ha estado bregando buena parte del mandato con el equipo de gobierno y con su heterogéneo grupo sobre los asuntos más candentes de la actualidad menorquina y ha sido la cara de la oposición todo este tiempo. El porqué se ha decidido desaprovechar este activo me resulta incomprensible. Quizás es que Tadeo es un tomate con propiedades ocultas todavía por descubrir.


Maite Salord. Valor seguro es el que se le atribuye a la candidata del PSM. Este tomate viene avalado por sus buenos resultados en la olla a presión del Consistorio ciutadellenc. Discreta y agradable, capaz de entenderse con sectores ideológicamente opuestos, como en la negociación de la adquisición de los palcos del teatro de Es Born, su labor callada y constante ha sido reconocida por sus compañeros que confían en su tirón tanto para la plaza Biosfera como para Dalt la Sala sin que haya sido obstáculo que Salord diste mucho de ser un torbellino y del perfil de su predecesora.

Un cambio-tomate en toda regla con visos a salir bien porque los suyos más que mata son una piña que tiene muy claro en qué frutero quiere estar y cómo puede conseguirlo, sin que parezca que vaya a estorbarle ninguna de las malas hierbas que se han colado en el terrenito insular este mandato, que no han sido pocas.

Pilar Carbonero. Lo de la alcaldable de Ciutadella tampoco es la alegría de la huerta. Si la herencia de Pons era a beneficio de inventario, más de uno hubiese rechazado la de Carbonero. A este tomate le ha tocado crecer en la tierra más dura y bajo unas condiciones inclementes y a nadie debe extrañar que con frecuencia tenga tan mala pinta.
Pocos podrían sobrevivir en tan duras condiciones, cuando no tienes ni un mal saco de guano con el que abonar la ilusión ciudadana a base de promoción cultural, reparto de subvenciones e inauguraciones varias, cuando la acción de gobierno está tan despojada de todo aquello que la hace atractiva.

Pero Carbonero ahí está, dispuesta a no dejarse vencer por las dificultades sin más aval que su firme convicción personal de que su proyecto es el mejor para Ciutadella (con los proyectos pasa como con los candidatos y con los tomates, todos tienen los mejores, que digo yo que elijan uno cualquiera y se pongan a ejecutarlo al cien por cien).

Sin más aval que los pocos logros que la maltrecha economía municipal le han permitido y el pésimo espectáculo que ha dado el PP en los últimos tiempos, que para la próxima cita presenta un tomate cherry, Txiqui de Sintas, cuyo aval, quitando el poder de la mata madre, todavía es más exiguo que el de Carbonero, a no ser que las propiedades señoriales sean más benéficas de lo esperado.

Vicenç Tur. También a otro tomate cherry, Àgueda Reynés, se enfrenta el candidato a la alcaldía de Maó. Tur en Valencia sería un tomate del Perelló. Con buena presencia y buenas perspectivas. Todas las dificultades de los alcaldables del PP y el PSOE en los dos principales huertos de la Isla no van con este tomate.

Como Pons, Tur llegó a la Alcaldía de rebote -con la elección de Arturo Bagur como senador por Menorca hace un par de años después de campar (y cabalgar) a sus anchas en el municipio de Levante- y, pese a que la crisis le ha pillado como a todos, parece haberse hecho rápidamente con el cotarro, aprovechándose de la carambola que supone sacar del cajón proyectos eternamente prometidos y pendientes gracias al Plan E.

Tur proyecta imagen de seguridad y buen rollo y es, de lejos, el tomate más dulce de todos. Y aunque a un político le deberíamos pedir mucho más que eso, en los tiempos que corren no son malas cualidades. El problema es que no sea tan de El Perelló como parece y que a la hora de comprar, el votante no se fíe.

Como con todos, habrá que esperar qué dice el mercado el 22 de mayo.