Trabajos. La infraestructura viaria más importante de la Isla se desarrolla simultaneando tareas que exigen maquinaria y mano de obra muy especializadas - Paco Sturla

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El pasado mes de julio tenía lugar el acto simbólico de colocación de la primera piedra de la variante de Ferreries. Sol de justicia, complacencia por el logro conseguido con la puesta en marcha de este proyecto, respuesta a una reivindicación histórica, garantía de seguridad y fluidez para la red viaria de la Isla y anuncio esperanzador en materia de empleo en plena crisis. Se crearán un millar de puestos de trabajo, anunció el Consell entonces. "Por aquí pasarán unos mil trabajadores. En este momento, ya han pasado una tercera parte", corroboró la dirección de obra en el transcurso de una visita efectuada a primeros de diciembre con motivo del inicio de la perforación del túnel. Otra cosa es si, tal y como aseguró la institución insular, el 70 por ciento de ese millar de puestos de trabajo será ocupado por trabajadores de Menorca.

La dirección de UTE Ferreries –la unión temporal de empresas integrada por Ferrovial-Agroman y Concesiones y Contratas Illes Balears adjudicataria de la variante– informa que hasta el momento han pasado por las obras 360 trabajadores, de los cuales 235 son residentes y el resto no residentes. El problema estriba en determinar cuántos de estos residentes son menorquines, habida cuenta que lo primero que hace cualquier persona que se instala en una isla es empadronarse a efectos de beneficiarse de las bonificaciones al transporte aéreo.

A falta de datos oficiales y hasta el momento –cuando la obra está ejecutada al 33 por ciento– fuentes conocedoras del mercado laboral isleño consultadas cifran en una veintena el número de empleados menorquines en las obras de la variante. "No, no puedo decir cuántos, pero son bastantes más", asegura un trabajador que prefiere mantener el anonimato y que aprovecha para desmentir que vivan en módulos prefabricados. "Se ha dicho por ahí, pero no es así. Prefabricados tiene la UTE para las oficinas, comedores, vestuarios, duchas pero los trabajadores viven en pisos alquilados en varios pueblos, creo que hay gente en todos menos Sant Lluís y Es Migjorn, y también hay muchos en el OAR de Ferreries, que no veas cómo les debe llegar la ropa a la lavandería", comenta irónicamente el trabajador.

Empleados

Son bastantes más que 20 si bien es más que probable que no sean siete de cada diez. El motivo, la alta especialización de algunos de los tajos necesarios para la ejecución de la obra, tal y como explicaban sus responsables en aquella visita de diciembre, en clara referencia a las tareas de perforación del túnel, el primero –y probablemente el último– que se construye en Menorca.

Esta misma razón es la que aluden en el entorno de la Conselleria de Trabajo. "Las tareas que se están desarrollando en estos momentos exigen una mano de obra muy cualificada y debe ser así porque si no el porcentaje de accidentes subiría mucho. Posiblemente, a medida que avancen las obras, entrarán trabajos que puedan realizar personas de aquí".
Esta falta de especialización, se revela como un punto débil del sector de la construcción y se antoja difícil de abordar. "Según que tareas, al trabajador no le interesará formarse porque las oportunidades de ejecutarlas en una isla como Menorca son muy bajas y con la calidad de vida que se disfruta aquí y la competencia que hay fuera tampoco parece muy factible que se animen a trabajar en otros lugares", explica un ingeniero buen conocedor de algunos de los proyectos de obra civil más relevantes que se han impulsado en la Isla.

Industriales

Algo similar sucede con la participación de empresas isleñas en este tipo de proyectos. Aunque hay excepciones como las menorquinas Trabajos Submarinos de Menorca y IOS Itacaré que se codearon con la madrileña Sociedad Internacional de Trabajos Subacuáticos en las obras de la desalinizadora de Cala Blanca, o Transportes J. Sánchez y Transgrume lo hacen ahora en la variante con Prefabricados Gadea, muchas firmas de la Isla quedan fuera.

En este sentido, el pasado septiembre los industriales menorquines salían a la palestra para criticar que buena parte de los trabajos de obra civil que se ejecutaba en Menorca era llevada a cabo por empresas de fuera. "Con los precios que pagan hay quien prefiere tener la máquina parada", asegura un político local que se ha interesado por el tema.

Los precios influyen, cierto, pero "no los marcan las utes, los marca el mercado", advierte un técnico consultado al referirse a la política habitual de las grandes empresas que suelen subcontratar la mayor parte de los proyectos que ejecutan tras solicitar ofertas de diferentes contratistas y elegir, al menos en el caso de las más serias, a quien mejor relación calidad-precio le ofrece en la ejecución de los trabajos. "Y aquí hay empresas que duplican el coste de las que vienen de fuera, cuando hay conceptos, como dietas y viajes, que no tienen por qué pagar", argumenta. Marca el precio, pero también otros factores como los ritmos de trabajo o los medios materiales. "Hay maquinaria que no existe en la Isla o de la que sólo hay una máquina y si cuando la necesitas está en otro trabajo ya no puedes contar con ella", añade el técnico.

Esta inexistencia y escasez se explica cuanto más específica es la maquinaria de que se trate y menos sean sus posibilidades de uso. "Está claro que las empresas de Menorca no pueden tener la misma maquinaria que las de fuera por la sencilla razón que hay cosas que nunca se llegarían a amortizar porque la obra que se proyecta aquí está dimensionada a las condiciones de la Isla y ellas no suelen competir en la Península", apunta este profesional.

"El problema es que una actuación de esta envergadura viene condicionada por unos plazos y unos costes muy estrictos. Si esto no fuese así, podrías ejecutarla con más empresas y trabajadores de la Isla, pero habría que ver hasta qué punto sería eficiente si se tiene en cuenta las limitaciones de cualificación y de medios que presentan algunas de estas firmas", detalla el técnico.

Su argumentación, en sintonía con las aportaciones del resto de fuentes consultadas, supone un inquietante resumen sobre el sector de la obra civil en Menorca, aquejado, como otros muchos, de la proverbial falta de especialización de sus trabajadores y por la menor competitividad de sus industriales, resignados, quizás en demasía, a ver cómo empresas de la Península vengan a ejecutar los trabajos que ellos no quieren o no pueden hacer.