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Mi nombre es Ismael Díaz Moll. Soy de Ferreries, tengo 35 años, estoy casado desde hace un año y me gano la vida como tapicero. Me considero una persona un tanto adicta al trabajo, ya que es una actividad que incluyo entre mis aficiones. Desde hace seis años dirijo mi propio negocio, Tapicería Unam, cuyo taller lo tengo en Ciutadella.

¿Cuándo comenzó a trabajar en el mundo de la tapicería?
Empecé cuando tenía 23 años, y me lo tomé más que nada como una opción para salir del mundo de la hostelería. Quería cambiar de trabajo y comencé como aprendiz, aunque sin un objetivo muy definido de seguir adelante. Pero a la larga, el trabajo me fue gustando cada vez más hasta que decidí montar mi propio negocio, después de haber trabajado para otros. Ahora llevo seis años solo.

¿Considera que este oficio artesano está valorado suficientemente?
Creo que sí, aunque también opino que hay poca cultura de tapicería. Está más valorado por la gente mayor de 50 años. La gente joven, hoy día, no tapiza, sino que opta por comprar material más barato y cuando se estropea lo tira.

¿Se tapiza menos en tiempos de crisis?
Creo que eso es un tópico. El volumen de trabajo no ha cambiado mucho. Así como nosotros tenemos crisis, los fabricantes también bajan precios. Hay clientes que tienen dinero y se gastan una buena suma en tapizar un sofá. A veces con un cliente fuerte puedo salvar un par de meses.

¿Cuál es el trabajo del que se siente más orgulloso?
La náutica. Aunque a priori pueda parecer lo contrario, es un sector en el que se tapiza mucho. Si, por ejemplo, tienes un sofá roto, lo puedes tirar; pero si tienes los cojines de una barca en mal estado, no tiras la barca, sino que estás obligado a renovarlos. Creo que tiene más salida la tapicería de náutica que la del hogar, mucha más. Pero también hay que tener en cuenta que es un oficio muy diferente en cada uno de los dos casos, ya que no sirven los mismo patrones. Requiere otro tipo de formación.

¿Hay mucha competencia en el sector?
La verdad es que no; aunque hay muchos más tapiceros en la parte de Maó que en Ciutadella. Es un oficio que va muriendo, porque coger una persona que trabaje para ti y aprenda supone unos gastos que ahora mismo no puedes asumir. En un máximo de 30 años van a quedar muy pocos tapiceros en Menorca. Casi podríamos decir que es un oficio en peligro de extinción.