Tras dos años de precios moderados, este mes se ha incrementado el coste de gran parte de los artículos del carro de la compra - Elena

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Tras dos años de precios moderados, los alimentos han experimentado una subida notable y eso salta a la vista en cuanto se visita cualquier supermercado.

Pero, más allá de profundizar en el incremento actual de precios, lo que resulta curioso es comparar la diferencia que puede haber comprando el mismo producto en uno u otro establecimiento.

Tras escoger distintos alimentos y comprobar a cuánto los venden se puede afirmar que puede llegar a haber una diferencia de hasta un euro y medio aproximadamente.

Las denominadas "tiendas de barrio" cargan desde hace años con la etiqueta de "tienda cara". Comparando precios, es cierto que gran parte de sus artículos tienen un precio más alto que en los locales situados en los polígonos, por ejemplo.

Mientras que un kilo de pepinos cuesta 2,25 euros en una céntrica tienda de Maó, un supermercado de las afueras los vende a 1,35. Procedencia, la misma: de un invernadero de la Península.

Lo mismo sucede con el pimiento rojo. Un negocio de ultramarinos del centro vende el kilo a 2,80 euros. Una gran superficie lo ofrece a 1,05. Tampoco hay diferencia en cuanto al origen ni el sistema de cultivo.

"No podemos competir en precios con los supermercados porque ellos pueden pedir varios contenedores y nosotros no. No tenemos tanta clientela y debemos pedir producto en poca cantidad", explica el propietario de una pequeña tienda.

Pero, ¿la insularidad justifica realmente una diferencia tan notable en los precios?

"En Menorca sufrimos la doble insularidad. Hay que tener en cuenta que hay productos que tienen que pasar por Mallorca, lo que ya es un coste añadido", apunta el gerente de una cooperativa.

Sin embargo, un consumidor hacía esta reflexión: "No entiendo por qué dicen que los productos son más caros por los que cuesta traerlos, porque luego también te cobran más por los alimentos que son de aquí, ¿el hecho de ser producto menorquín también encarece el precio? Parece que siempre hay una excusa."

Los pequeños comercios tampoco cuentan con marcas blancas, lo cual también implica que pueda costar más realizar la compra.

Los lácteos, por ejemplo. Un pack de 4 yogures naturales azucarados de marca conocida se venden a 1,16 euros. Los mismos yogures en gran superficie cuestan 4 céntimos más baratos, mientras que los de marca blanca valen 0,54 céntimos.

Cuando se trata de comprar carne, también hay diferencias. Dejando a un lado los de procedencia ecológica, lo cierto es que nos ahorraremos más o menos dependiendo de dónde compremos productos cárnicos. Es decir, los grandes locales comerciales también compiten en precios y es en este tipo de alimento donde se ve una clara diferencia.

El pollo puede llegar a costar hasta 2 euros más caro en dos establecimientos de la misma zona de POIMA. Una bandeja de pechugas fileteadas se paga a 2,45 euros en un supermercado, mientras que en uno cercano deberíamos abonar 4,10. Mismo envase, fecha de caducidad y peso.

Y, ¿qué hay de las frutas? Precisamente, un grupo de alimentos considerados de los más caros en el mercado por los consumidores.

Aquí también hay una diferencia de precio notable. Podemos verlo comprando los precios de la pera conferencia.

En un pequeño comercio de Maó nos la venden 1,45, pero en el Polígono la encontramos a 0,85 en un local, o a 1,35 en otro.

Las naranjas mantienen un precio similar en todos los negocios, la de hoja a 0,59 céntimos aproximadamente; lo que igualmente ocurre con la leche, que se vende a precio similar tanto en tiendas de barrio como en grandes superficies.

"Creo que los ciudadanos no comparan en cuanto a cantidad, formato y calidad. Es como si se hubieran mentalizado de que el pequeño comercio es caro y es complicado sacarlos de esa idea. Nosotros podemos ofrecer mejor servicio y calidad, y eso hay que valorarlo", dice un comerciante.

En todo caso, la impresión general es que, efectivamente, el carro de la compra ha subido y este incremento no está equiparado a la mayoría de sueldos que cobra la ciudadanía. Entonces, ¿dónde está el fallo?