Jordi Arias Martínez - Gemma Andreu

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Autoficha
Me llamo Jordi Arias Martínez y tengo 64 años. Nací en Barcelona pero me instalé en Menorca en 1984. Soy relojero, estoy casado y tengo dos hijas y una nieta. Me gusta mucho jugar al fútbol, el atletismo y leer, sobre todo los libros de Josep Maria Quintana.

¿Qué le trajo a la Isla?

Mi mujer, que es menorquina. La conocí en Barcelona y vine en varias ocasiones a Menorca, la primera en 1968. Me gustó la Isla porque no se parecía en nada a Barcelona, es otro mundo. Al cabo de unos años, decidimos venir a vivir aquí. Aunque aprovecho para decir que han dejado la plaza del Príncipe fatal. No me gusta nada, es gris y sosa. No tiene adornos de ningún tipo y las luces parecen platillos volantes. El arquitecto muy bien, pero el decorador muy mal.

Lleva muchos años ganándose la vida como relojero, ¿también se dedicaba a ello en Barcelona?

Me dedicaba a las artes gráficas, pero me pasé a la relojería porque mi suegro trabajaba en la profesión. Pensé que mis conocimientos serían útiles de cara a manipular la electrónica de los nuevos relojes, aunque ahora lo que más arreglo son los mecánicos. Puede parecer que el trabajo es monótono, pero cada vez que abro un reloj me encuentro con algo diferente, siempre hay un problema distinto.

La de relojero no es una profesión en auge exactamente, ¿a qué cree que se debe?

Se está perdiendo. En la Isla somos pocos relojeros. En Maó creo que sólo somos dos. Es lo que tienen los oficios manuales, que hay que aprenderlos con el tiempo y al aprendiz no se le paga igual que a quien ya sabe. Es el pez que se muerde la cola. Yo empecé con cursillos. Es algo vocacional, que tiene que ilusionarte y en lo que debes invertir.

¿Qué relojes de los que ha arreglado le han parecido más curiosos?

Lo más raro que he arreglado fue un reloj alemán de calendario. También uno quemado de Cádiz que me lo trajeron porque allí no lo querían arreglar. Los más complicados son los de carrillón, los Moretz de tipo inglés... Es un trabajo en el que hay que echar horas. La verdad es que en Menorca hay bastante afición por los relojes, sobre todo de cuerda y de pared.

En breve se jubila, ¿a qué va a dedicar su tiempo?

No sé qué haré. Bueno sí, jugar al fútbol. Antes iba a pescar, pero ya casi no hay, la cosa está mal. Quizá hacer algún viaje, pero primero quiero conocer Menorca, que con la de años que llevo aquí, debo admitir que no la conozco del todo.