López. El menorquín es subdirector de una escuela internacional en el emirato de Sharjah - C.L

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Ciutadella es todavía hoy un referente para Carlos López Román (Ciutadella, 1971). Sus padres decidieron abandonar Menorca cuando tan sólo tenía 13 años pero su vinculación con la Isla se ha mantenido a pesar de la distancia. Aunque la primera parada de los López Román fue Ferrol (Galicia) no tardaron en emigrar hasta Melbourne, en Australia. Buscaban una vida mejor y la consiguieron. Carlos se licenció en Ingeniería Mecánica y ha enfocado su carrera a la enseñanza. Tras nueve años ejerciendo de profesor en el barrio melburiano de Mordialloc, el menorquín aceptó una oferta para trabajar en los Emiratos Árabes Unidos, donde se instaló el pasado mes de agosto junto a su mujer y sus tres hijas.

Vivió en Menorca hasta los 13 años ¿Cómo recuerda su infancia en la Isla?
Tuve una niñez muy feliz y privilegiada ya que pude disfrutar de la naturaleza de la Isla antes del desarrollo turístico. Fui al colegio Sant Francesc de Sales de Ciutadella, donde me dieron una buena educación e hice muchos amigos. Vivía encima del puerto y el mar, el pueblo y la playa fueron mis parques infantiles donde disfruté de aventuras maravillosas junto a mis primos y mis amigos. Tengo grabadas en la memoria las excursiones con mi abuelo para ir a buscar "tapares" y "esclatassangs". Cada vez que vuelvo a Menorca tengo que revivir esos momentos. Mi abuela está también muy presente, así como el resto de mi familia menorquina. Todos ellos son parte de mi carácter.

¿Por qué motivo su familia decidió abandonar la Isla?
Mi padre tenía una empresa de construcción que quebró tras la crisis de los 80. Esto le obligó a marcharse a Libia, donde vivió durante dos años, entre 1981 y 1983, construyendo carreteras en el desierto. Mi madre, mi hermana y yo nos quedamos en Ciutadella durante estos años pero cuando los americanos bombardearon a Gadafi mi padre decidió volver. Hicimos las maletas y nos fuimos todos a Ferrol, la ciudad de mi padre.

¿Resultó duro el cambio?
Sí. No obstante tuvimos la oportunidad de estar todos. Mis padres siempre tuvieron claro que la familia debía estar unida por encima de todo. La verdad es que me gustaba Ferrol e hice muy buenos amigos en el barrio. Galicia es un lugar muy bonito y me gustó mucho la cultura tan diferente a la mediterránea.

Pero tampoco salió bien...
No. Estuvimos dos años allí hasta que la crisis económica nos pegó de nuevo. Los astilleros de Ferrol cerraron y la situación empeoró de tal manera que no tuvimos más remedio que pedir ayuda a mi tía, que vivía en Australia.

¿Donde se instalaron?
En Melbourne, una de las pocas ciudades del mundo donde se vive realmente el multiculturalismo, lo que facilitó nuestra integración. Nos establecimos en Oakleigh, un barrio donde el 80 por ciento de la población provenía de Grecia que, de algún modo, comparte sensibilidades mediterráneas con España. En el colegio también había muchos estudiantes de origen griego e italiano y, aunque al principio tuve problemas para comunicarme porque mi conocimiento de inglés era casi nulo, no fue como tirarme de cabeza a la cultura australiana. Puedo decir que las circunstancias me ayudaron a enamorarme de Australia poco a poco.

¿Guarda recuerdos de sus primeras semanas en Melbourne?
Sí. Recuerdo que me quedé casi sordo cuando mis primas me llevaron a un parque del barrio. ¡No había oído a tantos pájaros juntos en mi vida! Recuerdo que había muchos eucaliptos y muy poca gente en la calle. Ahora sé que en Australia la gente prefiere quedarse en sus casas ya que la mayoría tiene jardines particulares. El primer verano que pasé allí no me podía creer que los niños no jugaran en la calle. "¿Donde juegan los niños en este país?", le preguntaba a mi madre. Pocos días después de aterrizar en Melbourne fuimos a ver a mi tío, que trabajaba cerca de un parque nacional llamado Wilson's Prom. Mi padre y yo decidimos explorar el bosque de banksias, un árbol nativo de Australia con una flores muy bonitas. Recuerdo que vi una cabeza de peluche en un árbol. "¡Mira que conejo más raro!", le dije a mi padre. ¡Pero no era un conejo, era un koala! Como dos españoles ignorantes nos acercamos para tocarlo. El animal bajó al suelo y empezó a correr mientras yo le perseguía. ¡Parecen de peluche pero están macizos! Afortunadamente no lo llegue a alcanzar porque los koalas tienen unas uñas como cuchillos. Finalmente, mi padre acorraló al pobre marsupial y lo cogió con el abrigo. Cuando me lo dio, le dije con lágrimas en los ojos: "Papá, es como si tuviera Australia en los brazos".

¿Le resultó complicado habituarse a la vida en Australia?
No, cuando eres joven te adaptas a todo muy deprisa. Lo más difícil fue estar lejos de mi familia de Menorca. Añoraba mucho a mis abuelos, mis tíos y mis primos. No obstante, he de reconocer que la vida en Australia se adaptaba muy bien a mi carácter, la libertad y la igualdad social me maravillaron desde un primer momento. Mi padre le contaba a mi madre cómo la "gente de corbata" comía con los trabajadores como si fueran amigos de toda la vida, cosa que no pasa en España, donde la gente se toma su estatus muy seriamente.

Tuvo dificultades con el idioma en un primer momento ¿Cómo aprendió inglés?
¡A palo! Hay que decir que el inglés es un idioma bastante fácil y para aprenderlo es necesario practicarlo mucho. Eso es lo que hice. En el colegio al que iba, Huntigdale High School, nadie hablaba español así que no tuve más remedio que aprender inglés para comunicarme. Sin embargo, en esos años el gobierno ayudaba mucho a los emigrantes y en el colegio siempre había una maestra extra para ayudarnos en las clases. La verdad es que tuve mucha suerte ya que tuve una educación digna de una escuela privada española. Mis recuerdos del sistema educativo español son bastante negativos y, por el contrario, el sistema australiano es uno de los más avanzados.

Siempre se ha sentido atraído por la naturaleza, supongo que en Australia tuvo mucho por descubrir...
Sí. De joven acampaba y surfeaba mucho. Pocos años después de llegar a Australia, la gente no creía que no hubiera nacido aquí. El surf siempre me había atraído y la primera vez que mi abuela vino a visitarnos a Melbourne le pedí una tabla porque sabía que mi madre no me la iba a comprar. Sin tener ningún tipo de conocimiento me fui a una playa y aprendí a lo grande. Ahora sé que aquella playa es una de las más peligrosas de Australia y en ella se han ahogado cientos de personas, entre ellas un primer ministro australiano. La verdad es que no sé cómo sobreviví a aquellas primeras experiencias. Como mi abuelo, soy muy testarudo y no quería dejar que unas olas de cinco metros me impidieran aprender a surfear. Poco a poco aprendí y he practicado este deporte hasta que nacieron mis hijas. Me encanta flotar en el mar y esperar a levantarme en una ola. Por unos momentos, nada más existe. He de mencionar que en Australia hay muchos tiburones blancos. Mi relación con ellos es de mucho respeto y no tanto de miedo. Mi teoría es que nosotros somos los que estamos en su casa y, por tanto, debemos obedecer sus leyes.

También es aficionado a acampar en el bosque...
Sí. Mi amor por la naturaleza australiana se hizo más fuerte tras algunas acampadas épicas. Una vez vino mi primo Adrián a visitarnos y decidimos acampar unos días en el bosque. Quedó fascinado porque pudo ver toda clase de animales en su hábitat natural, desde canguros hasta koalas. No obstante, no hace falta ir de acampada para ver animales curiosos. En nuestra casa de Australia tenemos "possums" viviendo en el garaje, son como unos ositos que comen fruta y hacen mucho ruido por la noche. También hay muchos murciélagos de fruta, "fruit bats", que son tan grandes como un gato.

Se licenció en Ingeniería Mecánica en la Universidad de Monash ¿Continuaba viviendo en casa de sus padres durante aquella época?
Si. La Universidad de Monash está en Melbourne y mientras estudiaba vivía con mis padres aunque solía escaparme a Ciutadella de vez en cuando a pasar algunos meses. Estuve allí durante el verano en los años 1994, 1996 y 1999. Trabajé como salvavidas e instructor de natación mientras estudiaba y la verdad es que fue una etapa muy divertida. Tras licenciarme me diplomé como maestro y trabajé seis meses para ganar un poco de dinero y poder irme a la India durante un tiempo.

¿Qué buscaba allí?
Me dijeron que era barato y muy diferente. ¡Y tenían razón! Cuando llegué a Calcuta me dio la sensación de que me había metido en una máquina del tiempo y me había trasladado 70 años atrás. En mi primer viaje en taxi el conductor tuvo que esquivar a un elefante tirando de un remolque y a dos camellos cargados de botellas de leche. La India me encantó y estuve allí durante seis meses. Durante este tiempo viaje por casi toda la costa oeste y por el norte del país.

Al volver de la India se instaló en Alice Srpings...
Sí. Trabajé un año en la ciudad como profesor de matemáticas. Alice Springs está ubicada en medio del desierto y durante el tiempo que pasé allí descubrí la cultura aborigen. Esta experiencia me enseñó que hay mucha gente que sólo busca diferencias pero si todos nos esforzáramos en ver las similitudes entre culturas el mundo sería mucho más pacífico.

Tan sólo estuvo un año en Alice Springs ¿Donde se estableció tras este periodo?
Estuve medio año en Menorca y posteriormente decidí volver a los bosques australianos a defender mis ideales. Entre 1999 y 2001 estuve en Goolengook, una región forestal situada en el sudeste del país. Tras ese periodo me establecí en Melbourne de nuevo.

¿Continuó trabajando como profesor?
Sí. Trabajé en una escuela local en el barrio de Mordialloc, donde estuve nueve años. Recuerdo que unos meses después de llegar a Melbourne con mis padres exploramos hasta encontrar una playa similar a las de Menorca. La encontramos en Chelsea, a unos tres kilómetros de Mordialloc. Prometí que cuando tuviera bastante dinero me compraría una casa allí. La verdad es que fue una casualidad. Cuando empecé a trabajar en Mordialloc High Scholl adquirí una casa viejísima en una parcela bastante grande. Chelsea es un pueblo de campo con una comunidad muy activa. Yo incluso me presenté como candidato de mi zona por el partido de Los Verdes en las elecciones locales y nacionales. No ganamos pero de todas maneras he permanecido políticamente activo durante los últimos diez años, igual que mi mujer.

¿Cuándo conoció a su esposa?
Nos reencontramos en 2003. Nos habíamos conocido en la universidad en 1996 pero no nos volvimos a ver hasta entonces. Hemos tenido tres niñas preciosas: Claudia, Penélope y Lucía.

Posteriormente, trabajó para el Departamento de Educación de Victoria....
Sí. En 2008 me contrataron como "teaching and learning coach". Mi trabajo consistía en ir a los colegios con malos resultados en matemáticas e intentar mejorar la forma de enseñarlas. La mayoría de los alumnos de los colegios en los que estuve se encontraban en una situación social dura. La verdad es que la experiencia me encantó. Lo más bonito fue ver a niños sin ningún soporte familiar disfrutando de lo que aprendían y aprovechando todas las oportunidades del sistema educativo. Sin embargo, es cierto que algunos de los chicos, guiados por las circunstancias que los envuelven, caen en las mismas trampas que sus padres.

¿Cuando surgió la oportunidad de trasladarse a los Emiratos árabes?
Me ofrecieron un puesto como subdirector de una escuela internacional en Sharjah, uno de los siete emiratos que integran los Emiratos Árabes Unidos. El "sheikh" de Sharjah Dr. Sultan III bin Muhammad al-Qasimi visitó Melbourne hace algunos años y el primer ministro australiano le mostró algunas escuelas públicas de Victoria. El emir quedó impresionado con el sistema y decidió montar una escuela internacional en Sharjah.

¿Desde cuando están residiendo allí?
Llegamos en agosto de 2010. Aterrizamos a las 3 de la madrugada y la temperatura era de 38 grados. ¡Parecía que habíamos llegado a otro planeta! Durante el día se pueden alcanzar los 49 grados pero las casas están muy bien acondicionadas. La verdad es que la Península Arábiga es un lugar lleno de sorpresas. Una de las cosas que más me impresionó al llegar fue la amabilidad de la gente. Como todo europeo llegué aquí esperando lo peor pero me sorprendió ver a personas muy educadas y carismáticas a las que les encantan los niños y que te ayudan mucho cuando lo necesitas.

Parece que la adaptación ha resultado fácil....
Aunque el clima en verano es duro, en invierno es un paraíso. Casi nunca llueve y las temperaturas no suelen bajar de los 20 grados. Lo que nos cuesta más es tener que coger el coche para todo, estamos acostumbrados a andar y ni Dubai ni Sharjah están adaptadas para peatones o bicicletas. No es un lugar en el que quiera pasar muchos años pero durante un tiempo está bien. Hay muchas oportunidades de ver cosas nuevas e iniciarte en actividades como el esquí. ¡Aunque parezca mentira mis hijas han aprendido a esquiar en Dubai! Por otro lado, es importante destacar que el emirato de Sharjah vive bajo la ley Sariah. No se bebe alcohol, no se come cerdo y las mujeres tienen que vestir decentemente e incluso las pueden arrestar si llevan los hombros descubiertos. En Dubai las normas no son tan estrictas.

El idioma oficial es el árabe ¿Se han encontrado con algún problema en este sentido?
A pesar de que el idioma oficial es el árabe, todo el mundo habla en inglés. La población local es una minoría en su propio país, tan sólo suponen el 20 por ciento del total de habitantes. El resto son trabajadores extranjeros muchos de los cuales vienen de India, Pakistán, Filipinas, Egipto o Jordania.

¿En que zona vive?
Vivimos en una zona llamada Corniche, a unos tres kilómetros del colegio donde trabajo. Está en la frontera con Dubai y a las afueras del Sharjah.

¿Se encuentran a gusto en los Emiratos árabes?
Sí. Me gusta tener la oportunidad de conocer la cultura árabe, lo que me ha permitido descubrir muchos de los engaños de los medios de comunicación sobre esta zona. Mi trabajo me permite conocer a familias locales, llamados "emiratis". Me encanta su carácter, su bondad y su carisma. Otra de las ventajas de vivir aquí es la comida árabe, que me encanta, y el marisco barato. Por el contrario, detesto la ineficiencia burocrática de este país y las carreteras, que son horribles.

¿Durante cuánto tiempo tienen previsto permanecer allí?
No lo sé con certeza pero mi contrato es por tres años. En un futuro me encantaría encontrar trabajo en Mallorca o Eivissa, donde hay escuelas internacionales en las que me gustaría trabajar. Además, quiero que mis hijas se sientan españolas y que conozcan las Islas y puedan estar más cerca de su familia. De todos modos, mis oportunidades en España son pocas porque no creo que el sistema educativo me aceptase. Es una pena porque pienso que podría contribuir de una manera inmensa. También me atrae la idea de volver a Australia, echo mucho de menos a mi familia.

¿Añora Menorca?
Sí. Añoro a mi familia, las buenas amistades, las playas, la gastronomía, las fiestas de Sant Joan, el puerto, el "cuixot", las tapas, las conversaciones en la panadería de mi tío y a mi abuela, a la que adoro y le debo mucho de lo que soy .


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