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Mic ha hecho nuevos amigos, unos compañeros muy especiales. Sin él saberlo, les está proporcionando una estimulación sensorial y psíquica. Mic es un perro mestizo de cuatro años de edad que su propietario, Antoni Carreras, rescató de la perrera de Ciutadella. Es obediente, muy sociable, sumiso, noble y muy tranquilo, unas cualidades que lo han convertido en la mascota más terapéutica del grupo de internos de la Residència d'Ancians des Mercadal.

La puesta en marcha de estas nuevas sesiones de terapia fue promovida por los trabajadores del centro quienes propusieron estimular a los residentes con algunas mascotas. Pero la iniciativa fue más allá. Y es que tras la celebración de un taller de estimulación cognitiva salió a la luz la propuesta de motivar a los residentes con sesiones de terapia con animales.

Las terapias comenzaron a mediados de mayo gracias a la colaboración del formador y adiestrador del Grup Caní des Mercadal, Antoni Carreras. "Se trata de una iniciativa novedosa en la Isla que no se practica en ningún otro centro para personas mayores", asegura Carreras y añade que "ver los avances que están aflorando en cada uno de los residentes gracias a la creación de un vínculo perro-paciente me enorgullece y me llena de satisfacción".

Tras la buena aceptación y los grandes resultados conseguidos entre los residentes, la dirección del centro ha decidido dar continuidad a la actividad. La directora, Conchi Puig, asegura que la terapia no sólo ha aportado mucha alegría a los 19 internos sino que además se han superado todos los objetivos marcados en materia de mejoras físicas y psíquicas.

Y es que el simple hecho de acariciar al perro provoca un relajamiento, lo que se traduce en una disminución de la presión arterial, además de los movimientos del brazo, la mano y otras partes del cuerpo que se ven obligados a realizar. Asimismo, uno de los problemas que más sufren los ancianos es la soledad. Por eso, entre los objetivos propuestos se encuentra darles cariño para así disminuir el sentimiento de soledad y aislamiento.

"Rara vez se acuerdan del dolor que les acuciaba, de la rutina", indica Puig. Además, ha servido para ser canalizador de conversaciones, no sólo entre residentes, sino también entre residentes y cuidadores.

Las sesiones suelen ser de una hora de duración y se desarrollan cada lunes. La semana pasada tocó a Maria darle agua y conducirle hasta el patio para que descansara. Sin duda, una muestra más de que el anciano adquiere nuevas responsabilidades y le hace volver más activo.

Y así lo demuestran los residentes. Antonia apunta tras una de las sesiones que "deseo que llegue el lunes para poder jugar y reírme con Mic", mientras Maria asegura que "es un perro muy cariñoso que hemos aprendido a querer porque nos transmite mucha alegría".