Ambiente. La jornada estuvo muy animada con el resto de actividades, como los gigantes y pasacalles - Gemma Andreu

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Para llegar a Fornells en plenas fiestas lo primero que uno tiene que hacer es armarse de paciencia. Una larga cola de coches en la carretera que une el puerto de Maó con dicha población mostraba que el hecho que las fiestas de Sant Antoni Abat no hayan coincidido plenamente con las de Sant Jaume, y que el cielo estuviera algo nublado animó a que muchos menorquines y turistas decidieran acercarse hasta Fornells a disfrutar del panorama festivo.

Los actos programados se celebraron con total normalidad y según lo esperado. Eso sí, el jaleo se inició con unos veinte minutos de retraso. Anteriormente y como novedad, el fabioler tocó en la puerta de cada uno de los caixers fornellers.

Tras la primera vuelta, algunos caixers se quejaron de que la salida a la plaza no había sido del todo limpia. "Ha habido gente que nos cogía de las botas y nos tiraban de forma algo ansiosa. Si al caballo no le das el toque donde debes, no puede saltar", decía una caixera. Una observación que compartió otro compañero, aunque éste aseguraba que suele ser lo normal al principio del jaleo, "el público tiene ganas de fiestas y se alborotan un poco pero después todo vuelve a la normalidad".

Por lo demás, las típicas escenas que se repiten año tras año: algunos vecinos abriendo las puertas de sus casas y ofreciendo comida y bebida a sus familiares y amigos, los cavallers dando de beber a sus caballos en un bebedero improvisado para sorpresa de algún que otro turista, más de un joven que se pasa con la bebida y debe ser atendido por los efectivos de Cruz Roja pero, sobre todo, una buena atmósfera festiva que hizo las delicias de quienes no habían estado nunca en Fornells. "La bahía es muy bonita y tiene unos paseos perfectos para andar. El espectáculo de caballos al lado del mar resulta muy llamativo", decía una visitante asturiana, un comentario que repetirían numerosos turistas.

Hoy se celebrará el jaleo durante la mañana, para muchos, el más auténtico de Sant Antoni Abat.