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Ha cumplido 80 años y lleva 57 de sacerdote, en que ha ejercido su ministerio en parroquias y en Perú, ha publicado numerosos libros y nunca ha perdido su imagen de "hombre tranquilo"

La liturgia de la Iglesia romana tiene una gran belleza plástica e incluso, sin llegar a comprender del todo su significado, adquiere un esplendor especial tanto humano como espiritual. La Palabra y todo cuanto la envuelve, están perfectamente sincronizados para trasmitir paz y el mensaje de esperanza y de amor de Jesús de Nazaret.

Recuerdo, con especial emoción, la primera vez que asistí a una consagración sacerdotal. Era la de tres jóvenes diáconos, Vicente Macián, Bartolomé Febrer y Antoni Moll. El oficiante era el obispo Pascual Marroig. La catedral lucía con sus mejores galas y los fieles llegados de toda la Isla la llenamos por completo. Era un día grande para la Iglesia menorquina y especialmente emotiva para los tres nuevos sacerdotes … para mí, en aquel momento un ilusionado seminarista, uno de los momentos más vibrantes fue cuando la Capella Davídica entonó el "Tu es sacerdos in aeternum", con música compuesta por don Gabriel Salord. No viví la experiencia de Guillermo Pons, que accedió al sacerdocio en 1954. Su consagración tuvo lugar en la iglesia del Carmen, pero la emoción y el compromiso que en aquel acto adquiría, debieron ser los mismos que han sentido todos los "llamados" a ser mensajeros de la "buena nueva". Poleas transmisoras de un nuevo mandamiento, el que Jesús dictó a sus discípulos: "Amaos los unos a los otros como yo os he amado".

Cumplir 80 años es ya de por si un acontecimiento inolvidable pero hacerlo rodeado por el aprecio y estima de tus amigos es algo más, mucho más, ¿Qué sentiste?
Un gran agradecimiento, sobre todo porque estaban ahí, junto a mí, en la plegaria, mis amigos, mi gente, para pedir no solo por nosotros sino por todos cuantos necesitan del beneficio y del consuelo de la oración.

Sin embargo éste cumpleaños significa que has pasado de ser uno de los sacerdotes más jóvenes de la Iglesia menorquina a situarte a la cabeza, en cuanto a edad se refiere, a ser uno de los más veteranos. De estos más de 50 años de sacerdocio, ¿qué extraerías?
Muchísimas cosas, sobre todo el haber podido trasmitir a mucha gente y a través de la Palabra, el mensaje de fe, de esperanza y de caridad que emana del Evangelio.

Entraste en el Seminario muy joven, ¿qué recuerdas de aquella etapa?
Efectivamente, entré muy joven, en 1941, con apenas 10 años de edad. Mi primer recuerdo de aquella etapa se refiere a la gran ilusión que sentía, ilusión un tanto infantil que poco a poco fue madurando y que culminó cuando acepté ser sacerdote, ministro de la Palabra.

Recordarás al obispo Pascual, al vicerrector del Seminario, el Sr. Font i Arbós, al director espiritual, don. Miquel Casasnovas o al prefecto, don Siscu Anglada, la "plana mayor" del vetusto caserón de la calle Bisbe Vila de Ciutadella. ¿Quién de ellos influyó en ti más decididamente?
Es difícil señalar a alguno de ellos en particular porque todos influyeron positivamente en mi desarrollo personal y espiritual, puede que fueran don Francesc Anglada y el Sr. Font i Arbós los más significativos, pero todos tuvieron mucho que ver en mi formación.

Aunque con lagunas en lo que al nivel académico se refiere, todos los profesores asumían este compromiso con especial interés.
Efectivamente, todos se multiplicaban para dar, como profesores, lo mejor de sí, dado que por las circunstancias de todos conocidas, el nivel intelectual no era excesivamente alto de ahí que cubrieran sus lagunas, con una gran dedicación y un enorme interés.

Me imagino que en Roma todo fue muy diferente.
Totalmente diferente, en Roma en donde me doctoré en "Historia de la Iglesia", el ambiente intelectual era otro, los profesores eran gente muy preparada, investigadores, historiadores, en fin, primeras "espadas", por ello siempre digo que aquellos años de Roma influyeron decididamente en mi vida y en mi formación intelectual.

Te doctoraste en …
La Universidad Gregoriana y estuve en Roma durante tres años.

¿Cuándo y donde fuiste ordenado sacerdote?
En el año 1954, año del "Centenario del Dogma de la Inmaculada Concepción". Fuimos ordenados, Alberto Valls Landino y yo, en la iglesia del Carmen, de Maó, por el obispo Pascual, una fecha que tengo siempre presente por lo que significó y por lo que sentí de gratitud y de responsabilidad.

Tú currículum en cuanto a destinos es largo, ¿enuméralos?
Sant Lluís fue mi primer destino, de allí salí para Roma, luego, al regresar recalé en Es Mercadal; Maó, en Sant Francesc fue mi siguiente destino para, seguidamente marchar al Perú, con posterior "parada" en La Concepción al regresar de Sudamérica y seguidamente en Sant Climent.

¿Buenos recuerdos?
Buenísimos pero diferentes. En Sant Lluís, en mi primera etapa, viví una experiencia nueva con la juventud del pueblo a través de los jóvenes de Acción Católica, era una época muy distinta a las que con posterioridad he vivido y no digamos con la actual, sin embargo en todos los destinos me he sentido a gusto y bien acogido.

Conozco tu etapa de Roma, que ampliaremos, pero ignoro dónde iniciaste tus estudios.
"A ca ses monges des Cós", como párvulo, luego pasé al colegio de la Salle, pero en la etapa en que todavía los Hermanos de las Escuelas Cristianas no se habían integrado. Recuerdo que los profesores eran los señores Mercadal, Tejedor y Sans, un colegio muy exigente y de un buen nivel.

¿Subirías al Machu Pichu?
Me imagino que sí, de hecho ya subí. El trayecto era algo incómodo, primero en tren y luego en autobús por una carretera no excesivamente "bondadosa" y, unos pocos metros a pie. En Perú es una visita obligada, una excursión muy interesante y atractiva.

Amplíame lo de tu estancia en el Perú.
Estancia que recuerdo con gran cariño. Mi destino fue la diócesis de Abancay, capital de departamento, con catedral, seminario y unos servicios adecuados a la necesidades de sus habitantes, médicos, dentistas, en fin, de todo o casi de todo. Era un departamento eminentemente agrícola y con un estilo de vida muy rural. Allí no solo me dediqué a ejercer mi labor pastoral con la población indígena sino que fui también profesor del seminario, una etapa de la que guardo un recuerdo muy vivo y emocionante.

Del 13 al 18 de septiembre de 1971 tuvo lugar en Madrid la Asamblea conjunta de obispos y sacerdotes a la que asististe, en representación de los sacerdotes menorquines acompañando al bisbe Miquel (don Miquel Moncadas) y a Rafael Oleo Cortés. ¿Qué sensaciones sentiste en dicha asamblea?
Muy buenas. El "cambio" se veía venir y todo presagiaba que tanto en el aspecto político como en el social era algo imparable y, allí, en la Asamblea, como no podía ser de otra manera, las dos tendencias de apertura y conservadurismo estuvieron siempre en el eje de las discusiones. Ahora y desde la distancia, considero que fue una asamblea muy positiva en la que se intentó que la Iglesia española se abriera al cambio y participara activamente en el mismo.

El 11 de octubre de 1962, Juan XXIII, el "Papa bueno", dio el escopetazo de salida del Concilio Vaticano II. 49 años después, ¿crees que la Iglesia ha sabido adaptarse a los cambios operados en la sociedad?
Creo que sí, aunque no todos estarán de acuerdo con esta apreciación porque los había que querían un cambio más radical o profundo, echar por la borda todo lo hecho y empezar de nuevo y esto es prácticamente imposible, sin embargo pienso que el Vaticano II fue el concilio que abrió más puertas y desterró más tabúes de la Historia de la Iglesia.

Sacerdos in aeternum, ¿celibato incluido?
Con el celibato incluido que en la Iglesia romana es un valor muy positivo. En la Iglesia oriental difieren de este aspecto pero si el sacerdote tiene como misión la entrega generosa al pueblo de Dios el celibato es un valor muy positivo, un "don verdadero".

Antaño las vocaciones sacerdotales eran más abundantes que ahora, ¿a que lo atañes?
A muchas y variadas circunstancias. El cambio social operado en la sociedad ha sido enorme; el entono familiar es diferente al de antes, ahora imperan otras prioridades, ahora el éxito social ha adquirido una enorme importancia, es aquello de tener, de triunfar a toda costa y claro, el sacerdocio exige un compromiso desligado de esta realidad. La vida como las "exigencias" personales, ha cambiado profundamente.

El cristiano tiene un compromiso con la paz.
Con la construcción de la paz, porque la paz es también fruto del amor, el cual sobrepasa todo lo que la justicia puede realizar.

Recientemente y con motivo de tu 80 aniversario, Joan Miquel Sastre ha publicado un emotivo reportaje, "Fecunditat del silenci", en el que destaca algunos importantes aspectos de tu vida, de tu ir haciendo camino.
Si, un trabajo fruto del cariño fraternal que me profesa.

Sincero afecto personal pero también la voluntad de dar a conocer algunas de tus facetas poco conocidas como son tu alto nivel intelectual, o tu tremenda densidad espiritual; adjetivos que comparte porque son una realidad indiscutible. Eres, por ejemplo, un entendido sobre Patrística (los primeros teólogos del cristianismo) y que colaboras o has colaborado en diversas publicaciones especializadas.
Mi doctorado es en Historia de la Iglesia, pero es cierto cuanto dices. La Patrística siempre me ha interesado y he publicado varios trabajos en éste sentido.

Eres además un hombre de una bondad innata y de un talante pacificador, algo que en nuestros años de Seminario que compartimos pude comprobar.
Cada persona, cada ser humano es como es, los hay más extrovertidos que otros, y algunos somos más tranquilos, más dados a la reflexión o al estudio.

A la "fecundidad del silencio", como al humor sencillo, no ruidoso, tranquilo y todo ello ha derivado en un copioso trabajo en el ámbito teológico y también en el popular.
Me he decantado por esta vía más acorde con mi forma de ser y mi deseo de ser, con mi estilo, útil a la Iglesia y al "pueblo de Dios".

De latín y de griego, que tú dominas, estoy en franca desventaja, pero en equilibraremos la balanza con el tema de las fiestas patronales, en alguna ocasión, ¿has sido caixer capellà?
Sí, en varias. Lo fui en Maó, en Alaior e incluso en Es Mercadal, y debo decirte que disfrute mucho, porque me sentí muy cercano al pueblo, me sentí parte de él … confesaré que en aquellos años en que salí en "sa colcada", el ambiente era muy diferente al actual, más relajado, más tranquilo, por lo que mi "tarea" resultaba más fácil.

Ser sacerdote, ¿qué ha significado para ti?
Partiendo de que es ser consecuente con una opción personal, que asumes con todas las consecuencias, para mí ha significado una gran satisfacción, y ha dado sentido a mi vida llenándola plenamente. Se ha hecho realidad mi deseo de ser "útil" a los demás a través de mi vocación.

"Dios es amor", pero el mundo, el hombre parece ignorarlo.
En general existe un dejadez y una falta de valores que imposibilitan que Dios forme parte de nuestras vidas. El materialismo imperante hace que nos olvidemos del mensaje evangélico y del compartir el amor que emana de nuestro Dios.

Si tuvieras, si se presentase la oportunidad de empezar de nuevo, ¿elegirías ser sacerdote?
Sí, por todo lo que me ha aportado y por cuanto he recibido que me ha colmado con creces.

¿Sigues el devenir político?
Soy pueblo, formo parte de una sociedad doliente que necesita sentirse cómoda dentro de unos parámetros sociales y políticamente bien estructurados, por ello sigo el día a día de cuanto ocurre aquí y en el resto del mundo intentando, a través de la oración, que todo mejore.

¿Qué le pides a la vida?
Serenidad y libertad; serenidad para seguir siendo consecuente y fiel a mi Dios y libertad para poder seguir siendo mensajero de la "buena nueva".

Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.