Ponente. Ofrece hoy a las 19.30 horas una charla en Es Mercadal - Javier

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Vicente Altaba, sacerdote de la diócesis de Teruel y Albarracín, licenciado en Teología, ha sido misionero 10 años en Argentina, diócesis de Mar del Plata, donde fue párroco de Miramar y profesor de Teología. De vuelta a su diócesis ha sido profesor de Enseñanza Secundaria, delegado episcopal de Pastoral Juvenil -motivo por el que vino por primera vez a Menorca- , vicario general y administrador diocesano (sede vacante). En la actualidad es párroco de San Andrés y director del Instituto de Estudios Teológicos San Joaquín Royo, en Teruel, y delegado episcopal de Caritas Española

Usted ya vino a Menorca siendo delegado de Pastoral Juvenil...
Efectivamente. Allá por el año 87 vine con motivo de un Encuentro Nacional de delegados de Pastoral de Juventud que se celebró aquí. Tengo un grato recuerdo.

Ahora viene como Delegado Episcopal de Caritas Española y va a hablar a los voluntarios de Caritas.
Voy a hablar a los voluntarios y también a los sacerdotes. Por la mañana tendré una jornada con los sacerdotes reflexionando sobre el ministerio sacerdotal en Caritas y por la tarde tendremos un encuentro del voluntariado. El servicio de la caridad nos compete a todos de manera individual y también de manera comunitaria.

¿Cómo está de sano el voluntariado?
Goza de buena salud. La prueba es que está en proceso de crecimiento. En Caritas hemos pasado el último año de 59.000 a más de 61.700 voluntarios

¿No se nota la crisis en el voluntariado? ¿Cómo le afecta?
La crisis afecta a toda la sociedad, también a Caritas y a nuestro voluntariado. En primer lugar, la crisis está siendo una motivación para el compromiso. Es curioso, a medida que se agrava la crisis y sus consecuencias, más personas están dispuestas a este servicio. El clamor de los pobres, de los que sufren llega a muchos oídos y conmueve y mueve muchos corazones. Por otra parte, la crisis afecta al voluntariado en su tarea concreta, pues nos obliga a replantear muchos de nuestros programas y servicios adecuándolos a las nuevas pobrezas y a las nuevas necesidades. Es el trabajo de imaginación y creatividad que debe hacer cada día Caritas y cuantos trabajamos en ella para responder a las nuevas realidades y pobrezas.

Usted reivindica el voluntariado como vocación. ¿Por qué?
Vocación significa llamada. Más en concreto, llamada a gritos. Reivindico el voluntariado como vocación porque es una llamada a gritos que nos llega desde los pobres, desde los parados, desde los excluidos. Es una llamada imperiosa a luchar por la justicia, a construir un orden social nuevo donde sea posible el desarrollo integral de la persona, el desarrollo de todo ser humano, en todas sus dimensiones, y de toda la sociedad. Y es vocación, también en sentido religioso, porque los creyentes sabemos que detrás de esas llamadas está la llamada de Dios, un Dios que no es neutral, que oye el clamor de los pobres, se conmueve ante ellos y se implica en su liberación. Ese Dios es el que nos llama a ser instrumentos de su amor en el mundo mirando a los pobres como los mira Dios y amándolos con el corazón de Dios.

¿Es más voluntario aquél cuya raíz es cristiana? ¿Qué le diferencia de otros voluntarios?
No me gusta hablar de si es más o es menos, de si es mejor o si es peor un creyente de un no creyente. Hay muchos voluntarios que llegan al voluntariado por muy diversos motivos y están trabajando con mucha generosidad en el servicio desinteresado a favor de los demás. Lo que sí podemos afirmar es que el voluntariado cristiano tiene una motivación última diferente, una mística que le alimenta distinta y a veces modos de proceder en el desarrollo de su acción social también diferentes. Es lógico. La acción social se comprende de manera distinta según sean las concepciones del mundo, del hombre y de Dios que la sustentan, por eso nos dice el Papa que la caridad debe estar siempre iluminada por la verdad.

¿Es posible la coexistencia de los voluntarios cristianos con otros que llegan al voluntariado desde otras motivaciones?
Por supuesto que sí. Nosotros colaboramos con muchas otras instituciones de voluntariado y podemos aunar esfuerzos en torno a determinadas causas y programas a favor de los pobres, de los últimos y no atendidos, siempre que coincidamos en un marco de respeto a la dignidad de la persona humana en todas sus dimensiones. Si lo que me pregunta, además, es si en Caritas puede haber voluntarios no cristianos, también le digo que sí, siempre que estos voluntarios sepan lo que es Caritas, respeten su identidad y asuman nuestro modelo de acción social. Lo que no se puede es estar en Caritas y no aceptar su identidad, su misión y su modelo de acción.

¿Cómo puede la Iglesia alentar la vocación de sus voluntarios?
Son muchas las cosas que la Iglesia hace y puede hacer para animar y acompañar a sus voluntarios. Entre ellas quisiera destacar algunas. Primero, siendo una Iglesia servidora de los pobres, una Iglesia en la que este servicio se asume y vive como tarea de toda la comunidad. Los voluntarios no pueden ejercer su servicio al margen de la comunidad cristiana y ésta no puede desvincularse del servicio de los voluntarios.
Segundo, cuidando la mística, la espiritualidad del voluntariado. Una Caritas sin Espíritu no será Caritas, será una organización de servicios sociales. Y un voluntario sin Espíritu, sin experiencia profunda del amor de Dios, podrá ser un buen trabajador social, pero no un buen voluntario de Caritas. Lo dice muy gráficamente Benedicto XVI: La caridad es amor recibido y entregado.
En tercer lugar, acompañando y formando al voluntariado. El voluntario necesita ser acompañado muy de cerca, pues su tarea es compleja y difícil, y necesita ser formado con formación técnica, profesional, pues los pobres merecen el mejor servicio, y con "formación del corazón", como dice también el Papa, es decir configurándose cada día más con Jesús, Buena Noticia para los pobres y vida entregada para que todos tengamos vida y vida abundante.

¿Qué futuro augura al voluntariado?
Un futuro de mucho trabajo, cada día más, a medida que desaparezcan o se recorten ayudas sociales, como parece que va a suceder. Pero le auguro también un futuro gozoso, porque amar al otro y hacer de la propia vida un don gratuito a favor del otro, esto, lo ha dicho el Señor, es y será siempre motivo de profunda alegría.

A veces se nos pregunta a los que trabajamos en Caritas si nuestro trabajo y el contacto diario con la pobreza y el dolor humano no nos amarga la vida. Yo digo siempre que es todo lo contrario. Ciertamente nos duelen la pobreza y el sufrimiento de los hermanos, pero el encuentro con ellos nos enriquece, nos ayuda a relativizar muchas cosas, a dar a otras el valor que les corresponde y a experimentar la verdad de las bienaventuranzas: Felices los misericordiosos, los que tienen hambre y sed de justicia… Estas palabras del Señor se hacen verdad en nuestras vidas.

¿Algún día dejará de ser necesaria Caritas?
No. Caritas siempre será necesaria. Aún en la sociedad más justa será necesaria, porque siempre será necesario el amor y siempre habrá hombres y mujeres necesitados de amor, lo único que salva.