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Autoficha
Me llamo Maite Lobato López, tengo 50 años y nací en Valladolid. Estoy casada y llevo viviendo en Menorca 21 años. Aunque he vivido en Maó y Alaior, actualmente resido en Ciutadella. Cuando tengo tiempo libre me encanta estar en el campo, con los animales y el huerto. También me gusta mucho viajar, la cocina y la lectura.

¿Qué motivo llevó a una vallisoletana a instalarse en Menorca?
Me trajo el trabajo. En aquella época buscaba empleo en verano para pagarme los estudios durante el invierno. Vine a Menorca a trabajar en el Aeropuerto. Lo que me animó a quedarme fue la naturaleza isleña, que me parece espectacular, muy limpia; y la amabilidad de las personas.

¿Por qué se decantó por estudiar acupuntura?
Mi madre estuvo enferma desde que yo era adolescente. Los médicos no detectaban qué tenía, era como un tipo de tuberculosis. Un día, una amiga me habló de una doctora en acupuntura y decidí llevar a mi madre. El cambio a nivel anímico y físico fue tan increíble que me quedé impactada. Aquella mujer sacó a mi madre adelante. Me llamó tanto la atención que quise dedicarme a ello.

¿En qué consiste exactamente la acupuntura?
Es una medicina tradicional muy antigua, 5.000 años a.C. La recomiendo a toda la población, desde niños a ancianos. La OMS ya la ha aceptado y ha afirmado que no tiene efectos secundarios y se basa en tratar la parte tanto física como emocional del enfermo. La acupuntura tiene en cuenta el conjunto de la persona y las agujas trabajan la parte eléctrica de las células. No duele aunque a veces y al principio se puede sentir un poquito de corriente.

¿Alguna anécdota que pueda contar?
Sí. Hubo uno que se me quedó grabado. Fue cuando yo estaba empezando con la acupuntura. Vino un padre con su hijo de dos años, el cual padecía un proceso infeccioso que lo dejaba en coma cada quince días. A mí me daba mucha impresión lo de tener que poner agujas a un niño tan pequeño pero llamé a la escuela en la que había estudiado y me confirmaron que debía utilizarlas. Cuando se las puse, lloró mucho y yo me sentía fatal. Vino unas cinco o seis veces y, eso sí, cada vez que se iba era sonriendo tras darme un beso. De aquello siempre me acordaré y, además, el niño es ahora un sano adolescente.

¿Cuáles son sus planes de futuro?
Más que nada, seguir adelante con lo justo y necesario. Me encanta viajar y he estado en países como Israel, la India o Turquía, entre otros. Siempre que viajo intento que sea para asistir a congresos de acupuntura, como el del año pasado en Punta Cana.