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Autoficha. Me llamo Concepción, aunque todos me conocen como Conchi. Nací en Guinea Ecuatorial el 30 de mayo de 1954 aunque resido en Es Castell. Soy ama de casa y me encantan las labores del hogar como cocinar y cuidar a mi familia. Estoy casada con Francisco y he tenido nueve hijos, aunque dos murieron. En concreto, tengo seis hijas y un varón y aunque sean de un matrimonio anterior, las tres más jóvenes llevan el apellido de mi marido Francisco, es decir, son guineanas y se apellidan Pons. Además, tengo siete nietos y dos más, gemelos, que vienen en camino.

¿Por qué una mujer guineana aterriza en esta pequeña isla?
Llegué a Palma el 29 de diciembre de 1996 porque allí residía una de mis hijas. Y porque tenía que someterme a una intervención quirúrgica porque estaba muy enferma por un problema en la matriz. En Menorca vivía una sobrina mía y por eso decidí saltar de Isla y visitar a esta familiar.

¿Y ya se quedó a vivir?
Sí, fue un año después cuando conocí a mi actual marido y ya me quedé a vivir. Nos casamos en mayo de 1999. Llevo en la Isla una quincena de años y aquí me quedo.

¿Qué le gusta de Menorca para estar tan decidida a quedarse?
Aquí tengo ya toda mi vida. Aunque mi familia y cuatro de mis hijos vivan en Guinea Ecuatorial me encanta Menorca por su tranquilidad. Aquí no temes por la vida de ninguno de tus familiares y esto no se paga con nada. Aun así, tengo que decir que las raíces tiran y que me encanta mi país.

¿Cómo es Guinea Ecuatorial?
Ha cambiado muchísimo. Durante muchos años fue colonia española y en esa época no estaba demasiado cuidada. Pero ahora, yo diría que la situación que se vive es bastante buena. Hay trabajo, hay empresas, construcción. Y cada vez hay más españoles, americanos, franceses e ingleses que conviven con los africanos. Allí se está explotando el petróleo y el gas, principalmente.

Al ser colonia española, no debió tener muchos problemas con el idioma, ¿verdad?
En Guinea Ecuatorial se habla español. Es el único país de África que tiene el español como idioma oficial. No obstante, hay numerosos dialectos. En casa se habla el fang, una de las lenguas aborígenes.

¿Conserva aun alguna de las tradiciones de su país?
Sí, sobre todo en la comida. Cocino salsa de cacahuete, salsa de morita, bambucha y buñuelos de mi país. Tengo que decir que cuando llegué a la Isla no me gustaba nada la comida de aquí ahora ya me he adaptado y cocino tanto una como otra.

¿Qué echa en falta de su país?
Además de mi familia, tengo que decir que mis raíces, porque yo no nací aquí. Aunque me considere ya menorquina tengo algunas amigas que me dicen, en broma, que yo soy negrita y no isleña.