Compañeros. Diego Torres, junto a sus excompañeros de clase durante la Educación Primaria, en una cena celebrada en el año 2005 - Archivo

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Diego Torres, experto en finanzas, empresario y profesor de la escuela de negocios ESADE hasta que el 'caso Urdangarin' le apartó de la docencia, fue un niño tranquilo y estudioso, que vivió su primera infancia en Maó, donde nació en 1965. Se crió en un barrio de gente trabajadora, donde su familia residía, en los alrededores de las calles de la Plana y Sant Carles, en un ambiente muy diferente del que ha frecuentado en los últimos años, en su lujosa residencia de Sant Cugat, en Barcelona.

Torres está ahora envuelto en la investigación de un entramado de presunta corrupción que se desgaja del 'caso Palma Arena' y que ha implicado al duque de Palma, Iñaki Urdangarin, del que el menorquín era socio. El profesor, y también antiguo alumno de ESADE, era el número dos del Instituto Nóos en el año 2005, cuando Urdangarín, como presidente de la entidad, organizó en Mallorca el I Foro Illes Balears. En esta pieza separada del conglomerado 'Palma Arena' se investiga el presunto uso irregular y desvío de fondos públicos (5,8 millones de euros) por parte del Instituto Nóos.

Educado y serio
Después de la sorpresa inicial, al ver a su excompañero de estudios en las noticias, implicado en la presunta trama de corrupción que ha puesto contra las cuerdas a la propia Casa Real española, los que fueron a clase con Diego Torres tampoco han mostrado una extrañeza excesiva ante el final de una trayectoria profesional brillante, porque el experto en finanzas ya cuando era chaval era pragmático.

"Siempre decía que cuando fuera mayor quería ser rico, tenía claro que se quería dedicar a algo que le hiciera ganar dinero", comenta al "Menorca" un exalumno del colegio Antoni Joan de Maó, en el que Torres acabó sus estudios de Primaria (Educación General Básica, en los años 1970). "Era un chico serio, no era de estar en la calle, y sacaba muy buenas notas, excelentes, y prefería juegos tranquilos, como las canicas, no destacaba en gimnasia", continúa este antiguo amigo de la infancia de Torres.

En los años 60 y 70 del siglo XX la zona de Maó en la que creció el ahora ya exsocio de Urdangarín había absorbido numerosa inmigración de otras regiones españolas. "Sus padres eran castellanoparlantes", manifiesta otro de los que compartiera pupitre con Diego en aquellos tiempos, primero en la escuela Sant Joan, luego, debido al estado ruinoso de ésta, en las aulas prefabricadas que se instalaron en el campo de La Unión, y después en el nuevo colegio Antoni Joan.

En las prefabricadas tuvo como profesor a Manuel González Gálvez. Era el quinto curso de EGB, con casi 50 alumnos por clase y Diego Torres destacaba, siempre, por ser un buen alumnos. "Era muy majo, educado, atento, trabajador, de notable para arriba, y no era muy futbolero o deportista. Su madre, que era peluquera, estaba siempre muy interesada por su educación", recordó ayer vía telefónica el maestro. Manuel González, que reside actualmente en el extranjero, sigue la actualidad y el 'caso Urdangarín' en internet.

"Me sorprendió su implicación por el recuerdo que tengo de él, que es bueno y de cariño", reflexionó el antiguo profesor de Torres, "no sé que habrá podido pasar, la ambición supongo".

Curiosamente, Manuel González y otro maestro, Manuel Aragón Soler -quien fuera director del colegio Antoni Juan-, compartieron una cena de exalumnos con Diego Torres en el año 2005.

El típico encuentro en el que los niños, convertidos en adultos, repasan sus recuerdos junto con los maestros y comparten detalles de sus vidas. A Torres la suya le había tratado bien.

"Reside en Barcelona y está montado en el dólar, con eso de las consultoras y otros negocios...". Es un fragmento del artículo que Manuel González Gálvez escribió para las páginas de 'Es Diari' el 30 de noviembre de 2005, después de haberse reunido con sus exalumnos de la quinta de 1965. "Aquellos chavales de las prefabricadas" tituló entonces el maestro su texto, en el que se alegraba del reencuentro con aquellos niños convertidos en cuarentones.

Diego Torres no faltó a la cita. Acudió desde Barcelona y, como el resto de sus excompañeros de clase, relató qué había ocurrido en aquel paréntesis de treinta años. "Nos explicó que le iba muy bien en el mundo de los negocios".