Tristante. Nació en Barcelona aunque su familia se trasladó a la Isla cuando tenía cuatro años - JAVIER

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Nacido en Barcelona, Alberto Tristante Medina tenía tan solo cuatro años cuando aterrizó en Es Castell. Estudió en el colegio Àngel Ruiz i Pablo y posteriormente en la Escola d'Arts i Oficis de Menorca, donde descubrió su pasión por la pintura. Como muchos otros jóvenes dejó la Isla para ir a la universidad aunque su destino no fue Barcelona o Madrid, como es habitual, sino Tenerife. Tras licenciarse en Bellas Artes, Tristante se instaló en París con la intención de hacerse un hueco en el mundo del arte.

Consiguió alquilar un taller donde todavía hoy se centra en su trabajo, a través del que busca reflejar la sociedad actual. El menorquín compagina su pintura con trabajos esporádicos que le permiten salir adelante mientras su obra madura y evoluciona.

De Menorca a Tenerife. ¿Le tiraba la insularidad?
En parte sí. En aquella época era muy aficionado al surf y me instalé en Canarias buscando el océano. ¡Estaba cansado del Mediterráneo! Estudié Bellas Artes en la Universidad de La Laguna y estuve cinco años viviendo en Tenerife.

¿Su afición por la pintura venía de lejos?La verdad es que no.
Estudié en los institutos Joan Ramis i Ramis y Cap de Llevant, pero huyendo de las ciencias y de las matemáticas acabé en la Escola d'Arts i Oficis. Mi primera intención era estudiar INEF pero allí tuve algunos profesores que me influenciaron mucho, como Carles Moll. Me convencieron y finalmente cambié de idea y opté por Bellas Artes.

¿Fue una decisión acertada?
Totalmente. De hecho creo que si hubiera estudiado INEF me hubiera arrepentido. Durante mis años en la universidad me acogí a una beca Erasmus y gracias a ella estuve diez meses en Portugal. Viví en Lisboa, Ericeira y Sintra, entre otras ciudades. Iba a pueblos donde había buenas olas y enseñaba a los alemanes a surfear. Como consecuencia aprendí mejor el inglés que el portugués. Aquella experiencia en el extranjero fue fantástica.

¿Cuándo optó por trasladarse a París?
En Lisboa conocí a una chica francesa. Yo estaba cansado de estar en Canarias y buscaba un nuevo lugar donde instalarme. Finalmente, me decanté por París, donde llegué a finales de junio de 2005, después de las fiestas de Sant Joan.

¿Había visitado en alguna ocasión la capital francesa?
No, nunca. Había estado en varias ciudades grandes y, por tanto, no me impresionó mucho. En un primer momento pensé que me resultaría duro adaptarme porque los franceses tienen fama de ser algo antipáticos, pero desde el primer momento me sentí muy a gusto y bien acogido. Jamás tuve ningún problema por el hecho de ser extranjero, es peor la impresión que tienen los españoles de los franceses que los franceses de los españoles.

¿Dominaba el francés?
Para nada. Al principio tuve problemas de comunicación pero rápidamente me puse las pilas estudiando por mi cuenta durante cuatro o cinco horas diarias. A los cuatro meses entendía muchas cosas y a los seis meses podía mantener con facilidad conversaciones simples. No obstante, tardé dos años en conseguir dominar el idioma perfectamente. El francés es una lengua muy complicada y todavía hoy no lo escribo del todo bien aunque puedo comunicarme perfectamente en esta lengua. Sin embargo, tengo un acento extraño, tanto en francés como en español. Supongo que tiene relación con el hecho de haber vivido durante tantos años en Canarias y también porque cuando hablo español en Francia siempre es con latinoamericanos.

¿En qué barrió se instaló?
En un primer momento en Buttes Chaumont, más conocido como XIX Distrito. Está situado en el margen derecho del Sena y es uno de los 20 distritos de París. Después viví en Montmartre, el XVIII Distrito y recientemente me he mudado al XI Distrito, cerca de la plaza de la República.

¿Vive solo?
No, comparto piso con un amigo. Los alquileres son muy caros y si uno quiere vivir solo debe optar por hacerlo en un piso de dimensiones muy reducidas. Durante un par de años viví con otras dos personas en un apartamento muy pequeño y eso fue muy duro.

Necesitaba mi espacio. La verdad es que me agobia vivir en un espacio pequeño y, por tanto, prefiero compartir casa y poder permitirme un apartamento más grande.

¿París es tan caro como dicen?
No. Alquilar una vivienda puede resultar algo más caro que en Barcelona o Madrid pero hay que tener en cuenta que en París el nivel de vida es más alto. El tópico de que la capital francesa es muy cara prevalece porque la gran mayoría de los turistas que llegan a la ciudad se quedan en el centro. Van a visitar el Museo del Louvre, los Campos Elíseos, la iglesia de la Madeleine y poco más. Se trata de zonas muy turísticas y, por tanto, en sus alrededores todo es muy caro. Por el contrario, un café en el barrio de Montmartre te puede costar 1,5 euros como mucho y por 12 euros puedes ir a comer a un restaurante.

¿Buscó trabajo al llegar?
Sí, conseguí un trabajo tan solo tres meses después de instalarme. Me contrataron como carpintero en una empresa cuyo propietario era hijo de dos españoles que habían emigrado a Francia en la época de Franco. Tras seis o siete meses dejé el trabajo para dedicarme por completo a la pintura. Alquilé un taller en el canal del Ourcq y entré a formar parte de una asociación de arte. En París hay muchísimos artistas y, por tanto, resulta complicado conseguir un espacio donde trabajar. El hecho de disponer de un local propio de 30 metros cuadrados me animó mucho.

¿Ha conseguido vivir de la pintura?
Todavía no, es muy complicado. Uno sale de Bellas Artes y, a partir de entonces, comienza el camino más largo. De todos modos, a día de hoy estoy muy animado y con mucha ilusión. Mi obra ha evolucionado y progresado con el tiempo y eso se nota en la respuesta del público. Tras dejar el trabajo de carpintero pude sobrevivir durante seis meses con el dinero que había ahorrado. Posteriormente, trabajé como camarero durante tres años en un restaurante italiano ubicado en la Place de Marché, del Barrio Saint Honoré. Hace un año decidí dejar de trabajar para centrarme de nuevo en mi obra. Ahora estoy cobrando del paro e intento participar en diversas exposiciones.

¿Resulta complicado?
Sí. Mis obras son de gran formato y, por tanto, no puedo exponer en cualquier lugar. Además, aquí hay mucha competencia y mucha gente se aprovecha de los artistas jóvenes que no tienen facilidades para dar a conocer su trabajo. Por el momento, he conseguido exponer tres años en el Salón de Arte MAC París que se celebra anualmente cada mes de noviembre y que recibe unas 14.000 visitas. Más de 1.000 artistas presentan sus solicitudes para participar y tan solo se escogen 125.

¿Cómo definiría su obra?
Intenta ser una pintura subjetiva que hable de la sociedad utilizando la técnica del óleo. Yo la definiría como una pintura figurativa contemporánea. A día de hoy estoy centrado especialmente en los movimientos migratorios en un sentido duro y trágico. El arte contemporáneo no tiene nada que ver con la belleza sino que trata de convertirse en un reflejo de la sociedad actual. En este sentido, París es una ciudad muy sucia donde hay mucha miseria y desigualdad, especialmente en la Île-de-France, donde se concentran la mayoría de inmigrantes.

¿Dedica mucho tiempo a la pintura?
De momento, pinto diariamente. Entre las 17 y las 23 horas estoy en el taller y por tanto, trabajo unas 40 horas semanales. Dedico a cada cuadro entre uno y tres meses y, normalmente, trabajo en dos obras al mismo tiempo. De este modo, cuando estoy saturado de trabajar sobre un lienzo o no consigo avanzar, tengo otra opción mientras dejo reposar la obra. La verdad es que tengo un gran stock de cuadros ya que, como mucho, vendo dos trabajos cada año. Mi intención a medio plazo es participar en más concursos, no tan solo en Francia sino también en Alemania o Londres. Sin embargo, necesito un trabajo más madurado para ir al extranjero a solicitar exponer en alguna galería. Tal vez lo intentaré dentro de un par de años. Mi principal objetivo es exponer en lugares de calidad donde los receptores sean capaces de apreciar el nivel artístico.

¿Le gustaría exponer en Menorca?
Si algún día hago una serie de cuadros de menor formato, sí que me gustaría exponerlos en la Isla. El problema es que transportar mis obras actuales es complicado debido a su gran tamaño.

Hace más de seis años que vive en París. ¿Qué valoración hace?
Muy positiva. Me encuentro muy a gusto aquí y mi trabajo se valora cada vez más. En España hablas con cualquiera y lo primero que te explica es que ha perdido el trabajo o que le han reducido el sueldo. En cambio, en París no se escucha hablar de crisis. Es una ciudad muy rica, los restaurantes están siempre llenos y las Galerías Lafayette están a tope. Precisamente yo opté por dejar el trabajo de camarero y cobrar el paro porque sé que si algún día necesito volver a trabajar lo tendré fácil porque hay mucha oferta. A pesar de que en el resto de Francia sí que se ha notado la crisis, en París tenemos la suerte de que no ha afectado mucho.

La primera vuelta de las elecciones francesas se celebró el pasado domingo. ¿Alguna preferencia?
La popularidad de Nicolas Sarkozy ha descendido y eso me gusta. Yo espero que gane los comicios el candidato socialista François Hollande. A día de hoy se puede decir que el país funciona bien económicamente pero no a nivel social. Sarkozy ha creado una brecha entre clases sociales y la intención de Hollande es favorecer la igualdad y las oportunidades para todos.

¿Qué me dice del ascenso de la extrema derecha?
Yo no he sido testigo de que haya un sentimiento racista contra los inmigrantes en París. Es cierto que hay mucha inmigración, especialmente procedente de Marruecos, Europa del Este y del centro de África. No obstante, las etnias se agrupan en barrios y no son conflictivas. Puedes pasearte con total tranquilidad por distritos repletos de marroquíes o argelinos y te tratan con amabilidad. Desde mi punto de vista, la gente tiene una mentalidad muy abierta. Yo, por ejemplo, tengo muchos amigos que proceden de lugares como Vietnam, Sudamérica o que tiene origen senegalés. Precisamente esta multiculturalidad es lo que me gusta de París. Te mueves de un barrio a otro y parece que has viajado a otro país. Puedes ir de Túnez a Marruecos en tan solo 20 minutos. Además, vayas donde vayas siempre hay cosas por descubrir, nuevos ambientes culturales y mucha gente joven. Se respira buena energía.

¿Cómo son los parisinos?
Es una pregunta complicada. El parisino tiene, generalmente, una buena situación económica, son gente con dinero. Son personas abiertas y simpáticas pero siempre guardando las distancias y, tal vez, algo más egoístas que el francés de clase media. En general, los franceses se quejan mucho, les gusta hablar de política y son muy curiosos. Por otro lado, París es una ciudad de artistas en la que hay mucha vida cultural. Mientras que en España todo el mundo tiene unos valores estéticos muy similares, en Francia la gente tiene más personalidad y no se deja influenciar tan fácilmente por los medios.

¿Qué es lo que menos le gusta de la capital francesa?
El clima frío. Hay una diferencia de diez grados menos con respecto a Menorca y el invierno, en vez de durar tres meses, se prolonga durante cinco mese. En París es complicado ver el sol. No obstante, la gente está siempre en la calle y, aunque haga mal tiempo, las terrazas de los bares están siempre llenas. En verano la ciudad se transforma gracias al "Paris Plage", un evento que cubre de arena la ribera del río Sena, que se llena hasta los topes.

¿Su intención es quedarse definitivamente en París?
No creo. París no es una ciudad para vivir eternamente y, además, siento que necesito el contacto con la naturaleza. A día de hoy, no me planteo volver a España donde, actualmente, la gente va con la cabeza gacha, mirando hacia abajo. Me gustaría mucho instalarme en el País Vasco francés, donde hay mucha tranquilidad.

Y mar...
¡Sí! He ido en algunas ocasiones a surfear a Hossegor desde que vivo en París. Recuerdo que en junio de 2005, cuando llegué a la capital francesa, lo hice con la maleta y la tabla del surf bajo el brazo pero ha pasado el tiempo y no he tenido la oportunidad de utilizarla mucho. De todas maneras, intento ir a surfear una vez al año.

¿Echa de menos Menorca?
Me siento muy atado a Menorca. El hecho de haber crecido en un lugar tan bonito me ha llevado a tener un espíritu libre. No obstante, echo en falta la naturaleza salvaje y viva de la Isla. El pasado mes de febrero visité Menorca, hacía muchos años que no iba a la Isla en invierno y me permitió coger energía. Fui a Favàritx un día de Tramontana y fue como volver al origen, al estado salvaje. Todo eso es imposible en París porque la ciudad es totalmente artificial.

¿Le gustaría volver a instalarse en la Isla?
Instalarme definitivamente no pero sí me gustaría pasar más tiempo allí.. De momento, necesito estar en una gran ciudad donde puedo relacionarme con más gente y estar en contacto con los problemas sociales. Siempre fui bastante inquieto y desde los 19 años me di cuenta de que mi vida no estaba en Menorca sino fuera. Hoy por hoy, voy a Menorca dos veces al año, momento en que aprovecho para relajarme. Menorca me inspira en la forma de vivir y de ver las cosas pero no a nivel profesional.


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