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Se dice que los gallegos encarnan como pocos la vocación viajera y hospitalaria, pero Miguel Ángel González Carballo (A Coruña) suma a sus 37 años un mérito más, el del luchador nato. Después de trabajar de peón en la construcción, de haber sido carnicero, matarife, camarero, administrativo en una gestoría, camionero y crupier, y después de viajar desde su Galicia natal hasta Menorca e incluso a Santo Domingo (República Dominicana) por cuestiones laborales, Miguel Ángel se rebeló inconformista contra una crisis que le relegó durante meses a engrosar las listas del paro.

Este gallego inquieto y emprendedor, que reside en la Isla desde hace 12 años, está cada vez más convencido de que la única forma de trabajar en una situación como la actual es creando uno mismo su propio trabajo. Por ello, no paró hasta que puso en marcha su pequeño gran negocio, el 'Bar Queimada', en la calle Borja Moll 7A de Maó. Lo hizo tras conseguir toda la prestación del paro que le quedaba en un pago único. El local que ahora regenta es un homenaje a sus orígenes, a la bebida tradicional de su 'terra galega' hecha a base de aguardiente, azúcar, granos de café y corteza de limón. La Queimada fuerte y caliente que espanta los malos espíritus, las 'meigas' del paro, la que libera el alma de todos los males gracias al conjuro ritual que acompaña su mágica y legendaria elaboración.

Los números no cuadraban

Pero Miguel Ángel no lo tuvo fácil y necesitó algo más que un conjuro para invocar su nuevo empleo. Después de pasar cinco meses en el paro, empezó a hacer cuentas. Está casado, y como la mayoría, hace frente a una hipoteca. Sin trabajo, los números apenas cuadraban, el sueldo de su mujer Belén no era suficiente y más tras la llegada a la familia de la pequeña Noa. "Era fijo discontinuo y en teoría iba a estar más tiempo en el paro que trabajando. Aunque tenía el paro casi íntegro, veía que más pronto que tarde la prestación se agotaba y decidí montar el bar", explica Miguel Ángel con la misma energía con la que hizo realidad un viejo sueño.

Hace apenas seis meses abrió el 'Bar Queimada', un rincón gallego acristalado entre azuladas y espumosas transparencias de acantilados de Finisterre que poco a poco se hace hueco en Maó. Apunta orgulloso al respecto que el equipo de dardos de El Queimada es el campeón de Menorca y España, y viajó recientemente al Mundial de Las Vegas. Añade que trabaja cerca de quince horas diarias, pero afirma rotundo que el esfuerzo merece la pena. "Soy una persona que no puede estar quieta en casa, me gusta trabajar. Me vi en el dilema. Pedí todo el paro y monté mi propio negocio", explica cómo pudo capitalizar la prestación y probó el autoempleo. Tras presentar los papeles correspondientes y el proyecto, Miguel Ángel consiguió en apenas un mes el 60 por ciento del paro. El otro cuarenta, explica, se lo queda Hacienda y se destina a compensar las cuotas a la Seguridad Social.

"No había otra salida"

Con una inversión total que ronda los 30.000 euros y el traspaso del local en sus manos, ahora es dueño de su propio destino. "Sé que me he endeudado más, pero no había otra salida. Animo a la gente a que no se quede en casa, a salir e intentar crear su propio trabajo", comenta convencido de que ha iniciado el camino correcto. Reconoce que los principios no fueron fáciles. Ahora ya cuenta con una clientela fija lograda a base de precios competitivos, muy ajustados y gracias a la hospitalidad de la que hace gala. "La cerveza pequeña cuesta un euro y también ofrecemos tapas, una costumbre que queremos trasladar a la vida menorquina", explica, mientras recuerda que el local participará en la próxima muestra tapera de Maó con sus ''tigres rabiosos" (mejillones picantes) típicos de su tierra.

Miguel Ángel señala en el mostrador varias bandejas de pulpo encebollado, albóndigas con tomate, carne con pimientos y callos, el plato estrella de la casa. Y fiel a la tradición gallega que rezuma el local, destaca la presencia de un cayado de peregrino junto a un gran cartel con el conjuro en gallego de la Queimada, que de vez en cuando recita para deleite de clientes y reposo de feligreses supersticiosos. El ritual mágico que espanta a las brujas, cuenta, con y sin escoba, a las 'meigas' de mal agüero de cualquier especie y calaña que nunca acaban de marcharse del todo.