TW
0

El perfil quijotesco de Juan Elorduy no es la única semblanza que guarda este ciutadellenc de adopción con el caballero de Cervantes, les son comunes también el espíritu bondadoso y aventurero, amable y respetuoso, ese afán por estar con los demás en la vida y brindar siempre todo su apoyo. A Elorduy tampoco le vencerá ningún gigante, su saber le repone de los golpes más duros como el que ha representado cerrar las puertas de los pilares de la Obra Social Sa Nostra en Menorca, Sant Antoni en Maó y Sant Josep y el Centre Social en Ciutadella, desde las que ha combatido incansablemente a favor de la cultura, alzándola como uno de los estandartes de la sociedad menorquina.

Se acaba una etapa importante de gestión cultural con la Obra Social Sa Nostra. Seguramente, a nivel personal, se lleva un cofre lleno de tesoros.

Yo sí, y presumo de ello. La verdad es que ha sido una oportunidad que he tenido en mi vida. Fue muy curioso porque cuando salió la plaza de coordinador de las actividades de Sa Nostra en Menorca hubo gente que me vino a decir "hay un trabajo para ti, encaja perfectamente con tu perfil" porque yo desde siempre me había dedicado a organizar teatro, conferencias, exposiciones, o sea que ya estaba muy metido en todo esto antes incluso de que existiera lo que llamamos gestión cultural que ahora es una profesión y que antes se aprendía desde la propia experiencia. Fue una plaza disputada pero muy hermosa y que durante veinte años me ha permitido vivir de ello y además ser razonablemente feliz.

Las maletas para el próximo viaje ya están hechas, van llenas de nuevos proyectos.

Sí, estoy muy ilusionado con estos nuevos proyectos. Uno de ellos se llama "Ciutadella i Patrimoni", se trata de una asociación cultural sin ánimo de lucro para seguir trabajando para la cultura de Menorca y su patrimonio. En concreto queremos empezar por hacer un libro muy completo e ilustrado sobre la arquitectura y el patrimonio de Ciutadella, por proximidad, y para ello nos hemos reunido un grupo de gente muy interesante y muy interesada en defender y mostrar el patrimonio y presumir de él porque tiene mucha categoría y pensamos que todavía se puede hacer más para que la gente lo conozca y lo aprecie como algo valioso y digno de ser preservado e incrementado. Y sigo escribiendo y pintando.

Luego está Menorca Plein Air, que es una nueva empresa que hemos montado a nivel familiar para realizar un trabajo más profesional. En Menorca Plein Air pretendemos que el visitante, gente de fuera principalmente, disfrute pintando al aire libre el extraordinario paisaje que tiene Menorca. Lo hacemos como oferta complementaria dirigida al turismo y la respuesta que estamos encontrando de momento es entusiasta, se trata de una propuesta que no es tan pasiva como el ir de excursión y ver monumentos, ni es tan activa como bajarse por un despeñadero con unas cuerdas, remar en un kayak o subir a un caballo. Hay personas a quienes esta posibilidad de realizar una actividad creativa y sosegada en contacto con la naturaleza les puede resultar atractiva, sobre todo a partir de los 50 años. Digo lo de los 50 años porque es un momento en el que revisas tu vida y te das cuenta de que hay cosas que ya no harás y por otro lado descubres cosas que te hubiera gustado hacer y nunca has hecho, entre ellas para mucha gente está el pintar.
Hay mucha gente que pintaba cuando era niño y disfrutaba mucho, que regalaba cuadros a sus familiares y luego nunca más. Pero de repente si ves a alguien pintando por la calle no puedes dejar de sentirte atraído por los pinceles; lo que ocurre es que luego a todos nos da un poco de corte empezar a pintar, porque no tenemos el material, porque no tenemos a alguien que nos guíe…
Así que lo que proponemos es esto, ir a unos lugares excepcionales, donde la tranquilidad sea máxima, estar delante de un paisaje extraordinario y hacer disfrutar de esta forma de percibir la naturaleza, la pintura te obliga a estar un tiempo en el que te vas haciendo con el paisaje, ves pasar la luz, pasan cosas. Luego tienes esta satisfacción de ese momento vivido allí y de llevarte una obra de aquella experiencia.

Más de treinta años de Obra Social de Sa Nostra han dado para mucho de sí, exposiciones, conciertos, propuestas educativas, conferencias… ¿Cuál es su balance?

Yo empezaría por el principio porque creo que una de las cosas más bonitas de este proyecto social y cultural es que se creó una infraestructura a favor de la proximidad cultural. Era la única estructura en estas Islas tan separadas y divididas que tenía un centro en cada una de ellas, que nos intercambiábamos proyectos, que los poníamos en común, que cada uno intentaba recoger de su Isla los aspectos más sensibles y todo esto no lo ha hecho nadie y me temo que no lo hará nadie más. Esto es una gran pérdida. Había una labor de proximidad con las entidades culturales, todo un pequeño tejido donde vas descubriendo los valores emergentes, intentas apoyar a los jóvenes, intentas que se respete el valor del patrimonio, que sean reconocidos los valores artísticos menorquines realmente destacables. Yo me honro, porque para mi ha sido un honor, haber hecho el libro de Vives Llull, el libro de Torrent, el de las canteras de marés y el de la Reserva de la Biosfera, los proyectos educativos de "La mar i en Pop!" o el de "Tanc els ulls", tres libros antológicos, cada diez años, de Matias Quetglas para ir mostrando qué está haciendo, haber montado exposiciones de Poch Romeu, de Arturo Pascual, de Pacífic, de Jofre, los Premis Sant Antoni…

Es una lista grande de gente que tenía cosas que decir y que notas que si no hubiese habido ese esfuerzo por la cultura local por parte de la Obra Social de Sa Nostra yo creo que se habría perdido. Sí que hay otras entidades que cuidan de la cultura, está la Enciclopedia, el Ateneu, el Cercle Artístic, entre otras, desde Sa Nostra hicimos también algo, trajimos gente de fuera para exponer, también para los conciertos. Esa cultura de proximidad y ese tejido entre Islas creo que ha sido lo más valioso y de lo que me siento más orgulloso de haber participado.

En los últimos tiempos los intereses de la Obra Social han ido variando, ¿ha sido esta la causa que ha puesto fin a los centros culturales?

Sí, al final todo tiene sus ciclos, igual que al principio hacías una exposición y venía muchísima gente a la inauguración, ahora de cada vez acudía menos, no porque los artistas fueran peores o porque los proyectos fueran menos interesantes, sino porque hay unos cambios sociales de usos y costumbres. Nosotros actuamos mucho como punta de lanza, cuando se abrieron nuestras salas de exposiciones prácticamente no había en la Isla galerías de arte, entonces los artistas no tenían donde exponer su obra, en aquel momento era importante ofrecer esto a la sociedad.

Actualmente hay galerías, hay artistas que se mueven por Internet, hay gente que tiene una proyección fuera. Los conciertos, antes ponías la sala para un concierto con un piano y unas sillas y era suficiente, de repente Joventuts Musicals crece, crea una orquesta y en la sala no cabe ya ni la orquesta ni el numeroso público que iba aumentando. Luego todo tiene una nueva dimensión y había que renovarse, pero con esta renovación ha habido quien no ha estado por la labor de entender que la cultura es la sangre de la sociedad, lo que lleva la energía y el alimento a los músculos y al cerebro; hay gente que ha pensado que se puede prescindir de ella porque es un lujo. En el siglo XIX se despreció a un rey loco que construyó castillos románticos, hoy la región de Baviera vive de las visitas a esos castillos. Yo estoy contra la cultura que no está comprometida con su entorno y con su época, la cultura del despilfarro y del acto gratuito o exquisito. Hago mía aquella moraleja de Iriarte que decía que "Sepa quien para el público trabaja, que tal vez a la plebe culpa en vano, pues si en dándola paja, come paja, siempre que la dan grano, come grano."

Luego ¿quién traerá hasta esta pequeña Isla a Eva Lootz, Daniel Canogar, Manolo Valdés y tantos otros proyectos y artistas? Lo público, ¿está haciendo lo que debiera?

Tengo poca confianza en los políticos, la verdad. No me dan ninguna garantía de que sientan cariño por la cultura, que sientan respeto por el patrimonio que debían preservar, gente que estás viendo, y no se trata de echar la culpa a los últimos, que dejan abandonado el hospital Verge del Toro, un lugar maravilloso que forma parte del perfil de la ciudad, lo mismo con la Farmacia Llabrés de Ciutadella. Si empiezas a pasar lista del patrimonio abandonado dan escalofríos.

Hay una película maravillosa que yo pasaría a políticos y funcionarios, se llama "Ikiru", ("Vivir"), de Akira Kurosawa que cuenta la historia de un funcionario que va a su ritmo y de repente le descubren una enfermedad y le anuncian que le quedan unos meses de vida. Este probo funcionario con cargo público decide que los meses de vida que le quedan lo que va a sacar adelante es el proyecto de un parque infantil que le reclamaban los vecinos constantemente y a los que él no atendía. Acaba la película con él balanceándose en el columpio, muy fuerte la imagen, la vida, "Ikiru", es conseguir hacer algo útil para los demás. Si cada funcionario o cada político sacara adelante un proyecto estaríamos mucho mejor, con sólo un objetivo cumplido por político todo iría mejor. Por no hablar del recelo o el menosprecio hacia los nuevos artistas, la historia de esperar a que triunfen fuera para hacerles un poco de caso se repite permanentemente… Nos conformamos ya con que nada vaya a peor.

Lo privado ¿será capaz de atender a tanta demanda?

En teoría y en estas circunstancias actuales no. Si nos comparamos con otras sociedades como la norteamericana donde tienen unos niveles culturales altos en lo privado, ocurre que hay una cultura de la ayuda para el mecenazgo que genera que tanto empresas como particulares estén bien vistos y sea lo normal que se ocupen de la cultura y se pagan así museos, universidades, centros… Aquí esto es impensable. A nivel comercial sí que empieza a haber fundaciones que dependen de empresas privadas, se van creando fórmulas para que la sociedad civil tome esta iniciativa y se vaya abandonando lo público, pero estamos en este trance en el que se está suprimiendo una forma tradicional de mantenimiento de la cultura y no está todavía creado el repuesto. También creo, y lo creo firmemente, que la cultura tiene la suficiente energía y la suficiente capacidad para resistir esto y mucho más.

Uno siempre tiene la sensación de que la cultura es un segundo plato…

A mí me molesta un poco esta imagen de que la cultura es algo subvencionado, que es como una especie de vagón de cola, un lastre, no. Quiero creer en la vitalidad de la cultura, por ejemplo respecto a la lengua catalana, cuando estuvo más perseguida no acabaron con ella y se crearon obras extraordinarias. No tenemos ahora perspectiva histórica para saber si en los últimos diez años a nivel creativo ha sido más creativo que entonces. O sea, el exceso de alimentación provoca el ablandamiento de los músculos, la superprotección crea adultos inmaduros, la rutina provoca el acomodamiento… Yo creo que esto sucede en general en muchos ámbitos de nuestra sociedad. Puede que faltase la cultura del esfuerzo, tan necesario para superarse y para sacar adelante cosas. Lo bueno del arte es que cuando parece que no tienes ninguna posibilidad lo sigues trabajando porque necesitas hacerlo, el libro de "Casetes de vorera" se va a hacer, Lucía, porque este libro tiene que ser, la sociedad lo reclama, mejor claro si te ponen una autopista delante, pero si no, lo sacaremos adelante igual, como lo haremos con el libro del Patrimoni de Ciutadella, porque es necesario. Si no nos entregamos a que solo aguantamos si nos lo dan todo bien masticadito, y yo creo que esto por dignidad del arte y la cultura es una etiqueta que nos tenemos que quitar. No somos dilapidadores de patrimonio ni elucubradores de los superfluo. Somos capaces de sobrevivir en estas situaciones y en situaciones más duras, aunque no sea lo ideal, lo ideal es tener buenos teatros, buenos museos, buenas escuelas, buenas editoriales, lo ideal para la buena salud. Pero unas buenas purgas son buenas para un árbol y son buenas también para la cultura, hay mucho fruto insano, mucha rama muerta o débil colgando del árbol y molestando al resto que quiere crecer.

Aún con esta falta de perspectiva que comentaba, ¿cree que los artistas están dando en estos momentos la creatividad que se supone en una época de crisis?

Eso es lo que se va a ver, los buenos van a seguir haciéndolo. Dentro del mundo del arte siento admiración por estos artistas auténticos, creadores que no ganan un duro con lo que hacen, que dedican muchísimo esfuerzo, y siguen. En Menorca hay media docena de artistas que no ganan un duro y que no lo ganarán nunca y son buenísimos. Ahí es donde me duele quedarme fuera de el mundo de la gestión, porque creo que es gente que necesita al menos a alguien que les escuche, alguien que les diga que lo que hacen es buenísimo porque hay un compromiso, que están aportando una visión de la sociedad muy interesante. Es gente joven y gente no tan joven y con esto se comprometen, esto es muy digno de alabar y muy de agradecer a nivel social, no todos los artistas están por ganar el aplauso y la medalla, los hay que lo hacen porque lo tienen que hacer. Esto se encuentra en todas las vocaciones, también en el deporte o en la medicina. El contacto con lo realmente auténtico no tiene precio, por lo que sería muy lamentable que quitando las subvenciones todo esto se viniera abajo. Lo más duro es que se pierdan las infraestructuras porque estas son las que dan las posibilidades de mostrar las obras de los artistas, en Menorca ahora salas de exposiciones públicas prácticamente no hay y lo que exponen en ellas muchas veces no son ni interesantes para nuestra cultura, para nuestra gente, muchas veces no hay ni criterio y funciona al capricho de…

Juan Elorduy ha estado, está y estará con sus opiniones creativas tras muchos de los proyectos culturales de esta Isla. Cuantos no son los que cuentan con su valoración y sus aportaciones…

Yo confío en poder seguir escribiendo, pintando, haciendo cine, quizás teatro, enseñando y asesorando, diseñando y gestionando proyectos culturales. Espero seguir promoviendo, dentro de mis posibilidades, la cultura menorquina y defendiendo, como siempre, nuestro patrimonio. Me pongo al servicio de todo el mundo, dispuesto a trabajar en proyectos bonitos que trataremos con la máxima ilusión.