surf. Los aficionados al surf se congregan en la playa de Cavalleria para disfrutar de las olas aunque diariamente deban rescatar a bañistas - Cris

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Playa de Cavalleria. Día de pleno verano y de altas temperaturas. Continuo tránsito de veraneantes dispuestos a encontrar un espacio donde poder colocar toallas, sombrilla y tumbona. Una familia planta el parasol en el primer hueco que se presenta, cuanto más cerca de la escalera mejor.

El bañista observa el mar y percibe que cerca de la costa no se divisan tantas olas como en la zona central de la playa. Además, es un entorno perfecto para darse un chapuzón tras un baño de barro. Adentrado en el agua cristalina, y aunque no se perciban olas, el bañista nota como la corriente lo arrastra hacia las profundidades del mar. A pesar de los intentos por nadar contracorriente la fuerza interna producida por la corriente marina se impone. A unos doscientos metros de la orilla, un grupo de surfistas está en la cresta de la ola, no obstante, tras percatarse de la situación acude a su auxilio y socorre al bañista.

Podría tratarse de un simulacro donde se pone a prueba una situación de máximo riesgo. Pero, desgraciadamente, se trata de una estampa que quienes frecuentan la playa de Cavalleria, en Es Mercadal, la consideran "habitual" y "cotidiana". Así lo manifiesta Alfonso Alibés, un aficionado al surf que lleva practicando este deporte de origen hawaiano desde hace más de 25 años. Su experiencia le atesora un amplio conocimiento de las singularidades del fondo del mar. Tanto que, cuando el domingo su compañero le informa de que la corriente se ha saldado con una víctima, suspira y exclama que "tarde o temprano iba a ocurrir, ya lo sabíamos".

Y vuelve a la búsqueda de otra ola y probablemente al rescate de otro nadador.

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