Maó. Los vecinos dicen que el referéndum sería tirar el dinero - Archivo

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La apuesta por el bilingüismo del Ayuntamiento de Maó con el topónimo de la ciudad en catalán y castellano (Maó/Mahón) es acogida con cierta indiferencia por las personas encuestadas ayer por este periódico. La mayoría ve con buenos ojos que los documentos oficiales del Consistorio incorporen las dos fórmulas y que al nombrar y escribir el topónimo se acepte por igual el catalán y el castellano. Pero también muchos consideran que la ciudad tiene problemas más importantes como para que los políticos de uno y otro signo pierdan el tiempo polemizando sobre esta cuestión. De hecho, un destacado número de personas considera que celebrar un referéndum sobre el topónimo, aunque fuera una promesa electoral del PP, sería una forma de tirar el dinero "de todos" en un momento en el que las familias de Maó están ahogadas por los recortes y no llegan a fin de mes.

"El bilingüismo suma"
Virginia, una vecina de Maó de 34 años, se muestra a favor del bilingüismo. Considera que es una riqueza poder utilizar los dos topónimos. "Quien lo quiera ver de forma polarizada, no aceptará los dos nombres. Pero el bilingüismo siempre suma en vez de restar. En Suiza, por ejemplo, el nombre de las calles está en francés y alemán. Polemizar sobre este tema no tiene mucho sentido", comenta. En la misma línea se expresa María, de 36 años. "Soy castellanoparlante y aunque también hablo menorquín me gusta ver el nombre de mi ciudad en catalán y castellano", asevera.

"Nos da igual"
Juan, de 35 años y David, de 33, dos jóvenes vecinos de Maó, confiesan que esta cuestión les es del todo indiferente. "No me parece mal utilizar los dos nombres, pero es un tema que nos da igual", comentan abiertamente. Belén, de 26 años, también considera ésta una cuestión banal "con la que está cayendo" y no entiende la polémica suscitada.

"Confundir a los turistas"
En opinión de Ricardo, otro vecino de Maó, de 38 años, los cambios en el topónimo de la ciudad lo único que hacen es "confundir más a los turistas".

"Históricamente se ha dicho el nombre en castellano y no comprendo por qué lo cambiaron", reflexiona. En cuanto al referéndum afirma que cuando se oficializó el nombre en catalán no fue consultado y, por tanto, ahora no lo encuentra necesario.

Enrique, de 52 años, considera que cada uno es libre de llamar a su ciudad como quiera. "En eso consiste la democracia, en poder decidir libremente". Tampoco se muestra partidario de celebrar un referéndum sobre el topónimo en un momento como el actual donde "hay gente que hace cola en Caritas", denuncia.

"Desviar la atención"
A juicio de Gustavo, de 33 años, vecino de Maó, pero de origen argentino, es importante el respeto al bilingüismo en una comunidad como la Balear en la que conviven dos lenguas. "Es una cuestión de lógica. Discutir sobre este tema es una pérdida de tiempo. En Argentina los políticos emboban al pueblo con estos temas para desviar la atención de cosas mucho más importantes", advierte. Juan, de 50 años, también se muestra indiferente. "Me da igual. Hay cosas más importantes. Creo que la discusión sobre el referéndum son ganas de polemizar", espeta.

"Mejor Maó"
Nuria y Alberto son dos vecinos de Barcelona que pasan unos días de vacaciones en la Isla. Han oído hablar de la polémica y comentan que la ciudad debería mantener el nombre en catalán. Reconocen que los políticos contribuyen a polarizar posturas sobre una cuestión que por encima de todo debería respetar las tradiciones, las raíces y el nombre original de cada pueblo.

"Tengo escudos con la 'h'"
Juan, de 69 años, es un jubilado que se muestra partidario de la fórmula adoptada por el Ayuntamiento. "Tengo escudos antiguos en los que aparece Maó con 'h' y Mahón en castellano que hice imprimir para incorporarlos a mi negocio", comenta. En cuanto al incumplimiento del PP de someter el cambio del topónimo de la ciudad a un referéndum, Juan afirma desconfiar de las promesas de los políticos "de uno y otro color". "Todos son iguales. Nos dijeron que subirían las pensiones y ahora de aquello no se acuerdan. No hay ningún político bueno. Aunque si todos arrimáramos el hombro, las cosas nos irían de otra forma", reflexiona.