Patrimonio. Dos de los 30 molinos catalogados en Menorca, aunque la asociación cree que hay más - Javier

TW
0

La Isla cuenta con 30 molinos catalogados de viento, agua, fuego y de tracción animal, también llamados "de sang", pero se sospecha de la existencia de como mínimo una docena más, "menos visibles" y en peor estado de conservación, repartidos a lo largo y ancho del paisaje menorquín.

La recién creada Associació Molins de Menorca, una entidad sin ánimo de lucro, ha comenzado hace unos meses a buscar documentación para inventariar, proteger y recuperar esta otra parte del rico patrimonio histórico de la Isla. Los molinos salpican el paisaje isleño y sus piedras son el vestigio de una antigua tradición económica, de una técnica actualmente ya en desuso que muchos consideran que no deberían caer en el olvido.

Y a pesar de que apenas acaba de empezar a dar sus primeros pasos, esta asociación ya ha reunido una docena de piezas de importante valor etnológico que en su día formaban parte del engranaje de diferentes molinos.

Parte de las piezas han sido donadas desinteresadamente por particulares y otras han sido cedidas temporalmente por sus propietarios a la entidad para que identifique el tipo de pieza de que se trata. Algunas de ellas son antiguas y pesadas piedras de moler traídas expresamente desde la Península, más consistentes que el marés para triturar el grano. Varias tienen pequeñas incrustaciones de sílex que datan del siglo XVIII y XIV.

"Hay que tener en cuenta que por ejemplo la piedra viva del Molí de Dalt de Sant Lluís que ahora cumple su 250 aniversario fue traída expresamente desde Laferté, un pueblo situado al norte de Francia", explica Eloy González, conservador del Molí de Dalt y miembro de la asociación.

"En la Isla tenemos otros molinos que se construyeron después con gente de aquí, no tienen un origen francés como el de Sant Lluís", añade.

Todas estas estructuras son una muestra del ingenio humano, herramientas que durante siglos han prestado importantes servicios a la sociedad rural y urbana menorquina, que ahora un grupo de voluntarios se ha empeñado en recuperar para generaciones venideras.

Museo del la molinería

Pero además de las piezas que la asociación ha comenzado a recoger y a catalogar, la entidad recoge fotografías y diversa documentación para crear un archivo y entregarlo al Consell. En este sentido, también se ha servido de la recopilación realizada por los investigadores Antoni López Pons y Jaume Murillo Orfila, así como las informaciones de los archivos particulares y fondos del Consell.

Los miembros que conforman esta entidad están convencidos de que además de los molinos catalogados por López Pons y Orfila en 1992, existen otros que pretende sacar a la luz. Pero el objetivo de la asociación no se centra única y exclusivamente en la restauración de estas instalaciones para ponerlas de nuevo en funcionamiento, sino que sus aspiraciones son mucho más sencillas y modestas.

La mera rehabilitación de sus esbeltas figuras como una pieza más del paisaje menorquín y, de paso, convertirlas en un atractivo turístico más, sería ya un logro para estos voluntarios, y si a ello se suma la creación en un futuro de un museo de la molinería, el éxito sería rotundo.