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Maria Teresa viene de Nápoles, donde trabaja con el Circo Corsaro para ayudar, entre otros, a niños que se han visto afectados por el drama de la mafia y la camorra, con problemas escolares y de conducta. Javier llega desde Rumania, donde hace quince años que el colectivo PA-RA-DA emplea el circo como "una herramienta muy poderosa" de educación no formal con jóvenes y fomenta la ciudadanía activa desde el voluntariado, así como el intercambio de ideas. Junto a ellos, Silja de Finlanda, Javier de Cantabria, Ana de Barcelona... Y muchos más.

Todos ellos están implicados en el movimiento de circo social, que pretende mediante esta lúdica y amplia actividad trabajar en procesos como la educación, la integración o la relación entre jóvenes, algunos de ellos con distintos problemas, como por ejemplo discapacidades o dificultades de carácter social.

En esta actividad, el aprendizaje es constante, como diversos los modos de trabajar, y muy productivos los intercambios de experiencias y conocimientos. Con este objetivo se reúnen esta semana en Son Putxet (Alaior) unos treinta formadores de circo social procedentes de distintos países de Europa. De hecho, Ana, del Ateneu Popular de Barcelona, comenta que el objetivo del encuentro, que se desarrolla por segunda vez en Menorca (Es Mercadal lo acogió en 2009) con el nombre de Acirkaos, es "la formación de formadores".

El trabajo se desarrolla en sesiones prácticas y teóricas, con debates sobre cuestiones como el género en el circo social. Además se llevan a cabo distintos talleres, en los que también toman parte unos quince jóvenes de la Isla. La actividad cuenta con el respaldo del programa de la Unión Europea Juventud en Acción.

Silja, de Sirkus Magenta de Finlandia, comenta que el circo social nació hace unos sesenta años en Amsterdam como método de trabajo con los niños que estaban en la calle. La evolución, explica, desde entonces ha sido evidente, y no solo hay muchas asociaciones que se dedica a este fin sino que además se ha creado una red a nivel internacional. Así lo refrenda Javier, de Malabaracirco de Cantabria, quien explica además que con el circo social "la gente desarrolla confianza personal, conoce otra gente, vamos rompiendo bloqueos personales que nos creamos, cada vez se desarrollan más proyectos".

Ana destaca el trabajo que hay detrás de este encuentro, un año de contactos a través de internet, mientras que Maria Teresa relata sus bondades, "trabajamos con niños en situaciones muy complejas, y estas ocasiones son buenas para intercambiar opiniones, convivir, porque es importante conocer otras maneras de hacer circo". Todos a una destacan que la formación de los formadores de circo social está reconocida a nivel europeo, aunque piden más avances al respecto.

Mientras Maria Teresa, Ana, Silja y los dos Javier explican sus vivencias sobre circo social, varios jóvenes saltan sobre una cama elástica para perfeccionar su técnicas, mientras otros compañeros realizan estiramientos sobre una estructura dispuesta para encaramarse a ella. Silja apenas tarda unos minutos en ponerse a caminar sobre sus manos, como algunos de sus colegas. Otros monitores preparan las colchonetas que utilizarán para ofrecer las primeras nociones a un grupo de niños. Son Putxet es un pequeño circo donde no hay más carpa que los propios árboles, ni más motivación que la de fabricar un mundo mejor.