EXPERIENCIA. José Jiménez trabaja frente al edificio que alberga uno de los superordenadores más rápidos y potentes del mundo - J.M.

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Era todavía un niño cuando vio la película "Apolo 13", protagonizada por Tom Hanks, y hoy desarrolla su proyecto de final de carrera en el centro de investigación Ames de la NASA, a escasos metros del túnel de viento donde se probaron las cápsulas de las misiones espaciales del "Apolo".

Tras finalizar un programa de doble titulación en el Institut Supérieur de l'Aéronautique et de l'Espace (SUPAERO) en Toulouse, José Jiménez Miró (Maó, 1988), llegó el pasado mes de junio a Silicon Valley (California) con el corazón encogido. Trabajar en la agencia estadounidense responsable de los programas espaciales era para él algo más que un sueño hecho realidad. "Es complicado explicar la euforia que sentí en el momento en que me anunciaron que me habían aceptado", explica Jiménez todavía emocionado. La oportunidad le llegó al menorquín después de realizar unas prácticas durante el verano de 2011 en el instituto Von Karmar de Dinámica de Fluidos de Bruselas. Su supervisor mantenía buenas relaciones con diversos investigadores de la NASA, lo que facilitó a Jiménez el contacto con el jefe los departamentos de supercomputadores y de proyección térmica del laboratorio Ames, especializado en astrobiología, mecánica espacial, estudio de la aerodinámica y la búsqueda de vida en otros planetas. "Era una oportunidad única en todos los sentidos y, por tanto, no me lo pensé dos veces. Si alguien me hubiera dicho hace cinco años que estaría trabajando en la NASA, no me lo hubiera creído", apunta. Tras largos meses de complicado papeleo y antes de cruzar el Atlántico, el mahonés visitó a su familia en Menorca. "Fue un viaje relámpago. Llegué un sábado y el lunes ya estaba en el avión en dirección a San Francisco. ¡El jefe me quería allí el martes!", recuerda.
proyecto

Fue precisamente en el instituto Von Karmar donde Jiménez inició un proyecto basado en el estudio y cálculo de los flujos de calor y de las variables procedentes de datos experimentales que tienen lugar en las paredes de los vehículos espaciales cuando éstos entran en contacto de nuevo con la atmósfera tras una misión. Sin embargo, su labor en el centro de investigación Ames se centra especialmente en el análisis del flujo del aire. "Una vez entra de nuevo en la atmósfera, una nave espacial vuelve a sentir la influencia del aire y, por tanto, lo que hago es observar este aire: la evolución de las especies químicas presentes, como el nitrógeno o el oxígeno, y su termodinámica", explica.

Para realizar estos estudios, la NASA cuenta con un instrumento denominado Arc Jet que permite simular las condiciones físico-químicas del aire que se dan cuando las naves entran otra vez en la atmósfera terrestre. "Es una especie de cilindro de metal en cuyos extremos hay unos electrodos entre los cuales aplicamos un voltaje de hasta 20.000 vatios. El aire se convierte así en un conductor de la corriente eléctrica, se calienta y adquiere unas condiciones muy similares a las que está sometido el aire cuando las naves espaciales vuelven del espacio", concreta. Estas pruebas permiten a los investigadores determinar qué materiales son los más recomendables a la hora de construir una nave espacial.

En esta línea, Jiménez recalca la gran influencia de los flujos de calor y temperatura en el momento en el cual una nave entra en la atmósfera. Especialmente sensibles a las altas temperaturas son los extremos de las alas y el morro de los vehículos especiales que, en la mayoría de los casos, están fabricadas con aluminio y se revisten con una superficie de protección térmica como el carbono reforzado con fibra de carbono o algunos silicatos. "La superficie de protección térmica del 'Curiosity rover', que llegó a Marte el pasado mes de agosto, fue desarrollada por un grupo de investigadores que trabajan justo al lado de mi despacho", remarca divertido.

LABORATORIO

El menorquín es uno de los ingenieros más jóvenes del centro Ames aunque, según indica, hay también algunos estudiantes americanos que realizan voluntariados y prácticas de investigación en la NASA durante la época estival. Alrededor de 2.500 investigadores trabajan en el laboratorio ubicado en Silicon Valley. Además, la NASA cuenta con otros dos centros de investigación en Estados Unidos, el Langley, en Virginia, y el Glenn, en Ohio.

"Todos los laboratorios cuentan con muchos recursos y alto presupuesto", aseguró Jiménez. Sin ir más lejos, el mahonés trabaja frente a la oficina del NASA Advanced Supercomputing (NAS), que alberga uno de los superordenadores más rápidos y con más potencia del mundo, que utilizan para simular lanzamientos de sus naves para futuras misiones espaciales.

DESCANSO

El joven ingeniero disfruta de unos días de descanso en Menorca y tiene previsto realizar también algún viaje antes de volver de nuevo a California. "Cuando estás tan lejos, echas de menos más que nunca a los tuyos", reconoce y, en este punto, asegura que continúa buscando trabajo en Europa. "A pesar de que vivir en Estados Unidos es una gran experiencia, me gusta mucho más la forma de vida y la comodidad de Europa. Las ciudades, la gastronomía y, sobre todo, la familia y los amigos son cosas que siempre llevo conmigo y a las que no estoy dispuesto a renunciar", sentencia.

Sin embargo, Jiménez intenta aprovechar al máximo su estancia en California. De momento, ha viajado a Los Ángeles, Sacramento, Las Vegas o San Diego y ha visitado lugares tan emblemáticos como el Gran Cañon y el Lago Tahoe, donde está ambientada una de las películas de "El Padrino". "¡No hay un solo fin de semana en que no esté ocupado!", concluye.