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Los cocodrilos habitaron en la Isla en tiempos remotos y fueron dueños y señores de lo que ahora son las tranquilas aguas del puerto de Maó. Así lo ha podido documentar un equipo científico a partir de un diente del Mioceno encontrado en la isla del Lazareto. El fósil ha permitido a los científicos realizar la primera cita de la presencia del cocodrilo en Menorca, puesto que los únicos restos de la especie en Balears habían sido hallados en Mallorca.

La zona portuaria de Maó, donde hace 11 millones de años habitó esta especie de cocodrilo, era muy diferente a como la conocemos ahora. Según los estudios geológicos realizados en la zona, la ensenada era un delta de influencia marina y fluvial. El ejemplar tenía una gran envergadura y seguramente era una especie piscícola. Además, en el puerto de Maó se han encontrado fósiles de una especie de erizo de mar muy peculiar (Amphiophe bioculata), caracterizada por dos agujeros en el caparazón y que seguramente fue coetánea del cocodrilo. Actualmente esta especie de erizo de mar está extinguida, pero hay ejemplares de la misma familia que viven hoy día en hábitats parecidos al del puerto de Maó hace 11 millones de años.

El cocodrilo en cuestión vivió en un ambiente deltaico, haciendo frecuentes incursiones mar a dentro. Se le supone la gran talla relacionada con la gran abundancia de nutrientes aportados por el ecosistema marino.

La importancia del estudio es que "la presencia de los cocodrilos longirrostros miocénicos constituye un excelente indicador biológico de las condiciones tropicales o subtropicales que habrían prevalecido durante el Mioceno inferior en lo que hoy es la Isla de Menorca", afirman los autores del estudio.

El hallazgo del diente

Fue en 1981 cuando los albañiles Francisco Domínguez Rivero y Francisco Pons Rivero encontraron el diente mientras abrían una canalización en la explanada situada detrás de las cocinas de la residencia de la isla del Lazareto.

La generosidad de uno de los descubridores y la perseverancia por su custodia y conservación de uno de los científicos, Miquel Fernández, permitió que la pieza fuera incluida en la exposición "Pedres de Menorca", en la Biblioteca Pública de Maó en 1994. Según los autores del estudio, en aquella ocasión la pieza fue expuesta como un diente de cetáceo, aunque siempre planeó la duda sobre su verdadera naturaleza. Esta incógnita de la paleontología menorquina ha aunado a diversos científicos y los ha entusiasmado:
Guillem Mas, investigador predoctoral en la UIB; Antoni Obrador Tudurí, doctor en Geología; Miquel Fernández, aficionado a la Geología y a la Paleontología; y Josep Quintana Cardona, investigador asociado al Institut Català de Paleontologia. Los cuatro autores han llegado a la conclusión de que el diente fósil es de un cocodrilo longirrostro Tomistoma cf. lusitanica (Viana i Moraes, 1945) lo que convierte este diente fósil en un hallazgo excepcional dentro del patrimonio paleontológico insular y en un testimonio único de la presencia de estos reptiles en la Isla. El género Tomistoma fue una especie de cocodrilos que habitaba Europa occidental durante el Mioceno.

Según explican los autores del estudio, "la decadencia y extinción de T. lusitanica estaría relacionada con la degradación de las condiciones climáticas y, sobretodo, por las temperaturas menos elevadas, un hecho comprobado durante el Mioceno superior y posterior y que concuerda con la ausencia absoluta de cocodrilos en los conjuntos faunísticos marinos posteriores en el Mediterráneo".

El estudio, de trascendencia científica, acaba de ser publicado por el equipo de científicos baleares en el volumen 53 del "Bolletí de la Societat d'Història Natural de les Balears". La investigación ha sido clave para desvelar un enigma de la paleontología insular que contribuye a ampliar el conocimiento sobre la historia natural de la Isla y la evolución de sus ecosistemas.