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El cataclismo mundial que alguien aseguró que los mayas habían previsto para este año no ha tenido lugar. Vamos, eso es una obviedad, porque sino ni usted estaría leyendo estas líneas ni yo las estaría escribiendo. Pero algo sí ha cambiado en este año. Otro tipo de cataclismo ha sacudido este 2012 y su fuerza ha resquebrajado este estado del bienestar que tan poco apreciábamos cuando nada parecía hacerlo peligrar.

El año que hoy se acaba ha sido malo. Lo digo así, sin rodeos ni paliativos. Hemos perdido muchas cosas. Muchos puestos de trabajo, demasiados han perdido su casa, en general hemos perdido derechos, hay quien ha perdido la dignidad y la democracia ha perdido democracia. Me propuse ayer no hablar tanto de la crisis, pero a la hora de echar la vista atrás y poner nota a este año que se nos va, me veo obligado a ponerme tristemente realista.

Si se lo tengo que confesar, para mí lo más grave de este año es que hemos perdido el control de nuestra sociedad. Ya no mandamos sobre nuestra economía, sobre nuestros derechos ni sobre nuestros servicios. La política se ha convertido, en la gran mayoría de los casos, en el arte de hacer lo que los fríos mercados dictan. La gran mayoría de políticos han cambiado el teléfono por la calculadora. Las personas hemos pasado a un segundo plano. Entre rescatar a quien pierde el techo en el que cobija su triste presente y rescatar a un banco, los que mandan han escogido lo segundo. El déficit es más importante que la educación, la sanidad o las prestaciones por desempleo.

Les decía que la democracia ha perdido democracia, y se lo explico. Se supone que nosotros, las personas, escogemos a quienes nos representen para que decidan sobre las cuestiones que nos afectan. Pues bien, las personas que ahora mismo nos representan, sean del color político que sean, ya no son las que deciden. Por encima de ellos hay otros, señores con corbata y traje, sin nombre y sin cara, capaces de tumbar gobiernos elegidos democráticamente, que imponen unas medidas injustas para conseguir que su dinero les rinda más. Si son éstos los que mandan, ¿qué hacen nuestros políticos? ¿Para qué los elegimos?.

Por suerte, esta situación ha ejercido de acicate de la sociedad. Como un despertador de aquellos que chirría al lado de la oreja, muchos ciudadanos han visto que lo que estaba en juego era mucho más que una paga extra, unas horas de más en el trabajo o unos euros menos en la paga del paro. Lo que estaba en juego era un modelo, una sociedad creada entre todos y en la que habíamos conveniado unas prestaciones que de golpe y porrazo se suprimen. Estaba en juego la dignidad, y por eso, éste ha sido el año de la calle. Tengo 33 años, y quizás me equivoque, pero yo no recuerdo ninguna manifestación en la Isla con más de 12.000 personas como la que vimos en la segunda huelga general del 2012. Tampoco recuerdo tantas movilizaciones, protestas o manifiestos como este año. Algo se mueve.
Pero dejando el terreno más filosófico y pisando la mundana realidad, este año que se despide estará marcado en Menorca por algunas concreciones. Por ejemplo, por la puesta en funcionamiento del desvío de Ferreries, una obra largamente reivindicada a la que ya parecemos habernos acostumbrado. Falta por saber cómo afectará a la economía ferreriense. 2012 también será el año en el que se decidió que los vuelos con Madrid fueran declarados de servicio público (OSP). Digo que se ha decidido, porque aún no se ha materializado, y ya veremos si esta OSP nos arregla los problemas o si hemos vuelto a caer de nuevo en la trampa de una fórmula que nunca nos ha satisfecho cuando se ha aplicado entre Menorca y Mallorca.

El que acaba es también el año en que los menorquines nos hemos unido como nunca ante el temor de que nuestros bosques se tornaran cenizas. El año en que nos hemos estremecido con las declaraciones de Mónica Juanatey en el juicio por el macabro e inexplicable homicidio de su hijo. El año en que hemos tenido que hablar demasiadas veces de políticos desde las salas de los tribunales. Los diferentes casos de Jaume Matas, el caso Over o el de Ses Rates han copado páginas de periódico y de nuevo han puesto en la picota una clase política a la que la sociedad empieza a ver más como un problema que como una solución, según las últimas encuestas. Mal asunto.

Pero pongámonos positivos. 2012 también ha sido un año de algunos logros. Al desvío de Ferreries y la OSP con Madrid (que de momento pondremos en el apartado de logros) hay que unir triunfos personales, como los de Sergi Llull, Albert Torres, Joan Pons, o para mí el evento cultural del año, el concierto tributo a Pink Floyd. Independientemente de si a uno le gusta o no este tipo de música, de este concierto hay que sacar una primera conclusión y romper las fronteras que demasiadas veces nosotros mismos, pueblerinos muchas veces, nos ponemos. En Menorca somos capaces de crear cultura de la buena, de la potente, que traspase el agua que nos aísla y sirva para transmitir al resto del mundo que somos mucho más que sol y playa. Hemos demostrado que podemos. Ahora solo hay que querer.

Si algún lector aún sobrevive a esta monumental parrafada, gracias. Dispóngase a encarar el 2013 que nos viene por delante. Olvídese de quienes auguran que será un año terrible, lleno de sacrificios. Usted, tras tomar las doce uvas (si es que le gustan), ande su camino paso a paso. Si las desgracias tienen que llegar, llegarán, pero no les allanemos el camino dándonos por derrotados ya de salida. Vivamos este año tan bien como podamos y nos dejen. Que quien sabe si en pocos días sale algún otro experto en qué sé yo, y nos dice que esto se acaba en unos meses. O sea que a disfrutar, y que nos quiten lo bailado. ¡Feliz año a todos!