TW
0

Envió currículums a Italia, Irlanda y Finlandia y la primera respuesta que obtuvo procedía del centro de investigación Biomedicum de Helsinki. Aquella rápida respuesta de uno de los científicos del laboratorio marcó el futuro de Tatiana Cajuso Pons (Maó, 1988), quien iba en busca de una oportunidad en el extranjero para continuar con su master en Genética.

La menorquina, licenciada en Biología, aterrizó en la capital finlandesa hace casi un año y, tras finalizar el master en septiembre, solicitó una plaza en la unidad dedicada al genoma del Biomedicum para realizar el doctorado. Su petición fue aceptada por lo que la mahonesa tiene previsto permanecer en Helsinki durante un mínimo de tres años. A día de hoy, forma parte de un grupo de investigación que lleva a cabo un proyecto relacionado con el cáncer de colon.

Se marchó a Barcelona para estudiar Biología ¿Lo tenía claro?
Muy claro. Es curioso porque desde muy pequeña me fascinaban los documentales de Jacques Cousteau y especialmente el dedicado al tiburón blanco. Durante mucho tiempo pensé en estudiar Zoología o incluso Ciencias del Mar, pero cuando empecé el instituto coincidí con el profesor Miquel Ferrà, que me habló por primera vez de genética, del dogma de la biología molecular. A partir de entonces, me decanté por la genética y, por eso, acabé decidiéndome por estudiar Biología. Sin embargo, se trata de una carrera muy amplia durante la que estudié Botánica, Zoología, Fisiología vegetal y animal o Ecología. Ya durante los últimos dos años me especialicé en Biología celular y Genética.

¿Qué le atraía de esta ciencia?
Quería saber, conocer los procesos que provocan, por ejemplo, una migraña, o porqué respiramos de forma automática, porque dormimos. Tenía mucha curiosidad por conocer el porqué de todo. Cuando empecé a estudiar Biología ya entendí, por ejemplo, que el dolor de cabeza se produce cuando hay una inflamación y la sangre no puede circular tan fácilmente, pero me di cuenta de que existía un nivel superior y todavía se me plantearon más preguntas. Por eso me decanté por la Genética.

¿Ha conseguido resolverlas?
No, tengo todavía más y dudo que nunca pueda resolverlas todas (risas). De todos modos, he de decir que hay mucha información genética, se ha avanzado mucho en los últimos años y los científicos cuentan con herramientas muy modernas, pero te das cuenta de que falta mucho más por saber.

¿Durante cuánto tiempo estuvo viviendo en Barcelona?
Casi seis años. Me fui de Menorca en el año 2006 y estuve allí hasta febrero de 2012, cuando me instalé en Helsinki. Durante la carrera hice prácticas en los laboratorios analíticos de diagnóstico clínico Doctor Echevarne. Allí tuve la oportunidad de familiarizarme con las técnicas de genética molecular. En concreto, me encargaba de extraer el ADN de las muestras de sangre que recibíamos y de analizar un gen concreto para saber si estaba mutado o no y diagnosticar posibles enfermedades.

¿Cómo acabó en Helsinki?
Poco antes de finalizar la carrera fui a hablar con la profesora Antonia Velázquez, quien fue mi tutora durante las prácticas. Le planteé mis dudas respecto a mi futuro y me recomendó que hiciera un master en Genética y que, si tenía la oportunidad, realizase una estancia en el extranjero. La idea siempre me había rondado y, por tanto, no la desestimé. En septiembre de 2011 empecé las clases teóricas del master en la Universidad Autónoma de Barcelona y, una vez finalizadas, me fui a Helsinki en febrero del año pasado.

¿Por qué se decantó por Finlandia?
La verdad es que la doctora Velázquez me facilitó el contacto de cuatro científicos, dos de Italia, uno de Irlanda y otro de Helsinki, Lauri Aaltonen. Me avisó de que debía insistir a la hora de enviar currículums, puesto que era complicado obtener una respuesta. Sin embargo, cuatro horas después de haber enviado la primera tanda de correos electrónicos me respondieron desde Finlandia. La verdad es que a mi, en un primer momento, me atraía más la posibilidad de instalarme en Irlanda. De algún modo, me asustaba un poco la idea de marcharme tan lejos, aunque a nivel profesional también me convenía más.

¿Como recuerda el viaje hasta allí?
Mis padres habían estado hacía muchos años en Laponia y les había encantado. Ellos me acompañaron hasta Finlandia. Recuerdo que estaba histérica porque no sabía donde iba. El vuelo entre Barcelona y Helsinki duró casi cuatro horas y cuando llegamos estaba todo nevado. Pensé: "¿dónde me he metido?". Estuvimos en un hotel en el centro y, durante el primer día, lo único que hicimos fue pasear y comprar alguna cosa que pudiera necesitar.
¿Qué impresión le causó la ciudad?
Estaba muy oscuro. No era noche profunda, pero no había luz y eran tan solo las tres de la tarde. Se ha de tener en cuenta que durante los meses de otoño e invierno en Finlandia tan sólo tenemos un máximo de seis horas de luz, pero no la luz que conocemos en España, sino una especie de claroscuro. En cambio, en verano solo hay tres horas de noche y, del mismo modo, nunca oscurece del todo. Es muy extraño porque, a pesar de que utilizan unas cortinas muy gruesas para evitar que la luz entre en las habitaciones por la noche, a veces te despiertas en plena madrugada y, al ver claridad en el exterior, te llevas un buen susto porque piensas que te has dormido y llegas tarde a trabajar. ¡Me ha pasado más de una vez!

Imagino que esto debe afectar al carácter de los finlandeses...
Sí, incluso ellos lo reconocen. En primer lugar, la falta de luz del sol provoca una falta de vitamina D y de calcio. De algún modo, te sientes cansado durante los meses más duros que son noviembre, diciembre y enero. En este sentido, te recomiendan que te compres vitaminas en la farmacia y durante las comidas siempre beben leche para contrarrestar la falta de calcio. Por eso, en invierno tienes la sensación de que los finlandeses son mucho más serios. Es normal ya que, cuando estas a 20 grados bajo cero, no te pararás ha charlar con nadie por la calle. Por eso, los finlandeses son menos extrovertidos en invierno y, por el contrario, en verano sonríen más. Les encanta el sol y las calles y las terrazas se llenan hasta los topes. Dicen que noviembre es el peor mes y muchos cogen vacaciones y se marchan. Llueve mucho y al no nevar todavía, hay mucha falta de luz.

¿Se habituó con facilidad?
La verdad es que en una semana ya estaba de lujo. Mis padres estuvieron conmigo durante cuatro días y, al día siguiente de llegar, fui a visitar el laboratorio en el que iba a trabajar, donde todo el mundo me recibió fantásticamente. En cuanto al clima, hacía frío, pero el interior de los edificios está muy preparado. Sólo sales a la calle para ir de un lugar a otro y con un buen abrigo y unos pantalones térmicos se pueden soportar las bajas temperaturas. Lo que sí me impactó muchísimo fue ver el mar congelado. En cambio, en verano he llegado a nadar en la playa de Helsinki. Junio es uno de los mejores meses y durante el día la temperatura puede llegar fácilmente a los 25 grados, aunque por la noche siempre refresca.

¿Donde se alojó?
Durante los primeros meses estuve en una residencia para profesores e investigadores de la Universidad de Helsinki y la Universidad Politécnica de Helsinki, que se encuentra en Espoo. Tenía una habitación individual y compartía la cocina y el comedor con otros compañeros. Allí coincidí con personas de todo el mundo con los que pude compartir muchas cosas.

¿Continúa viviendo allí?
No. Ahora vivo en una casa que es propiedad de mi jefe. Tiene intención de venderla y, de momento, la tiene vacía. Vivo con otras dos compañeras, una chica italiana que también está haciendo un doctorado en Finlandia y otra de Austria que ha venido a trabajar a mi laboratorio durante seis meses gracias a una beca Erasmus. Estamos en Haukilahti, una urbanización que pertenece a la ciudad de Espoo. La casa está rodeada de bosque, por lo que hay muchas ardillas e incluso un día nos encontramos un ciervo en nuestro jardín. Nos han dicho que también puede haber zorros, aunque nunca hemos visto ninguno.

¿Ha aprendido finlandés?
La verdad es que con el inglés puedes comunicarte perfectamente, a pesar de que las lenguas oficiales de Finlandia son el finlandés y el sueco. Hay que tener en cuenta que el país perteneció a Suecia en su momento y, por ello, alrededor de un 6 por ciento de la población es suecoparlante. De todos modos, todos los finlandeses hablan muy bien el inglés, mucho mejor que los españoles. De hecho, las series de televisión se emiten siempre en versión original y, como la mayoría son británicas o norteamericanas, el idioma está muy extendido. Sin embargo, he aprendido algo de finlandés, pero no de sueco. El idioma tiene raíces húngaras y, por tanto, es complicado. No utilizan preposiciones ni artículos y cambian las terminaciones de las palabras. La verdad es que me gustaría apuntarme a clases para aprenderlo mejor, aunque hay extranjeros que viven aquí desde hace diez años y no hablan nada de finlandés.

¿Donde está trabajando?
En el Biomedicum Helsinki. Es un edificio enorme perteneciente a la Universidad de Helsinki y dedicado íntegramente a la investigación. En concreto formo parte del equipo de Lauri Aaltonen, que está al mando de la unidad Genome Scale Biology, dentro de la cual se llevan a cabo tres proyectos relacionados con el cáncer de colon. Yo entré a formar parte del grupo que estudia el cáncer de colon hereditario. Acabé el master el pasado mes de septiembre y le planteé a Aaltonen la posibilidad de continuar mi formación llevando a cabo un doctorado en la misma unidad.

¿Hubo suerte?
Sí. Me han contratado y, por tanto, estaré aquí durante entre tres y cinco años. Ahora vamos a secuenciar el genoma completo de unos 300 pacientes de cáncer de colon. Es una técnica muy nueva, puesto que hasta el momento tan sólo se secuenciaba una región concreta del genoma. La verdad es que en España podría haber hecho un doctorado sin cobrar y, además, hubiera necesitado financiación porque las pruebas son muy costosas. En cambio, en Finlandia se invierte una barbaridad en investigación.

Supongo que eso se nota a la hora de trabajar...
Cuando entré por primera vez en el Biomedicum me quedé pasmada, nunca había vista nada igual. Allí tienes la sensación de que lo tienes todo al alcance. Por poner sólo un ejemplo, mientras en la Universidad Autónoma de Barcelona teníamos dos termocicladores, que se utilizan para llevar a cabo una técnica denominada PCR, en el centro de Helsinki contamos con 16 para más o menos el mismo número de personas. Del mismo modo, mientras en Barcelona teníamos que enviar las muestras a Amsterdam para que fueran secuenciadas, en el Biomedicum tenemos las herramientas necesarias para contar con las secuencias en tan sólo dos días. Eso te permite avanzar mucho más rápido. ¡Incluso tenemos un supermercado de encimas o anticuerpos en la planta baja del edificio! Por otro lado, hay muy buena comunicación entre los diferentes grupos de investigación y surgen muchas colaboraciones.

¿Hay muchos extranjeros en el Biomedicum?
Precisamente en mi grupo soy la única extranjera, el resto son finlandeses. Sin embargo, en el resto del edificio sí hay más investigadores de otros países.

Por tanto, esta en contacto continuamente con finlandeses...
Sí. Eso me ha permitido conocer mejor el carácter de los finlandeses, que suelen ser serios y fríos, pero también muy honestos y sinceros. Además, son muy eficientes y productivos en el trabajo, aunque cuando salen del laboratorio o de la oficina, se olvidan. Saben que el tiempo libre es necesario y cada vez se contempla más el horario flexible. También son muy previsores y, en este punto, cabe destacar el hecho de que anteriormente debían prepararse con mucha antelación para la llegada del invierno. La verdad es que la sociedad finlandesa me ha sorprendido gratamente.

¿En qué sentido?
Los finlandeses son personas con mucha ética. Tanto los ciudadanos como los políticos tienen muy claro que hay que luchar en la misma dirección y no unos contra otros. Allí no hay corrupción y no hablan normalmente de política. De algún modo, confían en los políticos y consideran que no tienen la suficiente formación como para criticar o poner en duda su trabajo. Del mismo modo, aunque se pagan muchos impuestos, los pagan encantados porque tienen sueldos dignos y porque, de algún modo, lo que les ofrece el Estado es mucho. La educación en Finlandia es una de las mejores del mundo y es completamente pública y gratuita, incluso el Estado paga un "sueldo" de 400 euros a los universitarios por el mero hecho de estudiar, independientemente de la renta familiar. Por otro lado, no se ven grandes diferencias sociales.

¿A qué se refiere?
Podríamos decir que en Finlandia no existen las clases sociales, no hay ricos y pobres. El que más tiene paga muchos impuestos y el que menos tiene cuenta con muchas ayudas sociales de modo que, finalmente, todos tienen las necesidades básicas cubiertas. En este sentido, creo que deberíamos aprender de ellos, aunque pienso que los finlandeses también podrían aprender cosas de los españoles.

¿Cuáles?
Por ejemplo, a ser más espontáneos y alegres. También podrían aprender de nuestra gastronomía. Los finlandeses comen muchísimo salmón y carne de reno, normalmente guisada.
¿Qué me dice de las costumbres?
Ir a la sauna es una de las costumbres más extendidas y forma parte de la vida diaria de los finlandeses. ¡Se dice que los negocios más importantes han surgido de las saunas! En la residencia en la que vivía había una sauna y también tengo una en mi casa. Recuerdo que hice un curso en la Universidad y al finalizar todos los compañeros fuimos a cenar a un restaurante. La verdad es que meterte en la sauna es un gusto, te relajas muchísimo y duermes genial. Por otro lado, la mayoría de los finlandeses tienen casitas de veraneo en los lagos o en la costa. Casi todas tienen sauna y lo normal es salir de la sauna y meterse en el lago. En invierno llegan a hacer un agujero en el agua congelada y se tiran dentro.

¡Qué frío!
!Pues sí! El año pasado no tuve la oportunidad de probarlo, pero no lo descarto. También me sorprendió una celebración llamada "vapuu", que vendría a ser una fiesta de los estudiantes. Se celebra el 1 de mayo y todo el mundo sale a la calle con unos gorros blancos de estilo marinero que consiguen les dan al graduarse. En Helsinki, la mayoría de gente se concentra en un gran parque llamado Kaivopuisto, donde hacen un picnic. También celebran mucho el "midsummer", los jóvenes se van a las casitas de veraneo y durante esos días Helsinki se vacía.

¿Cuánto tiempo tiene previsto quedarse en Finlandia?
Como ya he dicho, el doctorado durará entre tres y cinco años. La verdad es que me encuentro muy a gusto aquí. Estoy dedicándome a la investigación del cáncer y eso me motiva muchísimo, aunque eso no quita que eche en falta a mi familia y el hecho de estar en Menorca. De momento, estuve en la Isla por Navidad y espero poder volver en verano. Sin embargo, Helsinki me encanta, es más o menos del tamaño de Palma, pero muy tranquila y silenciosa. Puedes pasear y escuchar a los pájaros. Además, es una ciudad muy verde, con una gran cantidad de parques y bosques, y muy segura.

Sugerencias para la sección
"Menorquines en el mundo"
e-mail: msola@menorca.info