Vilafranca. Es profesora agregada del Departamento de Teoría e Historia de la Educación de la UB - I.V.

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Manos Unidas centra este año su campaña en la promoción de la igualdad entre los sexos y la autonomía de la mujer. Bajo el lema "No hay justicia sin igualdad", la organización pretende de este modo concienciar a la sociedad en relación a uno de los ocho Objetivos del Milenio fijados por la ONU en el año 2000 que propone, precisamente, eliminar las desigualdades entre los géneros en todos los niveles de la enseñanza antes de que finalice el año 2015.

En esta línea, la delegación de Menorca de la ONG ha organizado dos conferencias, una en Maó y otra en Ciutadella, que serán impartidas por la doctora en Pedagogía y licenciada en Filosofía, Isabel Vilafranca Manguán. La menorquina, profesora agregada del Departamento de Teoría e Historia de la Educación de la Facultad de Pedagogía de la Universitat de Barcelona (UB) centrará sus intervenciones en el reto de la igualdad en el ámbito educativo, mañana jueves a las 20 horas en el Ateneu de Maó y el viernes a la misma hora en la Sala de Cultura de Ciutadella.

¿La paridad en la educación es ya una realidad en los países occidentales?
Sí, en Occidente la paridad se da en todos los niveles educativos e incluso en el ámbito universitario encontramos más mujeres que hombres en bastantes países. En general, se ha conseguido que la mujer acceda a la educación y se beneficie de los años de escolaridad. Sin embargo, hay zonas en las que, a pesar de haberse conseguido esta igualdad en el acceso a la educación, continúa habiendo desigualdades y, de este modo, una mujer con la misma experiencia y realizando un trabajo similar al de un hombre, percibe menos salario.

¿Es el caso de España?
Sí. Aquí la paridad ronda el 98 por ciento y, a pesar de eso, existen desigualdades de género. De algún modo, esta problemática tiene relación con la tradición familiar. En la década de los 70, la mujer española se incorporó masivamente al mercado laboral y, desde entonces, las féminas tienen una jornada de trabajo fuera del hogar de ocho horas y, al llegar a casa, deben encargarse también de las tareas domésticas y del cuidado de los menores o de los mayores dependientes. Lo mismo ocurre en otros países de Occidente.

¿Todavía no se ha logrado esa esperada corresponsabilidad entre hombre y mujer?
En la mayoría de casos, no. La herencia tradicional del reparto de tareas en los hogares sigue vigente a día de hoy y, en esta línea, hay un problema de conciliación y corresponsabilidad. En cierto modo, la mujer tiene una doble jornada a tiempo completo. En esta línea, somos nosotros mismos los encargados de mostrar a nuestros hijos la necesidad de corresponsabilizarse de las labores del hogar. A través de estas conferencias, pretendo demostrar que la igualdad es un problema universal que no tan solo afecta a los países en vías de desarrollo.

Sin embargo, imagino que la situación en este tipo de zonas es más complicada....
Sí. Por eso mismo, el tercer Objetivo del Milenio fijado por la ONU en el año 2000 es la promoción de la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer. A pesar de que en los últimos decenios se han dado grandes pasos para que, progresivamente, los niños vieran reflejado su derecho a la educación, todavía queda mucho trabajo por hacer.

¿Qué zonas son las más afectadas?
Donde menos paridad en educación encontramos actualmente es en el África Subsahariana. Allí la niña tiene, en general, menos acceso a la educación, especialmente debido a las barreras familiares y sociales, según señala la Unesco. Estas barreras existen también en otras zonas y provocan importantes desigualdades.

¿A qué obstáculos concretos se refiere?
Son muchos los países en los que la mujer queda confinada en el hogar y, por tanto, ni se contempla la posibilidad de llevar a las niñas a la escuela. También hay zonas donde la mujer se casa a edad muy temprana y, aunque vaya a la escuela, no lo hace motivada. Por otro lado, hay muchos países patrilineales, en los cuales la herencia se transmite de padres a hijos y, por tanto, la hija no es prioritaria. En ocasiones, son las mismas políticas educativas las que no favorecen la inclusión de la mujer.

¿En qué sentido?
Hay países donde la mujer accede a la educación, pero el sistema les enseña de algún modo a ser niños. Hay que tener en cuenta que somos herederos de las prácticas educativas del pasado y todas proceden de culturas donde se ha favorecido el modelo masculino.

¿Qué medidas se están tomando para paliar esta problemática?
Se está trabajando mucho y existe mucha sensibilidad. El interés de la comunidad internacional por la educación en igualdad se remonta varias décadas atrás. En este sentido, la Unesco fue la primera en interesarse por esta temática y puso en marcha un movimiento mundial denominado Educación Para Todos que se inició en la conferencia llevada a cabo en Jomtien (Tailandia) en 1990. Posteriormente, se trató de nuevo en el foro realizado en Dakar (Senegal) en el año 2000. Hemos de tener muy claro que podemos cambiar esta realidad, no debemos conformarnos. Yo creo que un gobierno que se lo proponga es capaz de cambiar un sistema educativo generación tras generación.

Dice que ya se han dado importantes avances...
Sí. Por ejemplo, la paridad en la educación en los Estados Árabes era en los años 70 de tan solo el 5 por ciento y a día de hoy llega al 45 por ciento. A medida que la mujer va accediendo a la educación, la situación mejora puesto que es más probable que los hijos estudien. En este sentido, la educación de la mujer es una buena inversión y, en el fondo, el desarrollo pasa por conseguirla.

¿La crisis ha supuesto un paso atrás en este sentido?
No existen datos a nivel mundial, todavía es demasiado pronto, pero siempre que Occidente estornuda, el mundo se constipa. Si los países occidentales dejamos de ser un modelo de desarrollo y, en cierto modo, estamos recortando los servicios sociales, el impulso en los países en vías de desarrollo será menor. No obstante, la sensibilidad hacia este tema es tal que, pese a los recortes, se procura contemplar los derechos fundamentales, entre ellos, la educación.