Mercado. La actividad durante la mañana del sábado en la Plaça des Peix de Ciutadella es intensa, y el ambiente que se respira es muy especial - Paco Sturla

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El camarero de uno de los bares que rodean la Plaça des Peix de Ciutadella sirve una cerveza fresquita y un refresco a la pareja que se acaba de sentar. Han decidido tomarse algo después de comprar un poco de pescado y algo de carne. El tiempo invita a tomarse un respiro y la música también. A escasos metros de donde ellos refrescan su garganta el grupo de baile Sant Miquel se marca unos bailes a ritmo de las melodías folklóricas. Sí, definitivamente ha sido un buen día para acudir al mercado, un espacio que el Ayuntamiento de Ciutadella quiere dinamizar. Como primer paso se ha optado por los bailes populares, pero habrá más, anuncia la concejal de Comercio, Esperança Juaneda.

Cabe reflexionar, sin embargo, sobre el fondo de la cuestión. Si un mercado necesita dinamizarse es que algo falla, que no es tan dinámico como debería. "Claro que hemos notado una bajada de clientes. La crisis llega a todas partes, también aquí", comenta uno de los carniceros que despacha en uno de los emblemáticos locales de la plaza. En la carnicería de al lado, un compañero suyo agradece la presencia de los bailes populares, "puesto que todo lo que se haga para generar movimiento aquí es bueno, ya que cuanta más gente pase, más posibilidades hay de que alguien acabe comprando".

No son pesimistas ni excesivamente negativos. Podríamos decir que se conforman con una realidad que entienden se vive en todos lados igual. "No hay dinero, ni aquí ni en ningún lado, y la gente gasta menos que antes", apuntan. Ahora bien, admiten que hay quien antes de ir al mercado, se va al supermercado por comodidad. Preferentemente los jóvenes. Y también hay quien acude menos al mercado, pero cuando lo hace compra mayores cantidades. "El congelador hace que venga menos gente pero realice compras mayores, cuando antes los clientes venían a comprar casi a diario porque se llevaban solamente lo del día", comenta uno de los carniceros.

De todos modos, y a pesar de la corriente cómoda que opta por los súpers antes de la plaza, se empieza a vislumbrar otro tipo de cliente, quizás más consciente. "La gente comienza a darse cuenta de que no es verdad que sea más barato ir al supermercado, y que la máxima calidad de producto menorquín que ofrecemos nosotros es difícil encontrarla en otros sitios. Se empieza a valorar la confianza que ofrecemos", aseguran.

La pescadería está repleta de clientes. Seguramente la misma proporción de ciutadellencs que de turistas. Éstos últimos comentan los nombres de los pescados que ofrecen los diferentes puestos, y los comparan con los que utilizan en su tierra de origen. Quizás por la presencia de turistas, quizás por el buen tiempo, las pescaderas (casi todo son mujeres) aseguran que en las últimas semanas su actividad ha aumentado. Ahora bien, también admiten que han notado y bastante los efectos de la crisis económica.

"Tenemos menos clientes y menos compras", explica la responsable de uno de los puestos de venta. Evidentemente la omnipresente crisis explica en gran parte esta situación, pero ella añade que "la presencia de los grandes supermercados también nos perjudica, sobre todo desde que pueden abrir los domingos". A pesar de que ella es una gran defensora de la calidad de su producto, "puesto que lo que tenemos aquí no lo encuentras en ningún otro sitio", admite que "lo tenemos mal, puesto que la gente joven se ha acostumbrado a comer productos precocinados, pescado de piscifactoría más barato pero que nada tiene que ver con el nuestro, y le gusta la comodidad al comprar". Tras esta reflexión, sentencia, convencida, que "el dinero no es el problema principal".

Otra pescadera coincide en señalar que una de las asignaturas pendientes del mercado tradicional es la gente joven. "El sábado sí vienen, porque el ambiente que se genera aquí es muy bueno, pero entre semana la cosa es muy diferente", asegura. Bromeando, añade que "si el pescado no tuviera espinas, seguramente vendrían más. Incluso hay veces que las madres compran el pescado para sus hijos".

Para atraer al sector joven, pero también al no tan joven, las pescaderas se han visto obligadas en los últimos tiempos a bajar el precio de venta de sus productos. "Sí, hemos tenido que hacerlo, pero es lo que nos toca si queremos vender", comenta una de las afectadas. Evidentemente, reducir el precio significa reducir ingresos, y esto sucede cuando los gastos siguen la tendencia inversa. "Hay que pagar los sueldos, la barca, el petróleo... y todo sube. Los gastos nos acabarán comiendo", explica otra pescadera.

Para intentar remediar esta situación, desde el mercado se están intentando promocionarse a través de diversas iniciativas. Internet debe ser una herramienta básica para el acercamiento a los jóvenes, y los jueves también se pueden encontrar ofertas especiales en las pescaderías. "La cuestión es ir haciendo cosas", comentan.

Al salir de la pescadería, la pareja que se había sentado a refrescar el cuerpo y disfrutar del baile folklórico ya no está. En su lugar se sienta un grupo de amigos. En realidad, casi todas las mesas de los bares de la zona están ocupadas. Se respira un ambiente especial en la Plaça des Peix durante las mañanas de los sábados. Y además, el tiempo acompaña, y esto, para los comerciantes, es clave.

"Rezamos para que el viernes y el sábado haga buen tiempo, porque sino la gente se mete en el coche y va a los supermercados", apunta un carnicero. Una pescadera secunda esta opinión, y asegura que "aquí tenemos días, puesto que si la gente ve que el tiempo acompaña se anima y sale. En cambio si ve viento o lluvia, se creen que no tenemos pescado y no vienen. Y aquí la prensa no ayuda demasiado, puesto que cuando anuncia que el puerto está cerrado, los clientes se creen que tampoco se sale a pescar, y eso no es verdad. Muchas veces el puerto solo se cierra para los barcos de pasajeros".

Además de la dependencia del tiempo, algunos de los comerciantes que trabajan en esta plaza, carniceros o pescaderos, aseguran que la actividad en esta zona podría activarse si fuera más accesible. Es el eterno problema de los aparcamientos. "Estamos estancados en este tema. Al no poder entrar los vehículos hasta aquí delante, la señora mayor que vendría para hacer una compra importante no puede hacerlo, porque luego no se irá a pie hasta su casa cargada con las bolsas llenas de carne", apunta un carnicero. "Esta zona, tal como está, es perfecta para pasear, es preciosa, pero hay que recordar que este es un espacio pensado también para poder comprar", añade. En la pescadería, alguna vendedora también cree que las dificultades de acceso en coche lastran las ventas, pero añaden que esta situación no es nueva, y tiene difícil solución.

Con aparcamientos o sin ellos, con música o sin ella, con gente joven o sin ella, todos los comerciantes coinciden en destacar el encanto del mercado, este factor intangible pero apreciable a simple vista que les da esperanzas de que la zona resistirá a grandes superficies, comodidad y otros obstáculos. "El mercado, al fin y al cabo, siempre será el mercado", sentencia un carnicero.