Monjo. Nació en Tortosa en mayo de 1975, aunque ha vivido siempre en Menorca - M.A

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Tras licenciarse en Ingeniería Electrónica y Telecomunicaciones, Pedro Monjo Florit (Tortosa, 1975) tuvo la oportunidad de marcharse a Alemania para iniciar el doctorado, pero rechazó la oferta. Quería buscar trabajo y no tardó en encontrar un empleo en la sucursal de Nokia en Barcelona. Su trayectoria profesional continuó en una pequeña empresa denominada FuturLink, un trabajo que el menorquín compaginó con su labor como profesor en la Universitat Pompeu Fabra (UPF). Posteriormente se lanzó a la aventura de poner en marcha su propia empresa y este proyecto lo llevó hasta Madrid, donde conoció a su esposa. Sin embargo, la crisis pasó factura al negocio y Monjo optó por buscar un nuevo empleo. Trabajó durante un año y medio para Páginas Amarillas hasta que la idea de marcharse al extranjero comenzó a tentarle. Su currículum acabó en manos de la empresa Adobe, que le contrató como consultor. Fue entonces cuando el menorquín se trasladó a Inglaterra junto con su mujer y, tras vivir durante un tiempo en Maidenhead, la ciudad donde se encuentra la sede de Adobe, se mudó a Reading, donde reside actualmente.

Dejó Menorca para instalarse en Barcelona….
Sí. Me fui a Barcelona como mucho otros jóvenes de la Isla. Estudié Electrónica en la Escuela de Ingeniería La Salle durante cinco años y, posteriormente, hice Telecomunicaciones durante tres años más en la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC). Durante esos años viví en el colegio mayor La Salle, en barrio de la Bonanova, donde coincidí con algunos otros menorquines y con compañeros que practicaban vela conmigo en el Club Marítimo de Mahón.

¿Se planteó la posibilidad de volver a la Isla una vez finalizados los estudios?
No, nunca se dio la oportunidad y, de algún modo, lo que había estudiado no tenía mucho futuro en Menorca. Mientras hacía el proyecto de final de carrera contacté con un profesor alemán y, al acabar los estudios, me ofreció la posibilidad de irme a Alemania para hacer el doctorado.

¿Aceptó la oferta?
No. No me apetecía irme a Alemania y, además, tenía en mente que, después de acabar la carrera, debía buscar trabajo. Todavía hoy me planteo qué hubiera sido de mí si hubiera aceptado.

¿Le resultó difícil conseguir un empleo?
La verdad es que no. En aquella época no había problemas para encontrar trabajo y, de hecho, los sueldos que se pagaban entonces no han cambiado e incluso han bajado. Ahora ofrecen lo mismo o menos que lo que me ofrecieron a mí justo después de acabar la carrera, y eso teniendo en cuenta que han pasado doce años.

¿Qué empresa le ofreció su primer trabajo?
Por un lado, me ofrecieron un contrato en Telefónica Móviles, en Madrid, y otro en la sucursal de Nokia en Barcelona. Yo quería quedarme en la Ciudad Condal, así que me quedé con el de Nokia.

¿Qué tareas llevaba a cabo?
Me encargaba del desarrollo de software, pero no para móviles, sino para operadoras. Estuve trabajando allí durante dos años, hasta que comenzó el declive de las Telecomunicaciones y la empresa decidió cerrar su oficina de Barcelona.

¿Qué hizo entonces?
Me quedé en paro, que por aquel entonces no era muy habitual. Posteriormente, empecé a dar clases de Ingeniería de Telecomunicaciones en la Universitat Pompeu Fabra (UPF). ¡Fue un cambio radical! Sin embargo, pude compaginar el trabajo de profesor a tiempo parcial con otro empleo en una pequeña empresa de Barcelona llamada FuturLink, en la cual llevaba a cabo más o menos las mismas tareas que en Nokia.

Hasta que puso en marcha su propio negocio…
Sí. Me lancé a la aventura y, junto con un amigo, montamos nuestra propia empresa: Weboptima. Corría el año 2006, junto antes de que empezara la crisis. Yo me encargaba de la parte tecnológica y mi socio, desde Madrid, de la parte comercial. Además, continuaba ejerciendo como profesor.

¿Funcionó?
Al principio costó, como sucede siempre que pones en marcha un negocio desde cero. En un primer momento, teníamos pocos clientes, pero llegamos a hacer la página web de empresas importantes, como la sección de hoteles de playa de la cadena Sol Melià. Tuve también algunos clientes en Menorca como Pons Quintana, una empresa de alquileres turísticos o Bonnín Sansó. Durante aquella época viajaba mucho a Madrid, pues tanto mi socio como muchos de mis clientes estaban allí. Fue en la capital donde conocí a la que ahora es mi mujer. Estuvimos un año a distancia hasta que decidí trasladarme a Madrid.

Después de tantos años en Barcelona…
Sí. En noviembre de 2009 hice las maletas y dejé Barcelona. De nuevo, decidí compaginar mi trabajo en la empresa con la labor de profesor a tiempo parcial, esta vez, en la Universidad Rey Juan Carlos. Estuve un año y medio muy a gusto.

¿Qué pasó después?
Al llegar el año 2010 y debido a la crisis, la empresa iba a peor y llegó un punto en el cual teníamos dos opciones: arriesgarnos más o dejarlo antes de perder dinero. Decidimos no continuar y, durante tres meses, nos dedicamos a cerrar proyectos y buscar otros proveedores para nuestros clientes. Dejé también el trabajo en la universidad y me puse a buscar un nuevo empleo.

¿Encontró algo?
Me ofrecieron trabajo en Páginas Amarillas, que pertenece al grupo Yell. La empresa había adquirido un producto de Adobe denominado SideCatalyst, que permite analizar a través de qué buscadores o programas acceden los usuarios a la página web de la compañía y cuál es el recorrido habitual de los internautas en la web corporativa. Este producto lo desarrolló una empresa llamada Omniture hace ya años, pero Adobe acabó comprando.

¿De qué se encargaba usted?
De aplicar este nuevo producto en todas las páginas webs de Páginas Amarillas, tanto de España como de Inglaterra, Chile, Estados Unidos, Argentina y Perú. Primero tuve que aprender yo mismo a utilizar el programa y, posteriormente, ayudar a los programadores a desarrollarlo y a los compañeros a utilizarlos.

¿Durante cuánto tiempo estuvo trabajando en la empresa?
Estuve allí un año y cuatro meses. En un momento dado, me di cuenta de que me había quedado algo estancado en Madrid y, además, el futuro en la empresa no pintaba bien. De algún modo, sentía que no tenía oportunidad de mejora ni de crecimiento allí. Además, mi mujer había estado trabajando como contable, pero la habían despedido.

¿Fue entonces cuando se plantearon la posibilidad de instalarse en el extranjero?
Sí. Ya habíamos hablado muchas veces de irnos al extranjero porque los dos, antes de conocernos, ya lo habíamos pensado en alguna ocasión, aunque nunca nos habíamos atrevido a hacerlo.

Y llegó el momento adecuado…
Sí. Empecé a enviar currículums, sobre todo a empresas británicas. Yo tenía un nivel alto de inglés, pues mis padres siempre me animaron a aprender el idioma y, desde muy niño, había ido a academias y cursos de verano.

¿Cuándo llegó la oferta?
Cuatro meses después de empezar a buscar. Mi currículum acabó en manos de una chica italiana a la que Adobe había encargado la labor de contratar una persona con mi perfil. Me llamó e hice la primera entrevista telefónica. Posteriormente, contactó conmigo un empleado de Adobe, quien me hizo una entrevista más técnica.

¿Le contrataron sin conocerle personalmente?
¡No! Llegó un momento en el que me dijeron que, si me interesaba la oferta, debía trasladarme hasta Inglaterra para realizar una entrevista en persona. No me pagaban el billete, pero me arriesgué. Fui a Londres, hice la entrevista, y volví a Madrid.

¿Le volvieron a llamar?
Sí. Me llamó la chica italiana con la que había hablado en un primer momento. Ella fue quien me comunicó que la empresa estaba interesada en contratarme. Finalmente, Adobe me mandó un mail oficial ofreciéndome el trabajo y adjuntándome el contrato.

¿Cuándo llegó a Inglaterra?
El día 28 de mayo empecé a trabajar. En un primer momento, me fui yo solo porque mi mujer estaba haciendo una sustitución de baja por maternidad y tenía trabajo hasta septiembre. Durante el primer mes me instalé en Maidenhead, una pequeña ciudad donde está situada la sede de Adobe. Sin embargo, la zona no me gustó nada.

¿Por qué?
Maidenhead es una ciudad algo decadente que se encuentra a 40 minutos en tren de Londres. Tan solo hay un pequeño centro comercial y, a partir de las 18 horas, no ves a nadie por la calle. Siendo más grande que Maó, hay menos ambiente. Además, la casa que alquilamos era algo antigua y no nos acabó de convencer.

¿Por qué Adobe ha instalado su sede en esa zona?
Imagino que porque les sale más barato. Sin embargo, el edificio corporativo es grande, espacioso y muy luminoso. En este sentido, las instalaciones de Adobe son impresionantes. Hay una zona de ocio donde los trabajadores pueden descansar jugando a videojuegos o al futbolín, duchas para que los que vienen en bicicleta puedan asearse antes de empezar a trabajar, máquinas de bebidas gratuitas e incluso una terraza donde comemos cuando sale el sol.

¿Cuál es exactamente su función?
Soy consultor. Cuando una empresa compra el programa SideCatalyst tiene la posibilidad de contratar también horas de consultoría. Es en este momento cuando yo entro en juego. Les explico cómo utilizar el programa a los clientes que lo solicitan o resuelvo sus dudas. La verdad es que estoy muy a gusto en Adobe porque no por el hecho de ser nuevo me han dado menos responsabilidad. De hecho, los grandes almacenes John Lewis fueron mi primer cliente. Además, también llevo la cadena de supermercados Waitrose, Vodafone UK, Ticket Master, Ryanair y los periódicos The Guardian y The Daily Mail.

¿Es el único español trabajando allí?
Precisamente hace poco entró otro español, en este caso de Córdoba. La verdad es que Adobe es una empresa internacional y, por tanto, hay muchos extranjeros trabajando allí. Sólo en mi equipo hay dos israelíes, un chico de la Isla Mauricio y una chica de India. Además, tengo compañeros pakistaníes, polacos, holandeses y franceses.

¿Ha entablado amistad con sus compañeros?
La verdad es que con los de origen británico cuesta más porque son más reservados y muy distantes. Por ello, es más fácil relacionarte con otros extranjeros que se encuentran en la misma situación que tú.

¿Su mujer ya se ha instalado en Inglaterra?
Sí, vino en septiembre. De momento, se dedica a perfeccionar su inglés y va a una academia todas las mañanas. La verdad es que le está costando un poquito adaptarse. Además, es hija única y para sus padres ha sido duro que se fuera, aunque se comunican a través de Skype todos los días.

¿Dónde viven ahora?
En Reading, cerca de Maidenhead. No es una ciudad dormitorio y puedes encontrar un centro comercial, tiendas y cafeterías que abren hasta las 20 horas. La mayoría de los residentes en Reading son británicos, pero al ser una ciudad universitaria acoge también a muchos estudiantes jóvenes y, por tanto, hay más ambiente. Además, cada verano se celebra un importante festival de música y Reading se llena de gente. Hemos alquilado un apartamento en el centro y no tenemos coche ni bicicleta, así que nos movemos en transporte público y andando.

¿Van a Londres con frecuencia?
Yo sí, por temas de trabajo. La verdad es que me encanta la capital británica y con mi mujer solemos ir una vez al mes. Reading está muy bien comunicada con Londres. En hora punta, pueden llegar a pasar por la estación hasta seis o siete trenes hacia Londres. Incluso el último tren de Londres a Reading, al menos los viernes, sale a las 1.30 horas de la madrugada.

¿Han visitado también otras ciudades?
Sí. De momento, hemos estado en Bath, Winchester, The New Forest y Oxford. Reading es un nudo ferroviario y, por tanto, todos los trenes que van desde Londres hacia el oeste de Inglaterra paran en la ciudad. Así que tenemos todavía muchos destinos pendientes.

¿Desean regresar a España en un futuro?
Sí, pero no nos ponemos fecha de vuelta. Hemos hablado con personas que llevan allí muchos más años de lo que esperaban quedarse cuando llegaron. Todo se verá. De momento, estoy muy a gusto y las cosas me han salido mejor de lo que esperaba. Cuando llegas no sabes lo que te vas a encontrar, pero estoy en una buena empresa y los clientes están satisfechos conmigo.