Una delegación menorquina asistió a la ceremonia - Frank Waters

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Más de 20.000 personas se dieron ayer un baño de «beatitud» en Tarragona en el solemne acto de beatificación de 522 religiosos asesinados en la Guerra civil. El emotivo acto religioso, calificado como la mayor beatificación de la historia, se celebró en el Complejo Educativo, transformado por el Arzobispado de Tarragona en un gran templo al aire libre. El cardenal Ángelo Amato, eviado especial de la Santa Sede, presidió la beatificación que ha convertido al sacerdote Joan Huguet Cardona (1913-1936) en el primer beato menorquín del siglo XXI.


El mensaje del Papa

Los menorquines que asistieron a la beatificación, más de un centenar, encabezados por el obispo Salvador Giménez y el vicario general, Gerard Villalonga, junto a los dos hermanos del beato, Maria y Vicent, regresaron ayer a la Isla con la emoción de ver beatificado al Padre Joan Huguet Cardona. Paco Huguet, uno de sus sobrinos, expresaba «la satisfacción indescriptible» de ver culminado el proceso, instruido por el sacerdote y vicepostulador de la causa, Guillermo Pons. «Ha sido una viviencia intensa y cuando salió su foto en el altar y se pronunció el nombre de mi tío, todos nos emocionamos».

Uno de los momentos más emotivos fue la intervención del Papa Francisco a través de un videomensaje en el que exhortó a los peregrinos a ser «cristianos con obras y no de palabras, para no ser cristianos mediocres». En su mensaje, de escasos tres minutos, el pontífice retó a los presentes a tomar ejemplo de los mártires, «siempre hay que morir un poco para salir de nosotros mismos, de nuestro egoísmo», y recalcó que «los mártires son cristianos ganados por Cristo, que han comprendido bien el sentido de amar hasta el extremo que llevó Jesús a la Cruz».