habitación. El piso, que se encuentra en la calle Fivaller de Ciutadella, dispone de once habitaciones, dos de ellas dobles. - Gemma Andreu

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Tiene 54 años. Es inglés y ha agotado todas las prestaciones. No tiene ni hogar ni trabajo. Un coche es actualmente su único cobijo. No obstante, a este británico la vida le volverá a sonreír en unos días cuando las duras noches de frío y de calor avinagradas con la soledad se sustituyan por un techo y unos compañeros.

Caritas Diocesana de Menorca sigue invirtiendo esfuerzos para que la vida de los más desfavorecidos sea menos cruel. Es por ello que este mes de noviembre abre un alojamiento social en la calle Fivaller de Ciutadella, con once habitaciones, dos de ellas dobles (que permiten ser ocupadas por dos adultos y un niño).

No se trata de un piso de emergencia ni tampoco una casa de acogida. Es una vivienda compartida en la que los usuarios pueden residir durante un año.

«Una persona sin hogar no tiene la misma seguridad ni las mismas oportunidades que quien goza de una vivienda digna», señala la educadora de calle y responsable de derechos humanos de Caritas, Marta Frías. Los residentes en este piso recibirán un seguimiento social personalizado de Caritas con el fin de que puedan rehacer su vida y vuelvan a ser autónomos e independientes lo antes posible.

Desde Caritas pretenden realizar un seguimiento «a todos los niveles» con la implicación de parroquias asociaciones y servicios sociales, entre otros.

Las personas que ocupen el piso pagarán una cantidad mensual para cubrir los servicios básicos como luz, agua o limpieza. El coste oscilará entre los 75 y los 150 euros en función de las dificultades económicas de la persona o familia, una vez realizada la valoración social de la educadora y del seguimiento continuado.

«Para la realización de este pago se dan todas las facilidades que hagan falta», señalan desde Caritas. Asimismo prevén incorporar un servicio de ducha para aquellas personas que pidan solo un punto de aseo.

Los usuarios son personas en riesgo de exclusión social. La entidad sociocaritativa de la iglesia considera que las plazas serán preferentemente solicitadas por mujeres con cargas familiares e inmigrantes irregulares.

Otro de los perfiles son personas mayores de 50 años así como ciudadanos desahuciados y que se han visto en la calle, sin recursos ni vivienda. Respecto a los inmigrantes irregulares, Frías señala que se trata de un colectivo «muy abandonado» y que se encuentra en una fase de «irregularidad sobrevenida» puesto que tenían una situación social aceptable que se ha visto truncada con la pérdida del trabajo.

Frías añade que este colectivo evita incluso asistir al médico y muchos de ellos viven hacinados en viviendas ocupadas. Señala que con este tipo de acciones «pretendemos que las personas invisibles se hagan visibles» y que, así, puedan recibir una ayuda para que la supervivencia se haga más llevadera.

En Menorca no hay indigencia. Para Frías, las personas sin techo viven en cuevas, en casas abandonadas -que ya hay tres de localizadas en Maó ocupadas por personas sin recursos- y en coches.

Cabe recordar que en Es Castell Caritas dispone de un piso con cuatro plazas que comenzó a funcionar en abril de 2008. Es un recurso de vivienda temporal para personas en riesgo de exclusión que no disponen de una vivienda ni medios económicos para obtener uno de manera inmediata.