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Tenía previsto estudiar Veterinaria pero surgió la oportunidad de estar cerca de lo que más ama, los caballos, y no la dejó escapar. Cuando era niño y salía de su casa, en Ferreries, sus pasos siempre le guiaban hacia el mismo lugar, el club hípico. Ahora Adrià Pons Gomila se ha ido un poco más lejos, a la región valona de Bélgica, a uno de los municipios de habla germana del país, antiguos territorios prusianos y muy cerca de la frontera con Luxemburgo.

El joven llegó hasta allí de la mano de otra conocida amazona menorquina, Chloe Morris, y considera que su decisión fue «una de las mejores que he podido tomar».

¿Cómo consiguió entrar en el equipo de la hípica de Sonnenhof?
- Fue gracias a Chloe, ella es mi profesora aquí en Bélgica. En el centro buscaban personal y decidí venir. Primero pasas dos semanas de prueba y si están contentos te contratan. Ahora soy empleado de la escuela, aprendiz.

Supongo que antes acreditó su experiencia en el mundo del caballo, tan venerado en Menorca...
- Sí, claro, yo llevaba ya diez años trabajando en Son Martorellet, en todo lo relacionado con el espectáculo ecuestre, siete de ellos como jinete. Quería abrirme un poco y conocer mundo, pero siempre en un trabajo relacionado con los caballos.

¿Cómo es una jornada normal de trabajo en el centro?
- Comenzamos alrededor de las siete menos diez de la mañana y alimentamos a los caballos. Cada día limpiamos los establos y preparamos la comida para la tarde y para el día siguiente por la mañana. Cuando acabo con estas labores, entonces ya me pongo a montar, más o menos entre las 10 y las 12,30 de la mañana. Luego, media hora para comer y me pongo otra vez con los caballos hasta casi las cinco de la tarde. Y aún queda otra hora u hora y media para recoger, limpiar todo, darles de comer y dejarlo todo impecable para el día siguiente.

Dedica una larga jornada, más que un trabajo, lo suyo es pasión. ¿Siempre ha sido así?
- Desde muy pequeño, siempre me han llamado la atención los caballos. Y es curioso, porque en mi casa no había nadie involucrado en este mundo. Mi padre preguntó si podía comenzar a ayudar en Son Martorellet y mira, fue así como comencé, siendo solo un niño al que le gustaban los caballos, viéndolos en las fiestas, y pasando de eso a dedicarme como profesional. No me acuerdo mucho, pero mis padres me cuentan que de pequeño salía de casa sin decir nada y me iba al club hípico de Ferreries a ver los caballos y, la verdad, tengo recuerdos muy bonitos de cuando trabajaba en Son Martorellet.

Intuyo cuál será la respuesta pero... ¿ha montado en las fiestas patronales?
- Sí, he salido durante seis años, comencé en 2007 y participé hasta 2012, este verano es el primero que no he sido 'caixer' porque ya estaba aquí en Bélgica. He cabalgado en las fiestas de Sant Bartomeu, en Ferreries, y también en Alaior y en Cala en Porter. Siempre que he participado he disfrutado mucho de ese momento.

En su empleo actual se habrá despedido del 'jaleo' pero ¿qué otros alicientes encuentra?
- No, no, aquí se practica solo la doma clásica. Hay también un pequeño apartado dentro de la hípica que es de caballos para la práctica de salto de obstáculos. Yo cuando llegué tuve la suerte de probarlo, no mucho, un par de días.
En cuanto al funcionamiento del centro, que es privado, Chloe es la profesora y la entrenadora, es la jinete profesional, nosotros la ayudamos y ella nos da una o dos clases al día.
La diferencia y la ventaja que encuentro aquí es que tanto en Bélgica como Holanda y Alemania hay mejores deportistas de equitación.

¿Y más profesionales?
- Sí, así es, aquí montar a caballo pasa de ser una afición a ser una profesión. Hay mucha gente que vive de montar a caballo. Y a lo mejor por la mañana se van a participar en un concurso -por ejemplo Chloe misma, la profesora-, y por la tarde están haciendo su trabajo normal y corriente. Hay un nivel muy elevado. Hace poco se celebró aquí en Bélgica el Campeonato del Mundo de Salto, y lo fuimos a ver. A pesar de llevar años dedicándome al caballo eso era algo que yo nunca había podido ver.

Al igual que las personas cambian de un país o de una región a otra, ¿lo hacen también los animales?
- Aquí hay muchos caballos, unos 150, y la mayoría son alemanes, suelen ser hannoverianos (Se trata de una de las razas de sangre templada más popular del mundo, un noble bruto procedente de la región germana de Hannover). Y desde luego sí que cambian, son diferentes a los de la raza menorquina, uf sí.
Son todavía más expresivos en el gesto, mucho, es curioso, y yo creo que tienen una gran memoria. A lo mejor aprenden a hacer algo, luego se pasan tres meses en el campo, sin ver a nadie ni repetirlo, los vuelves a coger y lo hacen; se acuerdan mucho de las cosas.

¿Está siendo su paso por Sonnenhof una experiencia enriquecedora?
- Sí, creo que ha sido una de las mejores cosas que he hecho a lo largo de mi vida, una de las mejores decisiones que he podido tomar..., salir, conocer mundo, ver otras cosas, te espabila, también te ayuda a apreciar más Menorca, es muy bueno. Yo quería viajar y salir pero dedicándome a algo relacionado con el caballo y aquí, he tenido mucha suerte, he encontrado exactamente lo que buscaba, además de conocer otra cultura.

En un rincón de Bélgica bastante alemán...
- Sí, aquí se habla alemán, es la única región de Bélgica en la que se habla. Yo aún no lo domino porque llevo poco tiempo (Adrià hace cuatro meses que se instaló en Sank Vith) aunque comprendo alguna palabra.
Aquí entre los del trabajo nos entendemos en inglés. Somos un equipo de diferentes países, hay una alemana, otra persona de Suiza y otros dos españoles, uno vasco y otro aragonés. Todos estamos juntos, aprendiendo en el centro hípico y compartimos casa, estamos bastante unidos.

¿Se ha adaptado bien a la gente, a las costumbres?
- Sí, aquí la gente es muy respetuosa, muy educada, amables, vayas donde vayas siempre te saludan, y si tienen que hacer cola lo hacen sin protestar, me gusta. También son importantes los horarios, porque son muy puntuales, si tienen clase a las siete, a menos diez ya están aquí. Aunque en general no son tan abiertos como nosotros, se mueven mucho dentro de su grupo; pero en eso yo tengo suerte, he podido conocer a muchas personas gracias a mi trabajo, y entonces también te encuentras que la gente es más abierta.

Así que está plenamente integrado...
- Sí, aunque bueno, la adaptación es difícil, porque vienes de un sitio como Menorca, donde siempre hace sol y calor, a un lugar en el que hace frío, llueve muy, muy a menudo. A veces nos pasamos tres semanas con lluvia cada día, así que el sol puede no salir en toda una semana, normalmente el cielo está cubierto. Añoro mucho el clima mediterráneo.

¿Cuáles son sus proyectos?
- De momento tengo un año de contrato pero me planteo quedarme un tiempo más. Mi ilusión y objetivo, a largo plazo, sería llegar a convertirme en un jinete profesional. Yo quería estudiar Veterinaria, y pensaba que pasaría aquí un verano y ya está, pero me gustó tanto que pensé que esta experiencia no la podía dejar pasar. Y si retomo los estudios, podría enfocarlos hacia los caballos.