En uno de sus saltos en tierras mexicanas, en la zona turística de Puerto Vallarta - D.M.

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Hoy te has ido, pero cada vez que suba al cielo vendré a saludarte, y si no te veo, gritaré «hermano, te quiero». Con este breve poema, David Montón Vidal, recuerda en esta entrevista a su hermano pequeño Víctor, fallecido este año de una enfermedad de las denominadas raras, Aspartylglucosaminuria. Sucedió al poco tiempo de su regreso a México, donde reside, y lo describe como un momento «desgarrador» vivido lejos de la familia, pero que «hace que luche con más ganas incluso que antes».

Y realmente este menorquín pasa muchas horas de su vida en el cielo, o transitando por las nubes. Su trabajo como instructor de paracaidismo, con más de 1.900 saltos realizados, le ha llevado hasta la escuela Skydivecuautla, en la ciudad de Cuautla, a 100 kilómetros del Distrito Federal. David reside en el Estado de Morelos, la tierra que vio nacer a Emiliano Zapata, líder de la revolución mexicana.

Un chico del barrio de Ses Vinyes paseando por el aire en México ¿cómo hizo ese recorrido?
- Al terminar el colegio fui al instituto Joan Ramis pero solo terminé el primer año, ya no continué y me fui a trabajar al restaurante de mi tío Ricardo en Cala Corb. Pero me tocó hacer el servicio militar. Empecé en el cuartel de Santiago pero, a los tres meses, solicité el traslado e ingresé en la Brigada Paracaidista del Ejército español, donde estuve tres años.

¿Qué buscaba con ese cambio?
- Siempre he tenido un espíritu aventurero y me ha gustado la emoción y el riesgo. Recuerdo que mi querida y difunta yaya Margarita me decía que era 'un culo de mal asiento' . Cada vez que me acuerdo me río mucho, tenía toda la razón.

Y allí se formó en su profesión actual...
- Sí, realicé 44 saltos en modo de apertura automática, estuve en infinidad de maniobras en España y en Europa. En mi etapa militar salté en Madrid, Otterburn (Reino Unido) y en Bari (Italia). También he saltado en Gap (Francia), Reggio Emilia (Italia), Zeeland, Rotterdam y Texel (Holanda), en Sevilla, Girona y en el aeroclub de Maó y, claro, en México, en Cuautla, Puerto Escondido y Puerto Vallarta.

¿Con cuál de sus destinos militares se queda en la memoria?
- Con los siete meses de misión humanitaria en Bosnia. Estuve con la Agrupación Madrid en esa región de la antigua Yugoslavia entre septiembre de 1993 y abril de 1994. Obtuve una condecoración de la ONU por la labor humanitaria y la ayuda prestada a las personas necesitadas; nuestra base estaba en Medjugorje y Mostar.

Sin embargo, decidió dejar su trabajo como militar...
- Sí, después de terminar en el Ejército, me casé y me marché a vivir a Fuerteventura. Estuve en Canarias hasta finales de 2004, pero me divorcié, volví a Menorca y después viví en Empuriabrava, en Girona. Allí realmente empecé a saltar por diversión y fue donde hice el curso de paracaidismo AFF, de caída libre. Hacía diez años, desde que me había licenciado del Ejército, que no saltaba, y tenía muchas ganas de volver a estar en el aire. Yo tenía mi negocio así que saltaba por hobby, por diversión.

¿Qué se siente cuando uno cae desde ahí arriba?
- Es inexplicable la sensación que me proporciona. Este deporte o afición para mí es muy apasionante, te hace sentir libre. Como trabajo también es muy gratificante, ya que puedo constatar la felicidad y la emoción con la que se queda la gente después de realizar su salto. También es un trabajo de mucha responsabilidad, ya que tengo la vida de otra persona en mis manos.

¿Cómo es el proceso del salto con un alumno?
- Primero hacemos una presentación y explicación al alumno, diez minutos preparatorios. Después ascendemos con el avión hasta la altura del salto, a 13.000 pies (unos 4.000 metros) en 15 minutos. Saltamos y descendemos en caída libre 50 o 60 segundos. La apertura del paracaídas se realiza a 5.000 pies (1.500 metros) y en unos 3 o 5 minutos se desciende hasta el lugar de aterrizaje. El tiempo total por alumno es de unos 30 minutos.

Media hora intensa, desde luego ¿alguna vez ha tenido algún problema?
- Me hice una lesión, saltando, y tuve que parar un tiempo, ya que me operaron de la rodilla derecha para una extracción de menisco. Tuve otros trabajos, varios negocios que cerré porque no salían los números, estuve en el Alt Empordà, en Figueres, volví a Menorca y me marché a vivir a Barcelona. Un amigo que estaba en México me comentó lo de la oferta de trabajo allí.

Y decidió probar suerte...
- Sí, decidí venir a México y desde diciembre de 2012 estoy aquí. El curso de Instructor Tándem lo realicé en México en enero de este año y desde entonces trabajo en la escuela Skydivecuautla. Estoy en un gran equipo de trabajo, con un staff de unas 40 personas, entre pilotos, instructores, plegadores, manifiesto, oficina y personal de tierra. Hay muy buen ambiente de trabajo.

¿Cómo es una jornada en un trabajo tan inusual?
- Trabajo de viernes a domingo y también festivos, desde las 8 de la mañana hasta que se va el sol. Dependemos mucho de la meteorología pero en Cuautla casi siempre hace un tiempo magnífico. Nuestros enemigos son el viento y las nubes a poca altura. Normalmente hago entre 16 y 20 saltos cada semana.

¿Cómo ha sido su adaptación?
- Buena, México es un país encantador y muy acogedor. Tiene una belleza inmensa, lo que he visto hasta ahora me ha encantado: Playa del Carmen, Catemaco, Oaxaca, Tepotztlán, D.F., Cuernavaca..., y me faltan infinidad de lugares que visitar. En diciembre iremos cuatro semanas a trabajar a la playa de Puerto Escondido, un lugar increíble en la costa del Pacífico.

Y cuando le ataca la añoranza, ¿en qué piensa?
- Es duro estar lejos de mi hija Nicole, de 15 años, que vive en Canarias, y espero que pueda visitarme el próximo verano. También añoro Menorca, la familia, mi madre, su comida, ir a desayunar los fines de semana a Las Guapas, las fiestas de Maó... Escucho canciones menorquinas, en especial a Joana Pons, y me emociono mucho cada vez que escucho «Escolta es Vent», mi canción favorita.