Raquel y Biel viven a unos once kilómetros del centro - B.C.

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Luanda es una ciudad mayoritariamente pobre pero, paradójicamente, ocupó en 2013 el primer puesto de la lista de urbes más caras del mundo para los expatriados que genera la globalización, entre ellos los trabajadores de multinacionales, el personal diplomático o los agentes de cooperación. Lo dice la encuesta anual sobre el coste de vida que realiza la consultora norteamericana Mercer y lo sabe bien el mahonés Biel Calafat, instalado en la capital de Angola desde hace tres meses.

No es la primera vez que el fotógrafo menorquín visita África. Colaboró con el proyecto del misionero Manolo Bonet en Binde y este continente de contrastes, riqueza natural y convulsa historia tras las descolonizaciones europeas siempre le atrajo. Por eso, cuando su pareja Raquel logró un destino como canciller en la embajada española en Luanda, se abrió la posibilidad de realizar un cambio soñado por ambos.

¿Qué motivó esas ganas de ruptura y ese viaje, de momento, sin billete de vuelta?

- En Menorca, en España y yo diría que incluso en Europa, estaba perdiendo la ilusión, me notaba cojo, sentía la necesidad de buscar una nueva frontera, romper con todo y vivir un cambio, y África nos gustaba a los dos. En España solo oyes hablar de recortes, en todo, especialmente en mi ámbito, la cultura, se pierde mucho de lo que se había conseguido, da un poco de pena. Es como una depresión general y, sé que es egoísta, pero al menos aquí la vida es nueva, he dejado de ver y escuchar algunas noticias. Y nos hemos encontrado bien desde el primer día.

¿Cómo es su nueva vida en la antigua colonia portuguesa?
- Estupenda, aunque esta ciudad es muy dura y aquí hay mucha burocracia para todo. Han pasado tres meses y aún no tengo todo el material, ordenadores, lienzos..., el contenedor está en puerto pero falta el papeleo. Lo que más nos cuesta es acostumbrarnos al atasco diario. Luanda ha crecido hasta superar los cinco millones de habitantes en diez años sin infraestructuras, y con edificios de 70 y 80 plantas en el centro, que se satura. Nosotros vivimos a unos once kilómetros del centro, en Taratona, en un condominio del Ministerio de Asuntos Exteriores.

¿Es una zona especial?
- Sí, son casas prefabricadas que se construyeron para el personal que pasa por las embajadas o por empresas que realizan trabajos en Angola.

¿Es importante el colectivo de españoles?
- La mayoría de los expatriados son portugueses y americanos, los españoles aquí somos una comunidad pequeña, exactamente 158 personas. Aparte del cuerpo diplomático, empresarios y técnicos de construcción, transporte...Ahora hay muchos portugueses que vuelven a la excolonia, hay 250.000 trabajando aquí, yo veo que en África, este es un país puntero. Aunque claro, faltan cosas como el transporte, aquí no puedes estar sin coche, los taxis son inexistentes y solo hay las furgonetas que llaman candongueiros, que no sabes ni a dónde van.

¿Pero hay oportunidades?
- Sí, aquí hay trabajo para la mano de obra cualificada, para oficios como los de fontanero, electricista..., pero es difícil entrar en el mercado laboral. Y este no es un lugar turístico, su riqueza se basa en el petróleo, hay pozos en la frontera con Togo y están haciendo más prospecciones; también hay oro y diamantes en la frontera con Namibia.

Pero sigue sin repartirse...
- No. Para hacerse una idea, no se sabe exactamente la población de Luanda, pero puede pasar de los seis millones de habitantes y solo un 10 por ciento vive en una casa digamos normal, el resto son chabolas.

¿Conocía esta zona de África?
-Conocía Ghana y Burkina Faso. Las ciudades grandes africanas no difieren mucho, pero aquí se nota que han pasado por treinta años de guerra. Piense que aún hay 30 millones de minas diseminadas que se están retirando todavía.
La gente aquí no es tan alegre como podía serlo en Ghana. Hay millones de personas que viven en condiciones precarias y zonas contaminadas como la bahía, una pena, porque es una maravilla. Hay muchos contrastes, ya se dice que Luanda es Manhattan de noche, con las luces de los grandes edificios, y Nueva Delhi de día.

Se dice que es la ciudad más cara del mundo ¿es así?
-Sí, por un ático de 120 metros cuadrados en el centro piden un alquiler de entre 25.000 y 30.000 dólares al mes y una casita normal cuesta entre seis y ocho mil dólares mensuales. Un yogur, uno solo, cuesta 1,20 dólares, así que una compra en el supermercado que en España costaría 80 euros aquí no baja de 250 dólares.

Usted, que fue concejal socialista, ¿cómo ve la situación política del país?
- Hay un Parlamento democrático y el presidente ha sido listo, ha dado cabida en su gobierno al bando que perdió la guerra; existen aún los odios de una guerra civil pero están en calma. Es un gobierno que viene del comunismo, tenían acuerdos con la antigua Unión Soviética y Cuba, pero de ahí a la realidad..., a mí se me han ido un poco las cosas al garete... (ríe) porque la escuela o la sanidad públicas son inexistentes y digamos que... es un comunismo completamente capitalista.
(José Eduardo dos Santos, del Movimiento Popular de Liberación de Angola, es el presidente del Gobierno desde 1979. En el año 1992 ganó unas elecciones bajo supervisión de Naciones Unidas y en 1993 Estados Unidos reconoció al Gobierno excomunista).

¿Quién levanta esos edificios y crea las infraestructuras?
- Los chinos, son los que construyen, y no veas cómo. Por lo que he oído entre los peones hay disidentes y vienen aquí como castigo, viven en condiciones muy precarias.

No le falta temática para plasmar en sus fotografías. ¿Cómo va su proyecto de mostrar la Angola menos conocida con su cámara?
- No está resultando fácil. Quiero seguir haciendo fotografía de la calle, pero hay que entrar en contacto con grupos de las zonas, con movimientos, con artistas de aquí. He paseado por una zona muy deprimida, junto al mar, que se llama Samba, y la verdad es que no está muy aceptado que hagas fotografías.

¿No les gusta que les retraten?
- No, para nada. Cuando sales de Luanda y vas a Lobito o a zonas rurales la gente cambia mucho, es más abierta. Aquí tienen un carácter muy orgulloso. Bueno, a nosotros tampoco nos gustaría que vinieran los turistas y nos hicieran fotos trabajando ¿no? Esto no me pasaba en Ghana pero aquí sí. Pero bueno, se irá arreglando, ya he contactado con empresas para hacer reportajes de sus obras de arquitectura y en febrero viajaré por diferentes zonas del país, Lobito y Namibe entre otros.
Tengo que adaptar mi manera de fotografiar a las costumbres de este país para que el trabajo esté dentro de mi línea pero que no les resulte ofensivo, poder conjugarlo con el carácter africano de esta zona. Estoy muy ilusionado.

¿Proyecta alguna exposición?
- Mi idea es seguir con la fotografía espontánea, de la calle, ofrecer una visión de la ciudad en un momento concreto..., captar instantes, siempre me ha gustado. Tengo el proyecto de montar una exposición sobre la mujer y la naturaleza. La mujer africana está muy cercana a la madre naturaleza, y la mezcla de colores puede ser muy interesante. Y en cuanto a paisajes, aquí hay lugares maravillosos para fotografiar. Una de las cosas que nos gustó de Luanda es que hay buenas conexiones para visitar otros países y lugares de África.

Entonces, será una temporada larga lejos de Menorca...
- Seguramente unos años, y después nos gustaría dar el próximo salto a Sudamérica, quizás Chile, Argentina o Uruguay, aunque si es en otro país africano estaría bien, nos gusta África.