Los carteles de se vende y se alquila reinan en la zona del Moll de Ponent del puerto de Maó, donde esperan que las escaleras mecánicas del parque Rochina reavive la actividad comercial | Javier Coll

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El alto precio de los alquileres y de los permisos para terrazas, la caída del tráfico de pasajeros, el excesivo control de la administración y, por supuesto, la crisis. Son las principales razones que esgrimen los empresarios para explicar el particular vía crucis que la actividad comercial y de restauración está viviendo en todo el puerto de Maó, pero que se hace especialmente evidente en el Moll de Ponent.

En los dos kilómetros que separan la Colársega de la Costa Corea se contabilizan cerca de 40 solares vacíos, locales en alquiler, en venta y establecimientos que se traspasan. La variada cartelería, las persianas cerradas y los locales tapiados dan testimonio, no solo de las dificultades que supone mantener vivo un local en primera línea del principal puerto menorquín, sino de lo poco atractivo que parece resultar para los inversores.

«Nos estamos arruinando poco a poco», explica el propietario de una tienda de ropa en el Moll de Ponent. La situación de este tramo del puerto es especialmente angustiosa. En el último mes ha visto cómo cerraba el emblemático Pasarela, tras «toda una vida» en la zona: «Ha bajado muchísimo la actividad, hay menos pasajeros y menos transportistas».

Las cifras respaldan esta afirmación. Desde el inicio de la crisis el tráfico de mercancías y pasajeros ha caído más de un 50 por ciento, una realidad especialmente sangrante para aquellos comercios, bares y restaurantes que abrieron sus puertas cerca de la Estación Marítima. La apertura del dique de Son Blanc en Ciutadella «ha hecho mucho daño», lamentan.

«Somos la parte pobre del puerto», coinciden en afirmar algunos comerciantes de el tramo más occidental de la rada, agrupados desde el pasado año en una nueva asociación que defiende los intereses de los empresarios de la zona. Es la escisión empresarial que ejemplifica una realidad escindida, la de dos partes del puerto que sobreviven de forma distinta a los avatares de la crisis. Desde la cuesta d'en Reynés hasta la Costa Corea se concentran tres cuartas partes de los negocios abiertos en el puerto. En total, a lo largo de los muelles mahoneses que rodean la rada por su parte sur se contabilizan hoy por hoy (incluyendo los negocios cerrados por temporada) cerca de 90 establecimientos, la gran mayoría bares, restaurantes y cafeterías.

Pasear por la zona del Moll de Llevant es otra cosa. Se ven a las claramente las dos velocidades a las que avanza el puerto. La zona oriental no está exenta de algunos locales vacíos o a la espera de ser alquilados, pero la actividad es mucho más dinámica. La gran mayoría de iniciativas municipales en los dos últimos años se han concentrado en esa parte del puerto, la que vive más de la actividad náutica.

La apertura del ascensor el verano pasado, los cierres esporádicos del puerto y la colocación de jardineras para liberar de coches el paisaje son algunos de los ejemplos que han permitido mantener la vida comercial en una zona donde, no solo aguantan más los negocios abiertos, sino donde en el último año también se ha visto como abrían negocios.
Desde la Asociación de Artesanos, Comerciantes y Restauradores del Puerto de Maó entienden que en 2013 se ha producido un equilibrio entre los locales que han abierto y los que han cerrado, entienden que la apertura del ascensor y de las bolsas de aparcamiento han sido iniciativas muy positivas, pero reclaman un mayor empuje con visión de conjunto para que el sector pueda aprovechar el gran potencial del puerto mahonés.