Bob en la actualidad, en su lugar de trabajo en California

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Robert Manuel Guthrie Álvarez encarna el sueño americano, aunque para cumplirlo no haya recorrido, precisamente, un camino de rosas. Bob Guthrie ha logrado dedicarse profesionalmente al diseño y el dibujo, su pasión desde niño, y codearse con los grandes de la animación en California, donde reside.

Atrás quedó una infancia marcada por el divorcio de sus padres que, a la vez, fue lo que motivó que de pequeño regresara a la isla de la que había salido su madre, enamorada de un militar estadounidense que había recalado en Maó durante una escala.

Una historia de película que uno de sus protagonistas ha accedido a narrar en primera persona.

¿Menorquín de origen americano o a la inversa?
– Soy de madre catalana y padre americano, pero de joven mi madre llegó a Menorca para trabajar y se quedó. En esa época conoció a mi padre, un joven militar que había desembarcado en Maó. Se casaron y se fueron a vivir a Estados Unidos, pero tres años después se divorciaron y mi madre regresó a Menorca. Yo tenía 4 años y mi hermanos tres. Crecí en la Isla hasta los dieciocho.

¿Cómo fueron esos años?
– Vivíamos en casa de mi abuela pero a veces mi madre tuvo que trabajar en el extranjero, y en ese tiempo mi hermano menor y yo pasamos temporadas en la Casa de la Infancia, hasta que mi madre decidió que aquello era demasiado y abrió un negocio, el primero de varios... Después asistí a la escuela de Sant Josep y a La Salle, y cursé el Bachillerato en el 'Joan Ramis'. También asistí al instituto de FP de Maó donde estudié Diseño Industrial.

¿Cuál es su mejor recuerdo de esa época de estudiante?
– Tuve uno de mis mejores profesores, Rafael Güerri, que en los años 1970 fue uno de los artistas que colaboró en la revista «Hermano Lobo», algo que mucha gente no sabe. Fue durante esos años cuando se inició mi pasión por dibujar, influido por la riqueza cultural de los año 80, la época del esplendor del cómic, con publicaciones como Mortadelo y Filemón, El Jueves, Sona 84, El Víbora, Rambla y Makoki..., todas ellas formaban parte de mi dieta diaria.

¿Tenía ya el objetivo de convertirse en dibujante profesional?
– Mis amigos Pepe Carrasco, David Valderrama, Kiko Camps y yo éramos un grupo de jóvenes aficionados al cómic que queríamos ser dibujantes profesionales, con ellos realicé mis primeros cómics con los que quería abrirme camino en Barcelona.

Pero sus pasos le llevaron de nuevo a cruzar el Atlántico...
– Sí, mi padre se comunicó con nosotros, quería reencontrarse, y a mi madre le pareció buena idea. Animado porque se abrían posibilidades en EEUU, decidí emigrar. Tras un año aprendiendo inglés y dibujando en cualquier papel que encontraba, me di cuenta de que no iba a ser fácil. Por eso solicité entrar en una de las mejores escuelas de Animación en California, Cal Arts, donde fui aceptado. Pero desgraciadamente no tenía recursos para matricularme, así que decidí seguir los pasos de mi hermano y me alisté en la Marina Americana.

¿Eso le posibilitó estudiar?
– En esos días una de las ventajas de hacer la 'mili' era que, después de años de servicio, te ofrecían una G.I. Bill, una beca de educación.
(La G.I. Bill o Servicemen's Readjustmen Act permite desde 1944 a los soldados estadounidenses desmovilizados obtener ayudas para estudios).

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Así que para poder dibujar tuvo que servir al Tío Sam...
– Sí, y tuve la suerte de que las cuatro veces que fui enviado en misión de servicio estuve en tres buques destinados en el Mediterráneo (USS Gray, USS Claude V. Ricketts y USS Barney), así que pude visitar a mi madre -que falleció en 2003-, y amigos. ¡Era reconfortante disfrutar de Menorca después de tantos meses en el barco!

¿Siguió dibujando mientras estaba enrolado?
– Siempre hallaba momentos para dibujar, a pesar de que los quehaceres diarios me absorbían la mayor parte del tiempo. Al principio lo hacía en mi sketchbook pero mis mandos se dieron cuenta de mi habilidad y me pusieron a trabajar en otras cosas, como pintar murales, caricaturas e incluso diseñar almanaques militares. Cuando llegó el momento de renovar mi contrato con la Marina, fue el capitán de mi último buque quien me sugirió que dejara mi carrera militar y persiguiera mi sueño de ser dibujante.

Y le hizo caso...
– Volví a Maó y trabajé en una empresa llamada Quia Publicidad. Durante dos años diseñé logos, panfletos, anuncios...¡cualquier cosa!

¿Por qué se marchó otra vez?
– Mi hermano me llamó desde EEUU y me sugirió venir porque el mercado de animación estaba en auge. Buscaban artistas ¡hasta debajo de las piedras! En 1992 llegué a Long Beach y decidí presentarme de nuevo a la escuela Cal Arts.

Pero otra oportunidad apareció..., a través de un viejo amigo artista, Marc Schirmeister, enseñé a la compañía Warner Brothers el mismo portafolio que utilicé para la escuela, y ese mismo día me ofrecieron un trabajo en Warner Consumer Products.

¿Fue un salto en su carrera?
– Sí, trabajé tres años diseñando personajes como Bugs Bunny, Taz, Tweety..., una de mis grandes oportunidades fue participar en el diseño de un personaje de la película Space Jam, Lola Bunny. Otro de los trabajos importantes fue participar en el diseño de una serie de sellos para el servicio nacional de correos, la primera con personajes de dibujos animados, todos los de Looney Toons.
A través de Warner también conocí gente del mundo del diseño de juguetes y productos comerciales, y pasé a trabajar para la empresa JMP Creative Inc durante once años, con clientes como Mc Donalds, Sony Entertainment, Fisher-Price o Hasbro.

¿Y ahora cuál es su proyecto?
– Será porque en Menorca observaba a mi madre manejar sus negocios, pero yo siempre soñé con abrir el mío propio y hacer lo que me encanta, dibujar. Eso me motivó para iniciar, hace dos años, Pixel Toons Ink, una compañía creativa independiente para diseñar comerciales para productos y juguetes, diseño gráfico para publicaciones y diseño de animación para cine, televisión y video games. Mis clientes actuales incluyen Kiddo Toys, Mad Toy Designs y Sony Pictures.

¿Ha sido duro llegar hasta ahí?
– El precio de perseguir el american dream es muy caro, no es extraño dedicar 14 horas al trabajo y si es tu propio negocio las jornadas pueden ser más largas. Personalmente creo que esto afecta a la comunicación, al final estamos todos cansados y solo queremos relajarnos en casa.

¿Cómo es Los Ángeles?
– La vida aquí se mueve rápidamente y todo es tan grande...te pasas el tiempo conduciendo, pero siempre descubres algo nuevo. Hay tantas cosas que ver, que probar, necesitarías más de una vida para hacerlo todo. Culturalmente es increíblemente diverso, tenemos todo tipo de museos de arte, y Hollywood con sus estudios..., me encanta descubrir sitios y perderme.

¿Y sus gentes?
– Amables, pero hablo de los angelinos, que son un pequeño componente del estado de California. Aquí no hay un 'típico americano', convivimos con mexicanos, argentinos, árabes, chinos, filipinos, coreanos, rusos, alemanes, judíos, hindús y la lista crece cada día. Aquí tenemos lo bueno y lo malo de todo el mundo.