La joven menorquina ha viajado a distintos países desde Taiwán. En la imagen, practicando el submarinismo

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Después de estudiar chino durante tres años en la Escuela Oficial de Idiomas de Barcelona, Caterina Jover tenía claro que si hacía un intercambio con alguna universidad extranjera, tenía que ser en Asia. Esta estudiante menorquina, que aún continúa su carrera en Administración y Dirección de Empresas en la Universitat Pompeu Fabra, se inclinó por el país de origen de su profesora de mandarín, Taiwán.

Allí, en la República de China, cuya soberanía cuestiona el gigante asiático, en una de las ciudades más pobladas del mundo, la joven de Ciutadella completa su formación y perfecciona el idioma.

¿Qué le llevó hasta Taiwan?
— Desde siempre tuve claro que mi intercambio en la carrera sería con un país asiático. Mi profesora de chino era taiwanesa, siempre me hablaba bien de este país y cuando hace un año tuve la lista de opciones delante y vi Taiwan no me lo pensé dos veces. Fue mi primera opción y aquí estoy, muy contenta.

¿Continúa con sus estudios?
— Sí, sigo con mi Grado en ADE, ya que lo ofrecen en inglés y también estudio chino diez horas a la semana, y me encanta. Lo que hice en Barcelona es pedir el intercambio para cursar medio año de estudios en una universidad extranjera, es como una beca Erasmus pero fuera de Europa, apliqué para una plaza y me la dieron.

¿En qué consiste dicha ayuda?
— La beca consiste en pagar la matrícula de la 'Pompeu Fabra' pero no la de la universidad extranjera, porque en el resto del mundo las universidades son muy caras. Pero no me da para nada más, el resto lo pongo yo, pero solo estudio aquí en Taiwan.

¿Cómo está siendo la experiencia?
— Positiva, estoy aprendiendo muchísimo, no solo sigo mis estudios sino que también progreso en el idioma. Aquí la vida, en el supermercado, los restaurantes, en casi todos lados, tienes que desenvolverte en chino. El inglés no se habla a menos que seas estudiante. Y la gente, cuando ve que eres extranjera y te manejas con el chino te respeta mucho, se ponen muy contentos.

La gente aquí es majísima, creo que es la mejor que he conocido nunca. Siempre están dispuestos a ayudarte, si preguntas algo en el tren, la persona es capaz de acompañarte hasta tu casa. Eso sí, no le pidas su teléfono o perfil de Facebook, porque no sois amigos. Creo que eso es lo que más me ha costado, lo difícil que es hacer una amistad, o al menos, esa es mi experiencia.

¿Era lo que se esperaba?
— Sabía más o menos lo que me podía encontrar, no viajé directamente a Taiwán, primero había estado tres semanas en Japón, así que la llegada fue bien. Pero nada, absolutamente nada, se parecía a lo que había visto en Google o en programas como «Españoles en el mundo». Hacía un frío tremendo, era la semana más fría en no sé cuántos años, y aquí nada está preparado para eso, así que fueron un par de semanas horribles.

¿Ya se ha aclimatado?
— Sí, aunque aquí el clima es muy, muy húmedo, más que en Menorca, y hace muchísimo calor. Ahora mismo estamos a 35 grados de temperatura, pero no puedes salir de casa sin una chaqueta ¡se vuelven locos con los aparatos de aire acondicionado!
Pero precisamente por eso, supongo, porque llueve cada día (ríe) todo está lleno de plantas. Y eso es lo que más me gusta de Taiwán, la naturaleza que envuelve todos los edificios.

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¿Qué costumbres le llaman la atención de su nuevo hogar?
— Bueno, comen cosas muy raras y todo lo que pueden freir, lo fríen. Lo más raro que he probado es un postre hecho con galleta Oreo frita. Y la gente come por la calle, en una especie de puestos o paradas para la comida que yo creo que en España no estarían autorizadas por Sanidad. ¡El primer día que llegué ví una de esas paraditas en llamas! Y comen pollo frito, fideos noodles, tofu apestoso o chou dou fou en chino (un plato popular en Asia elaborado a base de tofu fermentado) ¡Ojalá pudiera enviaros el olor!
Y se puede comer por dos euros si eres un valiente y pruebas toda su comida. Yo encontré un restaurante italiano donde el precio ronda los 5 euros, así que no varío mucho de menú.

¿Es asequible la vida?
— En general comer es bastante barato. En cuanto a la vivienda, yo estoy en una residencia solo para chicas, y pago unos 180 euros al mes. Tengo una habitación aceptable con cuarto de baño privado pero no tengo cocina.

Vivo en Gongguan, en la zona universitaria, donde está el campus, el cual es enorme y muy muy verde. En las ciudades asiáticas no hay un centro neurálgico donde la ciudad se expande, cada estación de metro es en sí un 'centro'.

¿Qué es lo más positivo de vivir en Taiwán?
— Que estás en el centro de Asia y puedes viajar a donde sea. Desde que estoy aquí he visitado Hong Kong varias veces; también he ido a Shenzhen (China), Filipinas, Singapur, Japón e Indonesia. Y ahora estoy planeando conocer Corea del Sur.

Lo que sí puedo decir de Taiwán es que es un país muy seguro, muchísimo; pierdas lo que pierdas, lo encontrarás en la oficina de objetos perdidos.

¿Lo ha podido experimentar?
— Sí. La primera semana nos dejamos unos billetes del tren de vuelta en el mismo tren, y no nos dimos cuenta hasta el día en que volvíamos. Estaban en la estación de tren, esperándonos para devolvernos los billetes. Muy fuerte.

Yo me siento muy segura. En los autobuses hay una alarma para pulsar, una especie de silbidos, para evitar el acoso sexual. Si alguien te toca o te mira más de lo debido, silba y el conductor parará.

¿Ha podido encontrar otros españoles residiendo en la ciudad?
— No muchos, he conocido siete u ocho creo. Los extranjeros que más abundan en Taiwán son franceses y sudamericanos. Lo curioso es que saben todo de España, bueno todo no. Cuando me preguntan de dónde soy he optado por hacerlo más fácil y decir «de Ibiza», así lo sitúan y entonces todos dicen «fiesta».

En cambio conocen a los futbolistas del Barça y el Real Madrid, a Gaudí, no sé, me sorprende, porque si a mí me dicen Seúl, creo que solo podría decir «pulpo frito». Me sorprendió el hecho de que nos ven a los españoles como gente interesante, la visión no es la misma que la que tenemos de nosotros mismos, y no hablo solo de Taiwán. Muchos te dirán de España «siesta» o «mañana, mañana», pero en general nos ven como gente válida, trabajadora y también cálida.

¿Qué es lo que más añora en medio de esta aventura?
— Echo mucho de menos todo, os echo mucho de menos. Cuando estaba en Barcelona quería irme fuera, y pensaba que nunca querría volver. Ahora me gusta mucho lo que estoy haciendo, y donde estoy, pero quiero regresar. En España se vive muy bien, por su comida, el clima, la gente..., aunque después de Taipei mi próxima parada, antes de continuar los estudios en Barcelona, será Amsterdam durante seis meses.