La joven, junto a los típicos trolebuses de la ciudad búlgara, de un color azul que contrasta con un cielo casi siempre gris

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Nació en Barcelona porque su padre comenzaba su carrera profesional como médico en la capital catalana pero a los dos años ya vivía en Maó. Desde niña su vocación se unió a la tradición familiar y no recuerda haber querido ser otra cosa que médico. Pero una nota de corte se interpuso entre Patricia Sánchez-Rodrigo y su sueño. Descartada la posibilidad de entrar en la Universitat de València, donde residía, no tiró la toalla. Y llegó el momento de un gran cambio en pos de su formación.

¿Por qué se fue a estudiar la carrera a Bulgaria?
— Vine a Bulgaria porque no tenía la nota suficiente para entrar en la facultad de Medicina en España, que es de más de un 12 sobre 14, y aquí te daban muchas más facilidades. Siempre, desde pequeña, he querido ser médico, aunque la verdad, cuando ví que no tenía la nota de corte me planteé estudiar otras cosas... Pero tenía claro lo que quería y al final busqué esta salida.

Una decepción que le abrió la puerta a otra experiencia, ¿no?
— Sí, yo ya estaba en Valencia, había ido a hacer segundo de Bachillerato, vivía en un piso con mi hermano y estaba bien allí, y tener que cambiar otra vez de aires cuesta, pero bueno, si es por lo que te gusta...

¿Y cómo es la ciudad en la que vive ahora?
— Pues estoy a dos horas y media de Sofía, al norte del país, en una ciudad que no tiene pinta de ciudad, en Pleven, junto al río Tucheniza. Dicen que es una de las más grandes del país pero no me lo parece. Aquí todo se ve bastante pobre, es como si volvieras a la España de hace cincuenta años, incluso ves carros de caballos por las calles. También se nota en la moda, los coches, los peinados, los móviles... Aquí hay nokias sin color, no hay smartphones.

¿En qué más nota ese distinto nivel de desarrollo?
— Se nota, por ejemplo, en la falta de mantenimiento de los edificios, en las calles, porque muchas están en mal estado, con agujeros... Es un poco decadente. La mayoría de las construcciones mantienen también la estética típica comunista, son más bien grises y austeras. La sanidad es pública, pero en Pleven hay dos hospitales, el privado es más lujoso y moderno, en cambio el público es triste, no está en buenas condiciones.
(Bulgaria formó parte del bloque del Este tras la Segunda Guerra Mundial y llevó a cabo su transición democrática en 1990. Desde 2007 es miembro pleno de la Unión Europea pero no ha adoptado aún la moneda común)

Y su formación, ¿está al nivel que esperaba?¿Es de calidad?
— Bueno, creo que las asignaturas básicas, como Anatomía, Biología o Física no cambian tanto, es común, la materia es la misma en todos lados. Me parece que más adelante, en las asignaturas clínicas, se pueden notar más diferencias, cuando ya tienes que ir a un hospital, porque es verdad que está menos desarrollado. Aquí, del grupo de estudiantes españoles, ninguno tiene la idea de quedarse y hacer los seis años. Esto es como un puente para poder entrar luego en una universidad española.

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¿Esa es también su idea?
— Sí, es un poco complicado, ponen trabas para las convalidaciones y traslados pero se intentará. Además, los estudios están homologados porque este país pertenece a la Unión Europea y sigue el Plan Bolonia. Ahora estudio las asignaturas básicas, cuando lleguen las clínicas quiero cambiar.

¿En qué idioma estudian?
— Las clases son en inglés y en búlgaro, porque claro, te preparan para que trabajes en hospitales de aquí. Y el modo de enseñar es distinto, por ejemplo, todos los exámenes son orales y en inglés. En la universidad distinguen entre los estudiantes búlgaros y los extranjeros, incluso para las fechas de inicio y finalización de las clases. Este es un curso especial internacional, hay gente de todo el mundo: españoles, ingleses, alemanes, griegos, nepalíes, nigerianos...

¿Por qué motivo?
— Algunos por la nota de entrada a las facultades de su país, como yo, y muchos por motivos económicos, las universidades británicas por ejemplo son carísimas. Aquí en comparación es todo muy barato, porque además no están aún en el euro.

¿Hay tanta diferencia?
— Ya lo creo, mi profesora de Anatomía es médico, y dice que, cuando tuvo su primer trabajo ganaba al mes 99 euros. Es un cambio radical respecto al nivel económico de España, yo pago cien euros de alquiler (que son cerca de 200 levas) y un taxi puede costar 30 céntimos de euro, la comida también es más barata. Aquí una de las quejas que tiene la gente es que sus salarios son muy bajos. Un taxista que hablaba español me dijo que su madre, retirada, cobraba 80 euros al mes, aunque todo sea muy barato, a ellos no les llega.
(Según la oficina estadística comunitaria Eurostat, Bulgaria es el país más barato de la Unión, con precios de los bienes de consumo que no llegan al promedio del resto de socios, un 48 por ciento).

¿Y cómo le va el idioma?
— La verdad es que el búlgaro asusta mucho, es muy complicado, el alfabeto es cirílico, es parecido al ruso y cuesta. Aquí la gente habla poco inglés y aprecia que hables búlgaro, si no te mira con mala cara, suelen ser muy amables y serviciales, siempre te quieren ayudar pero el idioma es una barrera, cuando alguien no habla inglés, pues ya se vuelve más seco, porque no sabe cómo comunicarse contigo. Cuando llegamos nos pusieron ocho horas de búlgaro a la semana en clase, así que algo aprendes. Yo lo uso para ir a comprar y eso, pero utilizo más el inglés y el español, con las chicas con las que vivo y otros estudiantes.

¿Hay muchos compatriotas que siguen la vía búlgara?
— Sí, yo vivo con dos estudiantes españolas, una de Málaga y otra de Barcelona y, curiosamente, hay más gente de Balears aquí que del resto de España, hay dos mallorquines, otro menorquín y yo. Me sorprendió cuando llegué, no me lo esperaba. Pero no hay mucha vida social, en Pleven solo está la facultad de Medicina, la gente joven de aquí si estudia otras carreras tiene que ir a otras ciudades así que... Es un poco aburrido. Lo bueno es que no tienes distracciones, me paso la mayor parte del tiempo estudiando.

¿Piensa ya en el regreso?
— El día 15 de julio acaban las clases del primer cuatrimestre, hasta el 1 de septiembre y ¡tengo unas ganas ya de ir a Menorca! Pero sobre el futuro aún no sé qué pasará, me queda tanto por estudiar que, la verdad, ni lo he pensado.