La joven diseñadora en una imagen tomada en Londres | M.M.M.

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Añora y quiere a su Menorca natal, pero María Moll Moncada (Maó, 1982) sabe que el competitivo mundo de la moda se mueve lejos de la Isla. En el futuro aspira a poder trabajar desde aquí, con sus diseños y patrones, y viajar ocasionalmente por cuestión de negocios, pero por el momento su carrera está en Inglaterra. Allí ha puesto en marcha recientemente un proyecto, con el que trata de abrirse camino en un sector en el que, tal y como ella explica, «lamentablemente todo el mundo viste prácticamente igual». Sin embargo, opina que hay un margen para el cambio, y precisamente en esa dirección se encuentra trabajando desde el negocio que acaba de abrir en una de las grandes capitales mundiales de la moda, Londres.

Casi 4 años viviendo en la capital británica. ¿Qué le llevó a trasladarse a Londres?
— Como patronista, en Menorca no hay muchas posibilidades. Habiendo estudiado tanto en Barcelona como en Londres, creí que el lugar donde podía aprender más sobre nuevos estilos y nuevas técnicas de patronaje sería en esta ciudad, la segunda capital mundial de la moda.

¿Abruma una megalópolis como Londres a una menorquina?
— Londres es una ciudad que puede abrumar, eso depende de cómo cada persona se plantee el estilo de vida que quiere tener aquí. Esta es una ciudad tan grande que tiene muchas más opciones de lo que parece: yo aquí casi nunca voy al centro de la ciudad, que es el punto máximo de estrés, sino que me he acostumbrado a moverme por zonas más relajadas, zonas más parecidas al mediterráneo. En ellas puedes encontrar las mismas cosas que en el centro, incluso más, sin tener que moverte entre aglomeraciones.

Son muchos los españoles que, en los últimos años, se han establecido en Reino Unido en busca de mejores oportunidades laborales. ¿Cómo se sintió recibida allí?
— El hecho de haber estado viviendo aquí unos años atrás me ayudó a establecerme. Además, ya hace tiempo que he aprendido que serás recibida en un lugar de la misma manera en la que te hayas presentado. No podemos llegar a otra ciudad, país o zona y, simplemente, seguir con las mismas rutinas y maneras de comportarnos que tenemos en casa. Cuanto más abierto y sonriente te presentes, mejor acogido serás.

Su trabajo como patronista está directamente relacionado con el mundo de la moda. ¿Sigue siendo Londres un hervidero de tendencias estéticas?
— Londres es una ciudad de jóvenes diseñadores. Pero al igual que ocurre en ciudades como Nueva York o Tokio, la moda se mueve en torno a las grandes marcas. Las tendencias aquí, mayoritariamente, se definen a partir de lo que los grandes diseñadores han mostrado en los desfiles. Las marcas más accesibles acaban copiando esas piezas, con algunas modificaciones para abaratarlas en el momento de la producción. Ahora mismo, Londres es la tercera capital mundial de la alta costura y la primera de la moda rápida.

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¿Le resultó sencillo abrirse camino en el ámbito de la moda en una de las capitales mundiales del sector?
— Sencillo... depende de cómo se mire. Si nos referimos a encontrar trabajo como patronista, sí. Fue más o menos fácil. Después de haber hecho prácticas, en dos meses tenía trabajo como patronista de una joven diseñadora. Al cabo de un año, pasé de la alta costura a la moda rápida, haciendo un mínimo de tres patrones al día para doce marcas de ropa diferentes.

Aunque comenzó como patronista, recientemente se ha embarcado en su propio proyecto abriendo una tienda de ropa. ¿Cómo ha sido el proceso de emprender en un país extranjero? ¿Resulta más sencillo que aquí o se ha encontrado trabas burocráticas?
— No puedo decir si aquí está siendo más o menos difícil que en España porque sólo lo he intentado aquí. Lo que sí sé es que aquí la competencia es tan grande que me ha costado un año y medio encontrar un lugar físico para desarrollar el proyecto. Con todo, hay mucha gente que me dice que he tenido suerte, ya que la media son entre dos y tres años de búsqueda. Y, aunque me digan que ha sido un proceso rápido, sí puedo asegurar que es muy duro y desmoralizante. Hacerlo en la ciudad más cara del mundo requiere tener un trabajo estable a la hora de preparar el proyecto. Y, a lo largo del proceso, empiezas a ver todos los problemas y dificultades que se presentan. No solo relacionados con el hecho de ser extranjera, sino con que, aunque seas una joven diseñadora, se quieren asegurar de que tengas un capital muy grande en el banco.

La filosofía de su proyecto consiste en que la moda deje de ser un producto de consumo rápido para hacer que cada prenda sea única. ¿Cómo se lleva a la práctica en el día a día?
— La tienda la he abierto con dos socios que conocí hace un par de años. Ellos ya tenían dos tiendas de ropa en Tel Aviv desde hace siete años y querían abrir negocio en Europa. Así que decidimos combinar nuestras ideas para complementar los puntos fuertes de cada uno. Finalmente, abrimos la tienda en Candem Lock, una de las zonas más internacionales de la ciudad. En nuestro espacio se pueden encontrar prendas propias de nuestra marca, Chop Shop, hechas en cantidades limitadas, prendas sencillas en las que se cuidan mucho los detalles, especialmente los tejidos. Al fondo de la tienda hemos colocado una mesa en la que estoy yo trabajando, haciendo patrones y cosiendo muestras que luego exponemos en nuestros percheros. Si a un cliente le gusta, puede comprarla directamente o pedir que se la hagamos a medida: puede elegir otro tejido u otros detalles, dependiendo de las muestras que nosotros le proporcionamos. Los diseños son propios y el cliente decide cómo individualizarlos. Ahora también hemos abierto tienda online para todas aquellas personas que no viven aquí pero a las que les gusta nuestro estilo.

¿Queda, entonces, espacio para expresar nuestra individualidad a través de la ropa o el consumo rápido de moda y las copias acabarán con la creatividad?
— Lamentablemente, ahora todo el mundo viste prácticamente igual. Es algo que me entristece y que viví muy de cerca cuando trabajaba para grandes marcas de ropa británicas, como Topshop o Miss Selfridge. Los diseños están pensados para tener unos costes mínimos de fabricación. Está claro que los precios de la moda rápida son más atractivos. Pero estos diseños, además de no expresar ideas ni sentimientos, están fabricados con materiales y formas mucho más pobres. Pienso que, igual que en el ámbito político hay un intento de cambiar las cosas, en el mundo de la moda está ocurriendo lo mismo. Costará y llevará tiempo, pero no puede ser que todo el mundo se niegue a expresar su forma de ser.

¿Cree que un proyecto como el suyo hubiese tenido cabida en Menorca o era Londres la ciudad idónea para desarrollarlo?
— Quiero a Menorca y la añoro. Pero, dejando a un lado el punto de vista idealista de un diseñador, si me quisiese dar a conocer desde la Isla tendría que invertir muchísimo más esfuerzo. Si comparamos la población de Menorca y el turismo que recibe con el de una ciudad como Londres, vemos que la diferencia es grande.

¿Tiene pensado terminar desarrollando su carrera en Menorca?
— El punto final de mi plan es poder vivir en Menorca haciendo los patrones y las muestras de mis diseños y tener que viajar solamente de vez en cuando. De todos modos, ahora mismo hace tan sólo cuatro meses que hemos abierto la tienda y, aunque poco a poco va funcionando, me parece que tendré que seguir fuera de Menorca un poco más de tiempo.