En el taller. Morgan trabaja actualmente como mecánico en una empresa de reparación de bicicletas, pero de forma paralela está intentando sacar adelante un proyecto empresarial personal, la marca de ropa Emedos Clothing. | M. E. P.

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El espíritu aventurero ha acompañado a este menorquín desde siempre. Con tan solo 25 años, Morgan Estévez (Ciutadella, 1990) ha vivido en Inglaterra y Suiza, país este último donde reside actualmente y desde el que planea su próximo viaje, probablemente a Bali. Proyectos no le faltan, entre ellos el de consolidar una marca de ropa, mientras intenta seguir dejando su huella en forma de street art allá por donde pasa.

Dice que siempre le atrajo la idea de viajar y conocer otras culturas y países. ¿Desde cuándo tuvo claro que quería probar suerte fuera de Menorca?
— Siempre supe que quería viajar y conocer otras culturas. Sí, siempre me atrajo la idea de vivir en países exóticos o atractivos, naturalmente hablando, como Tailandia, Australia, Filipinas o EEUU (sobre todo, Hawái). Pero siempre me lo planteaba como algo para hacer durante la temporada de invierno, en la que uno en Menorca suele estar parado; aprovechar ese tiempo para viajar y conocer mundo, en vez de gastarme lo ahorrado. Pero antes de acabar mis estudios conocí a mi actual pareja y todo eso cambió.

Su primera parada fue en la localidad de Leeds, en el Reino Unido. ¿Se fue movido por ese afán de aventura o fue la situación económica en España la que le empujó a irse?
— A Leeds fui debido a que ya había terminado mis estudios y a mi pareja le quedaba un año de carrera en la universidad de esa ciudad. Así que aproveché para empezar a mejorar mi inglés y conocer un nuevo país.

El número de españoles que prueban suerte en el Reino Unido no deja de crecer. ¿Cómo fue su experiencia en el país?
— Mi experiencia fue buena: conseguí trabajo en una cadena de cafeterías, hice grandes amigos y conocí a mucha gente. Toda la experiencia fue positiva y me ayudó mucho a mejorar mi inglés y mi experiencia laboral.

Los expatriados en Gran Bretaña que han aparecido antes en esta sección suelen coincidir en comentar que de alguna forma resulta relativamente fácil encontrar trabajo, sobre todo por horas, pero no siempre bien remunerado...
— Es relativamente fácil conseguir un trabajo, pero hay que demostrar que realmente quieres trabajar. A lo mejor yo tuve suerte, pero el primer año estuve trabajando de prueba durante tres meses y después me hicieron fijo. Luego me fui a trabajar a Menorca durante la temporada de verano y, al terminar, la que era mi jefa en el Reino Unido me llamó y me ofreció una vez más un contrato indefinido.

Sin embargo, todo le condujo a plantearse la posibilidad de explorar otras opciones...
— Sí, realmente el trabajo en el Reino Unido me daba para vivir, pero no podía ahorrar. Yo tengo algunas metas y quiero conseguirlas: tener una vivienda en propiedad y viajar como mínimo una vez al año. Aquí en Suiza sí puedo permitirme viajar cada año y ahora mismo estoy ya en proceso de ahorro para poder comprarme una vivienda.

¿Qué le llevó a decidirse por Suiza?
— En un principio quisimos ir a Holanda, pero estuvimos informándonos y nos comentaron que era muy complicada la adaptación por la cuestión del idioma. Así que nos decantamos por la segunda opción, que era Suiza, ya que el tema idiomas lo teníamos resuelto: mi pareja es alemana y yo hablo un francés casi perfecto.

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Decía que la integración fue más difícil de lo que había pensado. ¿A qué cree que se debe?
— La verdad es que Suiza es un país muy complicado para integrarse, empezando porque a los suizos no les gusta mucho la inmigración y te lo ponen muy difícil. Pero luchando mucho he conseguido tener un trabajo estable y una vivienda. Así que espero quedarme aquí durante unos cinco años más y, en el momento en que me vaya, poder tener ya mi vivienda pagada. Y quién sabe, quizá el proyecto con el que estoy empezando, que es una marca de ropa, salga adelante y pueda tener también mi propia empresa.

No obstante, Suiza es un país al que parece no haberle afectado demasiado la crisis económica. ¿Es más fácil encontrar un buen trabajo en un país como ése?
— La crisis afectó especialmente cuando el valor del euro bajó y el cambio pasó de 1-1.2 a 1-1. Entonces, muchos suizos y residentes comenzaron a viajar a las fronteras a comprar todo tipo de productos, ya que los precios se redujeron en un 15 por ciento. Pero a pesar de que la crisis se ha notado menos, no resulta nada fácil encontrar un trabajo, y mucho menos uno bueno. La Suiza de hoy es como la España de hace 15 años y los españoles y portugueses aquí somos como los ecuatorianos y magrebíes de aquellos años en nuestro país. Aquí uno se puede dedicar a la construcción y la restauración como mucho y, si tienes estudios o contactos, optar a alguna opción mejor. Es verdad que los sueldos son más altos, pero la vida también resulta mucho más cara que en España.

El idioma, ¿ha supuesto un impedimento a la hora de integrarse en el mercado laboral teniendo en cuenta el pluralismo lingüístico del país?
— En principio, el idioma no tenía que suponerme ningún problema, ya que vine con la idea de trabajar en el cantón vecino, donde el idioma oficial es el francés. Pero encontré trabajo antes en Berna y tuve que ponerme a estudiar alemán. Yo llegué sabiendo catalán, castellano, francés e inglés, pero en mi primer año aquí ya aprendí italiano y ahora ya me defiendo bastante bien con el alemán y con el dialecto de mi cantón. Ahora me acuerdo de mis profesores del colegio Nuestra Señora de la Consolación diciéndome que no iba a llegar a ningún lado... Miro atrás y veo a todos esos compañeros que, supuestamente, iban a llegar tan lejos y muchos de ellos siguen en paro o con trabajos mal remunerados. Hoy me río de todo y confío en mí mismo y no dejo que nadie me diga hasta dónde puedo llegar, las metas me las pongo yo. Y eso es lo que toda persona debe tener en la cabeza: si quieres quejarte de la situación española está muy bien... pero desde el sofá nada va a cambiar, hay que arriesgar y ser valiente, pero siempre sabiendo tus límites. Yo salí de Menorca con una mano delante y otra detrás, pero con mucha ilusión... Y aquí estoy: a punto de cumplir 25 años, ya he vivido en tres países y hablo seis idiomas. Y todo esto sin haber terminado la ESO.

Cuéntenos cómo es su vida en Suiza, un día normal allí.
— Yo me levanto a las cinco y media de la mañana, cojo la bicicleta y me recorro unos ocho kilómetros para llegar al trabajo. Empiezo sobre las seis y termino alrededor de las cuatro de la tarde. Tengo una hora de pausa, de la cual solo consumo una media hora, así consigo cada día unos veinte minutos extra que puedo juntar como días de vacaciones. Después de trabajar suelo ir al gimnasio un par de horas, luego me relajo en casa cocinando o viendo la televisión. Últimamente también dedico mucho tiempo a organizar mi próximo viaje a Bali y a trabajar en mi marca de ropa, Emedos Clothing.

¿Tiene pensado seguir explorando nuevas culturas a corto plazo?
— A corto plazo, no. Quiero quedarme aquí unos cinco años, pero después dependerá de cómo esté la situación con este proyecto personal en el que estoy trabajando. Pero barajamos la idea de ir a Sudáfrica o Estados Unidos, aunque el continente africano nos atrae mucho más.

¿Qué es lo que más echa de menos de Menorca?
— Echo de menos a mi familia, eso es lo principal. Pero también pequeñas cosas que te alegran el día como el mar, el olor a sal... Eso también lo añoro mucho. También las fiestas de Sant Joan. El año pasado no pude ir y lo pasé mal... Y este año parece que tampoco podré.

¿Sigue dedicándose, como hacía en Menorca, al street art?
— Sigo intentando decorar las calles por las que paso y intentando regalar mis creaciones, bajo el nombre de M2 Stencil, a las personas que por esas mismas calles pasean.