Helena en el parque natural del macizo montañoso de Vitosha, situado a las afueras de Sofia y visible desde cualquier punto de la ciudad. | H.U.

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Estudiar es cada vez más conocer a la vez que aprender. El plan de movilidad de los universitarios de la Unión Europea, el conocido programa de becas Erasmus que arrancó en 1987, ha permitido que miles de jóvenes de los países miembros intercambien experiencias y modos de vida, lo que ha servido para derrumbar fronteras psicológicas y tópicos.

Helena Urbano Coll (Maó, 1994) es una de esas jóvenes menorquinas con ansias de viajar y vivir en contacto con otras culturas. Por eso decidió cambiar Barcelona, la ciudad donde cursa su carrera de Administración y Dirección de Empresas (ADE), por Sofía, gracias a una beca del programa europeo.

¿Por qué eligió Bulgaria?
— Siempre había tenido bastante claro que quería hacer un 'Erasmus' y elegí Sofía, en Bulgaria, precisamente porque creí que representaría un cambio cultural. Me parecía que otras ciudades europeas, como París, Roma o Londres -aunque aún existan diferencias-, pues no serían tan distintas a lo que yo ya conocía estando en Barcelona.

¿Y ha visto cumplidas sus expectativas?
— Sí, de hecho he encontrado ese choque cultural que buscaba. Me ha gustado. La ciudad misma, Sofía, tiene bastantes contrastes, sobre todo comparando el centro, que está muy cuidado, con los alrededores. Yo vivía en un barrio no muy céntrico y cada mañana veías pasar un carro tirado por caballos que recogía basura. En las carreteras conviven coches con carros, y es algo normal. Pero lo que más me ha llamado la atención es la gente.

¿Cómo es?
— En general son muy, muy predispuestos a ayudar. Me he encontrado los dos extremos, personas que son reacias a contestar si les preguntas algo y otras que, no solo te ayudan, sino que si estás buscando una dirección, te acompañan, y si están comiendo algo en ese momento, te ofrecen. Me ha llegado a pasar estar en la calle, mirando un mapa sin pedir ayuda a nadie, y que se acerquen personas a preguntarme «¿necesitas que te ayude, que te acompañe a algún sitio? ¿estás buscando algo?».

Ha hallado la hospitalidad hacia los extranjeros, algo que quizás nosotros hemos perdido...
— Sí, y la verdad es que se agradece mucho cuando estás fuera de casa.

Bulgaria se incorporó a la Unión Europea no hace tanto, en 2007. ¿Hay un cierto desnivel en cuanto a desarrollo?
— Se nota en ese contraste que comentaba entre lo que es el centro y el casco histórico de Sofía, que está en muy buen estado, con unos jardines preciosos y el aspecto de cualquier otra capital europea, y el resto de la ciudad y sus alrededores, con carreteras, por ejemplo, mal pavimentadas o edificios que se ven deteriorados e incluso que, a simple vista, parece peligroso habitarlos. Es una ciudad un poco desordenada pero para mí, en su conjunto, tiene encanto.

¿Cuál ha sido su universidad anfitriona?
— He estudiado el tercer curso de ADE en la University of National and World Economy, una universidad que está totalmente centrada en la economía y la empresa y que es una de las más importantes de los Balcanes.

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¿Es provechoso, académicamente hablando, optar a este programa?
— Sí, porque ahora cuando regrese a mi universidad, la Autónoma de Barcelona, me convalidarán todas las asignaturas realizadas e incluso en Sofía ofrecían un curso de búlgaro que seguí y en España lo reconocen como una asignatura optativa.

¿Aprendió el alfabeto cirílico?
— Sí, tuve que aprenderlo y me interesaba mucho su cultura, por eso me apunté a las clases de búlgaro para así defenderme con expresiones básicas. Pero sobre todo aprendí mucho con mi compañera de piso, Tatiana, que es ucraniana pero llevaba años viviendo en Bulgaria y me enseñaba las frases más útiles. Las clases resultaban muy interesantes porque podíamos preguntarle a la profesora anécdotas o historia y nos explicaba cómo fue todo el proceso de la transición del comunismo a la democracia. Ella lo había vivido y estaba encantada de explicarlo.

¿Hay muchas diferencias en el sistema de estudio?
— Básicamente nos han hecho elaborar muchos proyectos, los exámenes no son tan importantes para ellos. En España los exámenes resultan mucho más duros en comparación con los de Bulgaria, aquí son más básicos y generales y te exigen que pongas el esfuerzo en el proyecto del curso, por ejemplo, con trabajos aplicados a la empresa como elaborar un plan de marketing.

¿Cómo fue la experiencia de instalarse en Sofía? ¿Es una buena ciudad para vivir?
— Por mi experiencia creo que es más barato vivir en Sofía que en otras ciudades europeas. Yo he estado en una zona que se llama Studentski Grad, que es un barrio totalmente estudiantil porque allí están todas las facultades universitarias, lleno de puestecillos de comida rápida, que allí les encantan. Es una zona que en verano parece fantasma. El piso compartido, bastante grande, costaba al cambio unos 420 euros mensuales, y la vida en general es más asequible. Puedes ir a restaurantes buenos y cenar bien por unos cinco euros. Gastronómicamente es un sitio muy recomendable.
Al principio compartí piso con una chica portuguesa que después se fue y nos quedamos la otra chica de Ucrania, Tatiana, y yo, y la verdad es que hemos hecho una buena amistad. Me fue muy bien que ella supiera hablar búlgaro para poder encontrar la vivienda, porque hay que tener cuidado, hay agencias que no son legales y se han dado timos a extranjeros. Por suerte pudimos evitar ese tipo de problemas.

¿Cómo se conocieron? ¿Cómo preparó el viaje?
— Contactando a través del grupo de estudiantes internacionales en Sofía en Facebook. Ella ya hacía toda la carrera en Bulgaria y había hecho un 'Erasmus' y buscaba también piso. Vimos que más o menos teníamos los mismos intereses y que podíamos llevarnos bien y nos pusimos a buscar vivienda juntas.

¿Se ha puesto de moda estudiar en Sofía?
— Yo creo que sí, también por eso, porque es más barata que otras ciudades europeas. Aunque dicen que este año ha habido menos estudiantes internacionales que el año pasado pero sí, sobre todo vienen de la zona de los Balcanes, de Macedonia o Serbia, y también muchos españoles, es la nacionalidad mayoritaria entre los estudiantes internacionales en Sofía, por los precios, más reducidos.

No parece haber tenido problemas para aclimatarse...
— Pues no, la verdad es que no me costó. Al llegar en septiembre el tiempo era perfecto, hacía calorcito y como la ciudad es verde estaba todo muy bonito. En invierno empezó a nevar y ha seguido casi hasta finales de marzo; algo que los búlgaros decían que no solía pasar, y entonces sí que hacía frío, casi no se podía salir de casa. Era un poco triste, pero con tanto árbol, cuando vuelve a crecer todo se pone muy bonito.

¿Ha tenido algún problema o recorte en la beca?
— En principio no. La universidad, al hacer los papeles para entrar en un 'Erasmus', te lo tramita todo, incluida la beca. La mitad la cobras en diciembre y la otra al volver y entregas toda la documentación justificando todo lo acordado. De momento, en mi caso todo ha sido normal.

¿Y cuáles son sus planes de futuro? ¿Entra Menorca en ellos?
— De momento regresar a Barcelona, seguir estudiando y acabar la carrera. No tengo un plan muy definido pero más que buscar un trabajo y asentarme ya, me gustaría seguir viajando, buscando empleos que me sirvan para mantenerme y financiarme más viajes. Cambiar de lugar y encontrar otro. Menorca a corto plazo no lo veo viable, aunque he añorado la Isla, la familia, ¡el buen tiempo!... pero ya estaba acostumbrada a vivir fuera y no ha sido tan, tan duro.

¿Y el próximo destino?
— Si tuviera que elegir ahora mi próximo destino probablemente sería el Sudeste asiático.