Clara Sureda está conviviendo en Inglaterra con jóvenes de diez nacionalidades. | C. S.

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Confiesa la joven menorquina (Ciutadella, 1988) que, aunque pueda parecer sorprendente, actualmente está más ocupada en medio del bosque de lo que podría estar en una gran ciudad. Un estilo de vida del que está disfrutando actualmente gracias a un proyecto de voluntariado en Inglaterra, una etapa nueva en su carrera que, según avanza, además de enriquecedora, le invita a seguir descubriendo mundo en el futuro.

¿Qué fue lo que le llevó a vivir en el extranjero?
— Lo que me empujó a decidir vivir fuera de Menorca fue la curiosidad, las ganas de abrirme al mundo y cumplir el sueño de salir de mi zona de confort y explorar nuevos horizontes. Conocer otra cultura, otro idioma, personas y lugares, al mismo tiempo a mí y mi propia cultura. Otro de los motivos impulsores fue la situación que vivimos en nuestro país: recién terminados mis estudios y con pocas esperanzas de encontrar el «trabajo de mi vida», opté por vivir mientras espero un trabajo.

Lleva algo más de medio año viviendo en Inglaterra... ¿Cómo está siendo la experiencia hasta la fecha?
— La experiencia es increíble, de esas que te cambian. Dar el salto siempre da miedo, pero cuando lo has hecho te sientes con mucha fuerza. Para mí es como un soplo de aire fresco; moverme de la gran ciudad al bosque, parar de estudiar y conectar con la naturaleza, escuchar a la Madre Tierra y aprender de sus ritmos, dedicar tiempo para mí y abrir el corazón a los demás, confiar en la vida, concienciarme de la importancia de cuidar el medio ambiente, etcétera. Es difícil explicarlo con palabras pero estoy segura de que se quedará en mí para toda la vida.

¿A qué se dedica profesionalmente?
— ASHA Centre es el lugar donde trabajo, es una organización caritativa que trabaja por el empoderamiento de los jóvenes, el desarrollo sostenible y la construcción de la paz. Mi función en el centro es como voluntaria, ya que mi proyecto forma parte del Servicio de Voluntariado Europeo. Las tareas que llevo a cabo junto a otros ocho voluntarios son de soporte a los trabajadores en sus tres principales ámbitos: huerto, alojamiento y cursos de formación. Las cosechas del huerto tienen una finalidad de autoabastecimiento. En el centro se da alojamiento a jóvenes de todas las partes del mundo que conviven ocho días para su formación en cursos de diferentes temáticas: teatro, diálogo entre religiones, transformación del conflicto, música, etcétera.

Como voluntaria, ¿percibe alguna remuneración por su trabajo?
— Sí, una pequeña paga que nos llega para pasar el mes... Si no fumas, incluso puedes ahorrar un poco.

¿En qué zona de Inglaterra vive?
— Vivo en un pequeño pueblo llamado Littledean, situado en el sudoeste de Inglaterra, está rodeado de bosque ya que se encuentra dentro de la zona conocida como Forest of Dean (Bosque de Dean). A la casa que comparto con quince jóvenes de diferentes nacionalidades la llamamos hill house (casa de la colina) ya que se encuentra arriba de una colina con impresionantes vistas al río Severn.

¿Cómo está siendo la experiencia de convivir con personas de tantas nacionalidades?
— Para mí ha sido una llave que me ha abierto una puerta, descubrir que hay un mundo más allá del microcosmos en el que había vivido hasta ahora: más colores, más olores, más maneras de hacer y una infinidad de cosas que sigo descubriendo cada día. Es un proceso de aprendizaje que nunca termina. El hecho de convivir con diez nacionalidades distintas te enriquece, pero no solo la diversidad cultural sino que aprendes de cada persona y te conoces más a ti misma para darte cuenta de que, en el fondo, más allá de culturas, nos unen las mismas cosas y sentimientos, estamos hechos de amor y todos buscamos lo mismo.

Supongo, que entre gente de tantos países aquello debe ser como la Torre de Babel. ¿Qué tal con el idioma?
— El idioma es uno de los grandes retos de mi experiencia. Llegué aquí con un nivel muy bajo de inglés; los primeros meses fueron duros, sin poder hablar, con mucha impotencia, pero aprendí una gran lección: a veces no es necesario hablar para entenderse, el silencio pasó de ser mi enemigo a ser mi aliado y me enseñó que hay otras maneras de comunicarme. Con paciencia y esfuerzo voy mejorando, pero creo que ahora, después de seis meses, es cuando empiezo a tener más confianza con el idioma.

Dice que está siendo una experiencia maravillosa... ¿Qué planes de futuro tiene?
— Aún no quiero pensar en mi futuro, es un tema que no dejo entrar en mi mente y cuando lo hace intento convencerme de que fluirá, de que me saldrá algo en el momento adecuado y mientras tanto disfruto de lo que ahora estoy viviendo. Pero tengo que decir que las ganas son de seguir viajando y conocer mundo, ya que a través de esta experiencia me he dado cuenta de que hay un montón de posibilidades y proyectos a nivel europeo para jóvenes como el que estoy haciendo, que forma parte de un macroprograma que se llama ERASMUS +.

¿Cree que tiene más posibilidades de desarrollar su carrera profesional fuera de España?
— No sé si podría decir más posibilidades porque no he explorado el terreno profesional. Sin embargo, podría decir que, por lo que estoy conociendo, Inglaterra tiene iniciativas muy interesantes, dándome la sensación de que en el área social están más desarrollados con respecto a España. Por este motivo estoy abierta a cualquier oportunidad profesional que se me presente.

¿Cómo es un día cualquiera en la vida de Clara?
— Nos levantamos por la mañana y nos vamos todos juntos al trabajo con nuestro propio minibús, hacemos una parada por el camino para coger agua en un manantial y luego nos dividimos en grupos, básicamente en dos áreas: el huerto o la cocina. Trabajamos todo el día el área que nos corresponde, intentamos cocinar con lo que hemos cosechado y promovemos la comida vegetariana. A menudo tenemos la oportunidad de participar en talleres que se dan a los jóvenes que estamos hospedando. Por la tarde de vuelta a casa, si no es día de limpieza o de ir al supermercado, practico algo de yoga o alguna otra actividad, cena y descansar para el nuevo día.

¿Y a qué dedica el tiempo libre?
—Parece paradójico pero en un pueblo en medio del bosque estoy más ocupada que en la gran ciudad. Participo en dos actividades semanales: formo parte de un coro y de un grupo de teatro con personas con discapacidad con la comunidad vecina. Pero en nuestros días libres planificamos algunos viajes por los alrededores o montamos cosas en casa, con tanta gente viviendo siempre hay cosas que hacer: cine foros, pastelería, paseos por el bosque, juegos, yoga, etcétera. Aquí nunca te aburres. Cuando hospedamos grupos de jóvenes programamos actividades con ellos, desde noches en la hoguera a salir al pub del pueblo.

¿Qué es lo que más echa de menos de Menorca?
— Mi familia y amigos, por supuesto. Y la comida de mi madre. También el mar con su brisa mediterránea y el clima.