Playa Tramore. La joven en una de las zonas turísticas de la costa sureste del país. | J. M. P.

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Convertirse temporalmente en au-pair, trabajar en una familia de acogida mientras se perfecciona un idioma extranjero, es toda una experiencia vital, a la par que una salida que muchas jóvenes —porque ellas son abrumadora mayoría—, buscan en un momento de cambio o parón laboral. Eso mismo le ocurrió a Joana Morro (Maó, 1987), maestra especializada en Educación Infantil, que a comienzos de este año decidió probar suerte en la lluviosa Irlanda. En Cork, al sureste de un país al que miles de estudiantes acuden cada año para soltarse en la lengua de Shakespeare.

¿Por qué decidió irse a estudiar y trabajar fuera?
— En diciembre de 2014 acabé de trabajar en el Casal de Joves de Maó. Y mi decisión fue un poco 'dicho y hecho', conocía a una amiga que a su vez conocía a una familia de allí que estaba interesada en contar con una au-pair. Yo quería mejorar mi inglés, así que contacté directamente con ellos. Aunque en aquella casa solo estuve un mes, las cosas no acababan de funcionar, y al final tuve que cambiar.

Así que no salió bien a la primera, es útil explicar eso también. ¿qué sucedió?
— Sí, cuando conoces compañeras que se han ido de au-pair ya te lo dicen, puedes tener mucha suerte y a veces no tanta. Hace 3 años ya había estado dos meses con una familia en Inglaterra, para hacer un curso, y aún nos escribimos y nos hemos visto después. Esa relación fue muy buena, una lotería, pero esta vez la comunicación no funcionó bien y preferí cambiar.

¿Fue difícil?
— No, está lleno de au-pairs españolas, estuve en casa de una compañera una semana, en su casa ya me conocían, y la verdad fue fácil encontrar otra familia. Allí están muy acostumbrados a tener chicas extranjeras de au-pair. Así que me mudé y comencé otra aventura.

¿Esta vez acertó?
— Sí, tenía a mi cargo dos niñas de 10 y 14 años, yo era su primera au-pair española pero ¡la séptima que habían tenido! Con esta familia (la madre está divorciada así que las niñas también iban con su padre varios días a la semana), yo ya puede hacer una vida como en Menorca. Como eran más mayores, me ocupaba más de las labores de casa, pero tenía tiempo de estudiar, ir a una academia a recibir clases, hacer deporte..., también jugaba con las niñas, salíamos a patinar o bailábamos con la Wii, la vídeoconsola, porque allí hace mal tiempo; otro día fuimos al parque de atracciones. La verdad es que nos llevábamos muy bien y con ellas podía practicar el idioma y además me corregían. Venían de vacaciones a España y hacíamo intercambio de algunas palabras.

Estaban acostumbradas a estar cuidadas por chicas de todos los países.
— Sí, sí, había mucho movimiento de au-pairs, si yo era la séptima y la niña pequeña tenía 10 años..., hay familias que incluso tienen dos. Están acostumbrados a tener gente en casa y a organizarse así. Incluso había un bar del pueblo en el que un día a la semana y a una hora concreta se encontraban au-pairs para organizar salidas, excursiones...

Al margen del tirón que tiene el aprender inglés ¿a qué cree que se debe esa manera de conciliar trabajo y familia con la ayuda de jóvenes au-pairs extranjeras?
— Es otro sistema. Yo creo que es porque allí no hay tantas escoletes de 0 a 3 años, y la educación comienza a los tres, eso hace que contraten más au-pairs. Por otro lado, aunque muchas madres trabajan, también se pueden quedar en casa más tiempo con los niños, la baja de maternidad cuando tienen hijos es más larga.

¿Ha podido disfrutar del país?
— Sí, he viajado mucho, cada fin de semana hacíamos una salida. Había otras au-pairs a las que su familia les dejaba el coche, así que compartíamos vehículo y gasolina, comprábamos algo de comida y visitábamos lugares. Pasábamos la noche en un hostal, un tipo de establecimiento que allí se usa muchísimo, sobre todo los jóvenes. He estado en Dublín un par de veces, porque también han venido amigos de Menorca a visitarme; a Galway, donde lo más famoso son los acantilados; fuimos a Killarney, al circuito de Kerry. Todo muy bonito, un paisaje diferente, no es raro que se la conozca como la 'Isla Esmeralda', porque todo el día llueve, todo es verde, además hay muchos castillos e iglesias.

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¿Sigue siendo un país de ferviente catolicismo?
— Nunca con las familias en las que estuve hablamos de ese tema. Sí que coincidí estando allí con la aprobación del matrimonio homosexual, algo que se vivió en el país con mucho debate.
(Irlanda votó 'sí' al matrimonio entre homosexuales con una amplia mayoría del 62% en el referéndum celebrado en mayo de 2015, convirtiéndose en el primer país del mundo que lo aprueba por votación popular para introducir ese derecho en su Carta Magna).

¿Algún otro problema social?
— Bueno, había manifestaciones por el agua, porque allí hasta ahora no pagaban por ella, tenían agua potable gratis, y ahora van a tener que pagarla.
(También Irlanda era el único país de la Unión Europea en la que el agua era gratis para todo el mundo. A raíz del rescate financiero para evitar su bancarrota en 2010, se comprometió con el FMI y la UE a cobrar el consumo de agua)

¿Se trajo alguna otra curiosidad de las tierras celtas?
— Como experiencia me ha encantado, aunque el clima es durillo, en enero me congelaba y, como anécdota, me robaron la chaqueta más gruesa que tenía el primer día en un bar. Tampoco me ha gustado mucho la comida y la costumbre de comer rápido, todo preparado, o incluso por la calle.

Por lo demás, la gente atenta, educada, para mí un poco desordenados en la casa... va con el carácter creo, y con el tiempo, que es muy variable, porque puedes tener las cuatro estaciones en un mismo día. En Dublín me gustó conocer la ciudad con los free tours, que son paseos con guía por los que no pagas, solo la voluntad. Y en la fiesta de Sant Patrick, desfile, música de la suya, cerveza (también la famosa cerveza negra Guinness) y ponerte algo verde en la ropa.

El final del curso escolar la ha traído a casa, a Menorca, pero ¿volverá a Irlanda?
— He vuelto a Menorca porque en verano tengo trabajo, he estado en un campamento para adolescentes, el British Camp, y también he sido directora en una escuela infantil en Maó, hace seis años que lo hago en verano. No me importaría volver a Irlanda, me ha gustado más que el Reino Unido, pero no como au-pair.

¿Intentó buscar allí empleo de su profesión?
— Es bastante complicado, te exigen un certificado de penales, mucho papeleo, cartas de recomendación, además de tu titulación y curriculum. Además en Irlanda no hay escuelas infantiles de 0 a 3 como aquí, le llaman preschool pero empiezan a los tres años. Antes de esa edad igual van a la escoleta un día o dos, horas sueltas..., es diferente.

¿Sintió añoranza?
— Al principio sobre todo, cuando estuve en la primera casa y no acababa de ir bien, todo se me hacía más grande.

¿Qué planes tiene ahora?
— Pues ahora seguir formándome, a lo mejor ir a Barcelona, buscar cursos, dar clases de repaso e intentar encontrar un trabajo de maestra infantil donde pueda, esa es mi mayor ilusión.